Aliens vs Vengadores: ni los dioses sobreviven al organismo perfecto

Hay cruces que se sienten como una broma de marketing y otros que suenan a profecía escrita con sangre, ácido y fuego cósmico. «Aliens vs Vengadores» («Aliens vs Avengers«)pertenece sin discusión a la segunda categoría. No es un “qué pasaría si”, no es un guiño simpático ni un ejercicio de nostalgia facilona: es una sentencia. El organismo perfecto ha llegado a la Tierra, un planeta repleto de dioses con capa, genios con armadura y mitos vivientes y aun así, nadie está a salvo. Jonathan Hickman y Esad Ribić no han venido a jugar. Han venido a apagar el universo y a ver qué queda en pie cuando el último grito se ahoga en el vacío del espacio.

Desde la primera página queda claro que esto no va de combates espectaculares uno contra uno, ni de ver quién le parte la cara a quién en una splash page gloriosa. Esto va de extinción. Va de sistemas enteros cayendo como fichas de dominó, de imperios que se alzan solo para ser devorados, de héroes que ya no luchan para ganar sino para retrasar lo inevitable unos segundos más. Si alguna vez te preguntaste cómo sería enfrentar a los Vengadores con una amenaza que no se puede razonar, redimir ni derrotar del todo, aquí tienes la respuesta.

Hickman entiende algo fundamental tanto del universo Alien como del ADN de Marvel. El miedo auténtico no nace de la violencia explícita, sino de la certeza de que el orden ha sido abolido. Por eso la historia no se molesta en presentarte un mundo “normal” antes del desastre. Cuando abrimos el comic, el cosmos ya está roto. Los Ingenieros y David (el sintético maldito de Prometheus y Alien: Covenant) ocupan el lugar de dioses oscuros, versiones retorcidas de los Celestiales y los Todopoderosos, pero sin ningún interés en el equilibrio. Aquí no hay curiosidad científica ni castigo divino con reglas. Hay un exterminio sistemático, universo a universo, vida a vida.

Los xenomorfos no llegan poco a poco, no se infiltran en callejones ni naves aisladas. Caen como una plaga bíblica. Desde Wakanda a Latveria pasando por imperios galácticos enteros. Todo es arrasado con una frialdad que hiela la sangre. Hickman no se recrea en cada muerte concreta porque no le interesa el morbo; lo que quiere es que entiendas la magnitud del desastre. Los héroes no fracasan por ser débiles, fracasan porque esta vez el enemigo juega en otra liga. Una liga donde ganar significa sobrevivir lo suficiente como para contar la historia. Aun así, contra todo pronóstico, Aliens vs Vengadores no es un cómic nihilista. Es oscuro, sí. Es devastador, también. Pero en medio de la ruina absoluta hay algo que resiste: la idea de los Vengadores como concepto. No como equipo concreto, no como alineación clásica, sino como último refugio de la voluntad de vivir. El universo se reduce a un puñado de supervivientes y todos, absolutamente todos, son ahora Vengadores. No por llevar un símbolo en el pecho, sino porque no aceptan que el final sea el final.

La grandeza del guion está en cómo equilibra la épica descomunal con momentos casi íntimos. Hickman se permite destellos de humor absurdo, pequeñas chispas de humanidad en mitad del infierno, y eso hace que el golpe final duela más. Cuando llega el horror definitivo, que es mejor no desvelar para no perder la gracia del tebeo. No solo se puede sentir asco o miedo. Se llega a notar una admiración retorcida. Es la culminación perfecta de la obsesión por la mejora, por la evolución forzada, por la idea de que siempre se puede ir un paso más allá. Incluso cuando ese paso conduce directamente al abismo.

En el aspecto gráfico, lo que hacen Esad Ribić e Ive Svorcina es sencillamente brutal. Ribić dibuja este cómic como si estuviera esculpiendo lápidas para civilizaciones enteras. Cada página pesa toneladas. Hay textura, hay solemnidad, hay una sensación constante de tragedia operística. Recuerda al Alien original, a ese futuro industrial sucio y opresivo, mientras que el uso del color bebe directamente de Prometheus y Covenant, con tonos fríos, metálicos y casi religiosos. Esto no es un cómic de superhéroes al uso. Es una ópera de ciencia ficción teñida de terror cósmico.

Luego están los rediseños, auténticos regalos para los que nos acercamos a estas páginas. El traje de Spider-Man fusionado con simbionte y xenomorfo es una locura tan perfecta que duele pensar que no exista ya en todas las realidades posibles. Emma Frost empuñando una espada de diamante es una imagen tan poderosa que parece haber estado esperando décadas para manifestarse. Y la estética de ese personaje que no llamaremos por su nombre es como una blasfemia viva. Es una de esas creaciones que se quedan grabadas en la retina mucho después de cerrar el tomo.

También es cierto, que no todo es perfecto, y sería injusto decir lo contrario. La escala de la historia impide jugar con el terror más íntimo, ese “nave espacial pequeña y claustrofóbica” que define a Alien en su estado más puro. Algunas ausencias se notan. Ciertos personajes de nivel cósmico simplemente no pueden aparecer sin romper el concepto, y eso deja huecos que podemos detectar. Pero cuando llegamos al final, cuando la última batalla se libra en Marte y el precio de la victoria se revela insoportablemente alto, todo encaja. No hay triunfo luminoso. No hay fanfarrias. Solo una reflexión amarga sobre lo que significa ganar cuando ya lo has perdido todo. La derrota de David y los Ingenieros no devuelve la vida al universo, pero impide que la aniquilación continúe. En esa resistencia mínima, casi insignificante, hay una grandeza profundamente vengadora.

La edición de Panini Comics con traducción de Uriel López incluye los cuatro números originales de la serie. Además de un bonito homenaje a la figura de Jackson «Butch» Guice dibujante de Micronautas, X-Factor, Capitán América e Iron Man entre otros que falleció en mayo de 2025. Al final, «Aliens vs Vengadores» no es solo un crossover histórico por razones legales o editoriales. Es histórico porque entiende a la perfección qué representa cada franquicia y las hace chocar sin traicionarlas. Respeta el terror existencial de Alien y la épica de la Casa de las Ideas. De esa manera nace algo nuevo, algo monstruoso y hermoso a la vez. Es un cómic que te deja exhausto, que te obliga a parar un momento cuando lo terminas y pensar en lo que acabas de leer. ¿Es una obra amable? En absoluto. ¿Es complaciente? Ni de lejos. ¿Es uno de los cruces más ambiciosos, salvajes y memorables que ha publicado Marvel en años? Sin ninguna duda. Esto no es un evento más. Es una elegía por un universo muerto y una declaración de principios sobre lo que significa seguir luchando cuando ya no queda nada que salvar. Si alguna vez soñaste con ver a los Vengadores enfrentarse al horror absoluto, si creciste con octavo pasajero grabado a fuego en la memoria, o si simplemente quieres leer un cómic que no tenga miedo de ir hasta el final de la oscuridad, este tomo no es opcional. Es obligatorio. Porque aquí no se pregunta quién ganaría en una pelea. Aquí se pregunta qué queda de nosotros cuando el universo decide devorarnos. Y la respuesta, sorprendentemente, sigue siendo la misma: Los Vengadores.

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