Los amigatos Hachi y Maruru 2: recogida callejera

Si el primer tomo de «Hachi y Maruru» de Yuri Sonoda te dejó con ganas de adoptar a todos los gatos del barrio, este segundo volumen directamente te empuja a abrir un refugio, montar un buffet libre de latitas y coronar a Maruru como rey de la república felina. Porque este manga sigue siendo una monada absoluta, pero ahora con más humor, más aventura y más “¡qué hacen estos gatos, por el amor de Garfield!”. Maruru continúa siendo ese gatito blanco de corazón enorme y cabeza… bueno, un poco menos enorme. Es adorable, es blando, es un poema con patas y, por algún motivo, el universo insiste en ponerle pruebas cada vez más ridículas. Y Hachi continua con ese aroma de líder con un cariño especial.

Leer este manga es como asomarse a una de esas cajas de cartón donde los gatos duermen apretujados sin saber muy bien cómo caben todos. Hay humor que desborda por los bordes, hay ternura que se derrama como el sol de la mañana, y hay momentos inesperadamente profundos que se clavan suavemente, sin hacer daño, pero dejando huella. Este segundo tomo sigue la estela del primero, pero la amplía, la hace más rica, más emotiva y, sobre todo, más divertida. Hachi y Maruru continúan siendo un dúo perfecto. Uno es la fuerza silenciosa, la mirada afilada, el gato de callejón que parece que podría protagonizar un thriller noir; el otro es una bolita blanca de inocencia y torpeza que no sabe muy bien cómo funciona el mundo, pero lo enfrenta con un corazón tan inmenso que casi no le cabe en el cuerpo. Y juntos forman una extraña alquimia que convierte el drama cotidiano de los gatos callejeros en una historia llena de luz, esperanza y risas.

El tomo arranca con un pequeño terremoto. La abuela que los alimentaba deja de aparecer. Para un humano, eso puede pasar desapercibido; pero para un gato callejero es como si desapareciera de golpe el sol en pleno mediodía. De repente, el lugar donde la comida llegaba sin que tuvieran que arriesgar el pellejo se queda vacío. Cada día es más difícil llenar el estómago, y ese vacío va tomando forma de preocupación, de ansiedad y de una especie de “¿y ahora qué?” que incluso el soñador Maruru percibe. Pero lo maravilloso del manga es cómo equilibra esa angustia real con pequeñas dosis de humor tierno. Aunque la calle se les vuelve más dura, ambos siguen manteniendo esa personalidad tan marcada que hace que sea imposible no enamorarse de ellos. Maruru con su optimismo casi infantil, siempre dispuesto a creer que las cosas mejorarán, y Hachi con su estoicismo de gato que ya ha visto demasiados inviernos como para sorprenderse por nada, aunque, en el fondo, sí se sorprende, y mucho.

La captura de los dos gatos es, literalmente, una situación muy bien explicada y que literalmente nos sitúa como se puede salvar la vida a multitud de pequeños peludos. Lo maravilloso del tomo es cómo convierte esta experiencia (que podría ser tensa o triste) en una aventura casi cómica. Vemos a Maruru con cara de “¿esto es un spa? ¿nos darán golosinas?”, mientras Hachi claramente está calculando la distancia exacta para posible escape (aunque nunca llega a intentarlo). Las veterinarias los revisan con cariño, los limpian, les curan heridas viejas y nuevas. Esa escena es fantástica porque, desde la mirada de los gatos, todo parece un ritual misterioso: “¿Por qué nos acercan con un guante en la mano? ¿Por qué anotan cosas en un cuaderno? ¿Desaparecieron mis “bolitas”?” Es un recordatorio de la importancia del control y la identificación para proteger a los animales callejeros.

Por eso este segundo tomo editado por Pika Ediciones logra algo extraordinario. Equilibra lo adorable con lo reflexivo, lo gracioso con lo real. Es un manga que te hace reír con la lógica absurda de los gatos y al mismo tiempo te enseña la importancia de cuidar de los animales sin hogar. Entre travesuras, miradas tiernas y carreras torpes, el lector descubre cómo funcionan las asociaciones, cómo se implantan chips, por qué es tan fundamental la esterilización y cómo, incluso en las situaciones más difíciles, puede surgir una amistad que lo cambia todo.

Al cerrar el tomo, la sensación es preciosa. Los dos gatos ya no son simplemente callejeros; son compañeros de vida, pequeños héroes cotidianos que han aprendido a enfrentarse al mundo apoyándose el uno en el otro. Y tú, inevitablemente, quieres seguirlos en todas sus aventuras. Porque si algo demuestra esta historia es que, incluso cuando un humano te abandona, otro puede tenderte la mano. Y que un «amigato» (sobre todo si responde al nombre de Hachi o Maruru) puede convertirse en tu familia sin necesidad de palabras.

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