The Fable 2: luchando por no matar

Si el primer tomo de «The Fable» (ザ・ファブル) ya nos había dejado claro que este asesino es un prodigio del homicidio y un absoluto desastre de la vida cotidiana, el volumen 2 se dedica a reforzar esa verdad universal. La violencia puede detenerse, pero la torpeza social es eterna. Aquí Katsuhisa Minami convierte cada página en una especie de “manual de supervivencia” para sicarios obligados a ser buenas personas durante un año, una idea tan absurda que solo puede funcionar cuando el protagonista se la toma demasiado en serio. Porque sí, Fable sigue a rajatabla la consigna del jefe: no matar, no pelear, no mostrar tus habilidades, sé un ciudadano normal. Y claro… ¿qué hace un asesino legendario cuando intenta ser normal? Exacto: compra un periquito de lujo, adopta una pose zen permanente ante los yakuzas que quieren sacarle de quicio, y deja que su hermana Yôko se burle de él sin descanso.

Desde el principio, Fable intenta integrarse como un adulto funcional, pero lo hace con el entusiasmo y la naturalidad de un robot que ha aprendido la palabra “hola” hace cinco minutos. Camina normal, habla normal, finge miedo normal pero siempre aflora esa aura de “soy peligro puro y lo sabes” que ningún disfraz de ciudadano corriente puede tapar. Sus intentos de pasar desapercibido generan un tipo de comedia deliciosa, silenciosa y casi incómoda, que Minami maneja con la precisión de un francotirador.

La convivencia con Yôko sigue siendo una maravilla. Ella es energía desbordada, sarcasmo afilado y una afición al tequila tan desproporcionada que podría matar bacterias solo con su aliento. Él, disciplinado hasta la obsesión, hace ejercicio desnudo en el garaje como si fuera lo más normal del mundo. Ambos funcionan como un dúo humorístico involuntario. Él intentando comportarse, ella provocando caos, y juntos construyendo un hogar que parece diseñado por un diseñador de interiores especializado en “familias improbables”.

El momento mascotas es uno de los puntos más divertidos del tomo. Para parecer normales, deciden adoptar animales. Fable se enamora de un loro absurdamente caro, al que llama “Capitán” como homenaje a cierto secundario de la serie. El animal es ruidoso, chulo y completamente incapaz de comportarse. Yôko, más práctica, adopta un hámster. Entre los dos animales convierten la casa en un zoológico caótico donde cada criatura parece tener su propia agenda criminal. La comedia que surge de estas situaciones es inesperadamente tierna y salvajemente divertida. Mientras tanto, los yakuzas locales continúan empeñados en poner a prueba al supuesto ciudadano ejemplar que ha llegado a su territorio. Takahashi y su tropa de matones, convencidos de que Fable es un fraude, organizan todo tipo de provocaciones. Aquí es donde el manga alcanza momentos de absoluta genialidad. Fable finge ser débil, torpe e incluso cobarde. Su actuación es tan convincente que los matones no saben si han derrotado a un inútil o si están siendo manipulados por un genio. Ver a Fable huyendo “asustado” es de esas escenas que se te quedan grabadas porque combinan tensión, ironía y humor sin necesidad de exageración alguna.

La prueba más dura del tomo llega cuando el “jefe” decide comprobar si Fable es realmente el monstruo silencioso que dicen que es. Le presenta un objetivo: un criminal violento cuya muerte nadie echaría en falta. Este es el momento perfecto para que Fable vuelva a su vida anterior, pero él se mantiene firme. Derrota al criminal con una precisión impresionante, lo deja completamente inutilizado, y aun así se niega a matarlo. La orden de su jefe es sagrada. Remata la faena, pero la integridad y la contención de Fable generan una mezcla de respeto y sorpresa que redefine la dinámica entre ambos.

Lo impresionante de este tomo es cómo Minami consigue mezclar tensión y comedia sin que nada chirríe. Saltas de una escena de acción contenida, donde Fable analiza cada detalle como un asesino profesional, a un momento ridículo con un loro chillando como si anunciara el apocalipsis. El humor negro está ahí, sigiloso pero constante, impregnando la historia sin restarle densidad ni credibilidad.

Este segundo volumen edita por Pika Ediciones sigue la línea del primero, sí, pero también empieza a expandir el mundo y las relaciones entre personajes. Fable brilla no por lo que hace, sino por lo que se abstiene de hacer. Yôko se roba cada viñeta en la que aparece. Los yakuzas siguen siendo una mezcla deliciosa de amenaza y torpeza. Y el loro… bueno, el loro es una obra maestra en sí mismo. Al final, este segundo tomo de «The Fable» es una lectura bestial, graciosa y llena de momentos inolvidables. Es un manga que demuestra que cuando obligas a un asesino a vivir como una persona normal, lo que obtienes no es paz sino caos y eso es absolutamente delicioso.

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