Si los truenos pudieran escribir, sonarían exactamente como este tomo. «Thor: Tormenta divina» no es un simple rescate del pasado. Es un golpe de martillo al mismísimo yunque de la nostalgia, una descarga de pura Marvel clásica regurgitada con la energía descomunal de los titanes. Es un trueno que suena a través de eras, identidades y dos equipos creativos que, separados por décadas, acaban golpeando el mismo yunque mitológico. Por un lado, la miniserie Godstorm, donde Kurt Busiek, Steve Rude y Mike Royer reaniman la Marvel de los sesenta como si estuvieran conjurando espíritus. Por otro, los números The Mighty Thor #408 y #409, firmados por Tom DeFalco, un joven Mike Mignola, Bob Wiacek, Tom Vincent y Bob Sharen, que añaden un estruendo extra, un eco salvaje que se integra con la fuerza natural a un tebeo ya conocido.

El tomo se abre con Tormenta divina, una historia que Busiek arma como si estuviera escribiendo con relámpagos. No es una aventura lineal, ni falta que le hace. Es un viaje a través del tiempo, una tormenta que atraviesa siglos y que une a un Thor adolescente, un Thor clásico en su etapa de Donald Blake y un Thor contemporáneo escondido tras la identidad del paramédico Jake Olson. En cada tiempo, la Tormenta Divina emerge como una entidad, un espíritu meteorológico con una voluntad antigua y caprichosa. Loki, serpenteando entre líneas temporales, aprovecha su poder para tejer intrigas que huelen a edad de plata, pero con un pulso narrativo moderno.
Aquí Steve Rude no dibuja: evoca. Toma el lenguaje gráfico de Jack Kirby, lo pule, lo actualiza y lo lanza de nuevo al cielo. Los lápices chispean como brasas vivas. Los puños se mueven con la gravedad de las montañas. Los diseños parecen hablar un idioma primordial. Todo el relato funciona como un rito. Es un homenaje, sí, pero también una renovación del mito. Un recordatorio de que Thor no es solo un héroe, sino un fenómeno natural, un dios cuya presencia rompe la quietud de cualquier viñeta.

Entonces, como un trueno posterior al relámpago, aparecen los números The Mighty Thor #408 y #409. Esos relatos de Asgard, que sirven como un contraataque tan rotundo que casi parecen parte del mismo hechizo. DeFalco escribe con ese estilo directo, heroico y sin complejos que definió a la Marvel de finales de los ochenta. Thor no reflexiona, embiste. Thor no duda, ruge. Enfrentarlo a Uroc, el monstruo del Uru como si Gandalf se enfrentara al Balrog Es una fuerza imparable contra voluntad divina, músculo contra mito. Y en medio de esa locura gloriosa, Mike Mignola dibuja un Thor geométrico, sombrío, casi pétreo, como si estuviera hecho de losas rúnicas
Aunque nacidos en décadas distintas, estos dos relatos se complementan como dos partes de una misma sinfonía eléctrica. Busiek explora el peso del mito y la dimensión espiritual de Thor; DeFalco nos recuerda que, antes que todo eso, Thor es un guerrero que parte montañas. Rude invoca a Kirby; Mignola forja un dios en sombras. Tormenta divina nos lleva por la memoria del rayo y nos enseña el impacto físico del trueno. Aunque la línea cronológica de los números este invertido en la colocación en el tebeo..

La edición de Panini Comics en su línea Must Have contiene los números americanos traducidos por Gonzalo Quesada. Además, incluye un prologo de David Hernando Ortega y varios extras que explican la cronología y las lecturas complementarias que podemos ver relacionados con esta obra. El resultado es un tomo que viaja de la crónica mitológica a la batalla pura sin perder cohesión. Cada parte realza a la otra. Tras leer la epopeya de Busiek y Rude, los números de DeFalco y Mignola se sienten como una demostración práctica de aquello que el mito promete.
Al cerrar el volumen, uno entiende por qué este Must-Have es muy completo. No es solo un homenaje a una era; es un mapa de todas las eras de Thor. Un testimonio de que el dios del trueno no pertenece a un único tono ni a un único estilo. Vive entre la bruma vikinga, la ingenua grandeza de la edad de plata, el exceso ochentero y la reinterpretación moderna. Cada página es un estruendo distinto, pero todos forman parte de la misma tormenta. Porque Thor no es un personaje. Es una leyenda a través del tiempo. Es, en definitiva, Marvel en estado primitivo, chisporroteante, eléctrico.

¿Es original? No. ¿Es necesario? Totalmente. Porque no pretende reinventar nada. Pretende recordar por qué nos enamoramos del trueno en primer lugar. Cada página parece decir: “Esto es Thor; esto es mito; esto es cómic”. Es un tomo para los que llevan la nostalgia tatuada. Para los que escuchan un relámpago y piensan en la portada de Journey Into Mystery. Para los que saben que un guiño a Kirby es más que un homenaje: es un pacto con el origen de todo. «Thor: Tormenta divina» no cambia el canon, pero lo ilumina. No reinventa al dios del trueno, pero lo celebra con violencia eléctrica. Es un rugido antiguo envuelto en tapa dura moderna. Es un rayo que cruza épocas.
