Perramus Integral: las verdades que nadie pudo enterrar

«Perramus» no es simplemente un clásico del cómic argentino. Es un territorio, una respiración profunda, una herida todavía abierta que los maestros Alberto Breccia y Juan Sasturain transformaron en arte, memoria y resistencia. En sus páginas se despliega un gran fresco sudamericano, un mapa donde conviven dictaduras como la chilena de Augusto Pinochet o la argentina de Galtieri, poetas, tangos, asesinos con rostro de calavera o islas de guano que parecen salidas de un delirio metafísico. Llegando a figuras míticas como Borges, García Márquez o incluso Frank Sinatra, que se pasean por esta dimensión torcida con la naturalidad de quien sabe que su rostro pertenece al imaginario popular de toda una región.

Porque este tebeo es, ante todo, un viaje. Un viaje físico, político, cultural y onírico. Un trayecto que comienza en una noche de luna llena, cuando un escuadrón de la muerte irrumpe en el escondite de un grupo de disidentes. De ese caos emerge el protagonista, un hombre que huye, que abandona a sus compañeros y busca refugio en una posada donde tres mujeres le ofrecen tres caminos: el placer, la fortuna o el olvido. Él elige lo más radical: borrar su memoria, empezar de cero, intentar reconstruirse sin la carga del trauma, como si la amnesia pudiera curar aquello que la violencia estatal ya dejó grabado en los huesos.

Ese es el nacimiento de Perramus, nombre tomado del abrigo que lleva puesto, y símbolo perfecto de un personaje que es al mismo tiempo individuo y metáfora. Un hombre sin pasado que tendrá que redescubrir su lugar en una historia hecha de represión, sangre, esperpento y una sorprendente cantidad de humor negro. A partir de ahí, Breccia y Sasturain levantan una epopeya alucinada. Conspiraciones que parecen escritas por un Borges en trance, aventuras políticas narradas con la estética de un western imposible. Persecuciones que se disuelven en niebla y trazos de tinta. Islas cuyo funcionamiento económico depende del guano. Misiones secretas dignas de una película de acción hollywoodiense. Pasando por secuencias donde lo real y lo simbólico se confunden hasta nos rendimos a la lógica de lo onírico.

Lo fascinante es que nada de esto es críptico. Perramus se lee con una fluidez sorprendente. Su ritmo invita a avanzar, a dejarse arrastrar por la aventura, a disfrutar de su mezcla de géneros. La aventura, lo policial o la sátira se unen a otros muchos para que no pierdas ni un minuto de intereses en estas páginas. Todo sin perder de vista que cada escena, cada personaje y cada delirio hablan de algo mucho más profundo. El trauma colectivo de las dictaduras en América Latina se refleja como un espejo distorsionado que llega a aterrar.

Breccia, por su parte, despliega aquí uno de los trabajos más aplastantes y experimentales de toda su carrera. Collage, aguadas, tinta, raspados, manchas, fotografías integradas, figuras que parecen disolverse dentro de sus propios contornos. El resultado es una estética que oscila entre lo expresionista y lo fantasmagórico, entre lo documental y lo inquietante. Las viñetas parecen latir. Son manchas vivas, gestos violentos, atmósferas donde cada sombra es un comentario político. Breccia utiliza la página como un arma y cada trazo es un acto de rebelión contra el olvido.

Es precisamente el olvido el corazón de la obra. No solo porque el protagonista ha renunciado a su memoria, sino porque la dictadura trabajó siempre para hacer desaparecer cuerpos, nombres, voces e historias. Perramus se convierte así en un ejercicio de resistencia cultural, un intento de reconstruir aquello que el terror (y los asesinatos) quiso borrar. Por eso Borges aparece como figura tutelar, como sabio, como cómplice. Es la literatura alzándose contra la barbarie, el relato como forma de preservar la identidad.

Los cuatro relatos que componen esta edición: “El piloto del olvido”, “El alma de la ciudad”, “La isla del guano” y “Diente por diente” se comportan como estaciones de un mismo viaje, cada una con un tono propio. Del surrealismo febril del primero al homenaje literario del segundo, de la sátira política áspera del tercero a la aventura más directa del cuarto, todos responden a un mismo impulso. Usan el cómic como un espacio de memoria, de denuncia y de imaginación radical. Por eso la edición integral publicada por Astiberri no es solo un comic. Es una recuperación histórica, un gesto político y un homenaje inmenso a dos autores que supieron transformar el trauma colectivo en un universo artístico único. Con su imponente formato de 480 páginas en blanco y negro, encuadernación en cartoné, y un tamaño generoso de 22 x 29,5 cm, el volumen llega como una edición definitiva. La editorial vasca entiende que Perramus es un clásico mundial del cómic y lo presenta como tal: grande, sólido, casi ceremonial, a la altura de la intensidad gráfica de Alberto Breccia.

Si algo demuestra este cómic es que Alberto Breccia y Juan Sasturain no solo firmaron una obra maestra, sino que construyeron un territorio creativo donde la imaginación desafía a la muerte y la dignidad humana se vuelve innegociable. Sasturain escribe con la lucidez de quien conoce el filo exacto entre la sátira y la tragedia, entre la fábula política y el delirio literario. Sus guiones son brújulas que señalan siempre hacia una verdad incómoda, incluso cuando disfrazan esa verdad de aventura imposible o de sueño quebrado. Y Breccia, gigante absoluto del lenguaje gráfico, convierte cada página en un manifiesto visual. Sus sombras no ilustran: sentencian. Sus trazos no adornan: denuncian. Su experimentación constante no busca sorprender, sino herir, despertar, recordar.

Juntos hicieron algo que pocos autores han logrado jamás: transformar un trauma colectivo en belleza devastadora. Crear un relato donde la memoria se vuelve arma, donde el humor resiste al horror, donde la poesía se mezcla con la política hasta volverse una sola respiración. Por eso esta edición integral no solo recupera un clásico: lo consagra. Reúne en un solo volumen la magnitud de un proyecto irrepetible y lo presenta con la grandeza necesaria para comprenderlo en toda su dimensión. «Perramus» sigue siendo, décadas después, un testimonio imprescindible, un acto de valentía artística y un recordatorio de que Breccia y Sasturain, cada uno desde su trinchera, hicieron del cómic un espacio de libertad absoluta. Cerrar este comic es aceptar que pocos creadores han llevado el medio tan lejos. Es entender que obras como Perramus no se leen: te atraviesan. Te transforman. Te obligan a mirar el mundo con otros ojos. Esa es la herencia de Breccia y Sasturain. Ese es el legado que siguen defendiendo estas páginas.

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