El término “Dédalo”, que se puede utilizar como sinónimo de laberinto, tiene su origen en la mitología griega, siendo el nombre del arquitecto ( Δαίδαλος Daídalos) que diseñó y construyó el laberinto de Creta. Padre de Icáro, fue el creador de las alas que le costaron a este último la fatal caída al acercarse al sol. Su figura, además, aparece en varias tragedias y comedias clásicas griegas, como “Dédalo y Cócalo” de Aristófanes, “Los Camicos” de Sófocles o, entre otras, “Los Cretenses” de Eurípides, pasando con el tiempo su nombre a designar, en la Grecia clásica, a cualquier artesano con pericia o a aparatos construidos con ingenio y mediante técnicas resolutivas. Trascurridas las eras, el nombre se ha seguido utilizando, como es el caso del buque que protagoniza el cómic que hoy nos ocupa: “El portaaeronaves Dédalo”, de Daniel Viñuales y Óscar Sanz, editado por GP Ediciones.

Adquirido a los Estados Unidos, primero en régimen de cesión para posteriormente ser comprado en firme, el original USS Cabot ya había navegado por las naves del Pacífico en la Segunda Guerra Mundial y el Mediterráneo en tiempos de la Guerra Fría durante dos décadas. Fue entonces, cuando tras haber sido ya “licenciado” por la armada estadounidense, cuando fue ofrecido en la década de los sesenta a España dentro del contexto del “Programa de Defensa y Ayuda Mutua” que ambos países habían suscrito.
En esa época (1967), la armada española (entonces aún “marina”) se encontraba en un momento en el que la obsolescencia de su flota era notable. Ante eso, este barco “de segunda mano” podía ofrecer el camino para la modernización. No era un barco novedoso, pero si fue la punta de lanza de nuestra armada, convirtiéndose en la joya de la corona de nuestros barcos, hasta que fue dado de baja en 1989, consiguiendo destacar, una vez ingresada España en la OTAN, en las maniobras conjuntas realizadas en 1981. ¿Los motivos y razones? La pericia y el ingenio vertido en él para convertirlo en un portaaviones pequeño pero resolutivo y funcional.

Cuando llegó a España el navío no solo cambió su nombre, sino su utilidad. Dejó de ser un barco para ser utilizado por helicópteros y pasó a portar aviones, consiguiendo maximizar sus posibilidades logísticas a la hora de lograr hacer despegar cuatro aviones en escaso tiempo. Logrando en definitiva ampliar sus capacidades y efectividad a la hora de hacer maniobras. Y todo eso se llevó a cabo gracias al ingenio de los efectivos que lo tripularon. No era una época en la que el ejercito contara con grandes presupuestos. Ni tampoco es que dispusieran en términos generales de armamento de última generación. Pero si tenían una cosa que los llevó al éxito: ingenio y pericia.
Esa es la lección que deja esta historia de éxito en el mar. Que la base de los logros está en el talento humano. Cuando los recursos tecnológicos son escasos y la tecnología disponible limitada, solo queda la pericia y el ingenio para salir adelante. Ese concepto es el que hace que el viaje que se emprende con el cómic llegue a buen puerto. Daniel Viñuales y Óscar Sanz han sabido sintetizar la historia de este portaaeronaves en la Armada Española construyendo un relato de superación: la de un ejercito que supo modernizarse sin contar con grandes presupuestos, pero lleno de hombres cargados de ingenio y afán de superación. Como, entre otros, Saturnino Suanzes de la Hidalga, Francisco Javier de Elizalde y Guillermo Salas Cardenal.

En el mismo sentido, los autores han sabido plasmar en viñetas este camino de superación llevándolo a buen puerto. Daniel Viñuales, que ya realizó su primera incursión marítima en “13 grados 13 millas” (tebeo que inaugura la colección “Armada” de GP ediciones dedicada al ejército en el mar), ha realizado un notable ejercicio de documentación para llevar a cabo el guion. Hecho que le ha permitido, además de hilvanar un relato consistente, escribir todas las conversaciones del mismo que, si bien son ficcionadas, están pegadas a los hechos que cuenta el cómic.
En lo gráfico, Óscar Sanz (“Casablanca, Madrid, París«) plasma en viñetas la ruta de superación que emprendió la Armada con el barco. Dando brío con enfoques y encuadres al relato, siempre con composiciones de página al servicio de lo que se cuenta. Sin estridencias, pero con refrescantes planos que hacen de la lectura un ágil y saludable trayecto.

Es pues “El portaeronaves Dédalo” toda una lección de actitud frente a las limitaciones de recursos es la que subyace en el tebeo, metiéndonos de lleno en una historia de superación digna de recordar. Y más en estos días de dependencia tecnológica, conviene tener siempre presente que el mayor recurso que cuenta el ser humano es y será su propio talento. Porque si los recursos son escasos, siempre queda la pericia. Ahí está este cómic como muestra.
