Camelot 3000: Mito eterno, tebeo inmortal

“La primera vez, hace eones, era tan solo un niño, y le asombró tanto como a los demás que solo él pudiese tomar la espada.”


El otoño de 1982 trajo consigo el primer título de DC Comics realizado exclusivamente para el entonces floreciente mercado de las comics shops norteamericanas. Uno que entraría en la leyenda: “Camelot 3000”, de Mike W. Barr y Brian Bolland. Tanto por lo que cuenta como por quien lo protagoniza. El que fuera una vez rey. El que volverá a serlo cuando Inglaterra esté en un momento de extrema necesidad: El Rey Arturo Pendragón. El mayor mito medieval que ha llegado a nuestros días.

El origen de este personaje con fuerte arraigo en la cultura occidental se remonta al siglo VI y a la defensa britoromana de Gales ante las invasiones sajonas. Muchos lo señalan como un caudillo que lideró con éxito al pueblo ante estas incursiones pero la realidad histórica está envuelta en la bruma que otorga el folclore popular de aquellos años oscuros. Caldo de cultivo del mito y leyenda popular que fue, sobre su figura pivota uno de los ciclos más notables de la literatura medieval, la Materia de Bretaña o Ciclo artúrico, donde confluyen mitologías celtas con otras cristianas. Su figura hace referencia al buen monarca, justo y heroico y, en torno a él se han desplegado multitud de conceptos y personajes que, con independencia de cuando fueran incorporados, ya son indisolubles a lo que implica su mito: Excalibur, Camelot, El Santo Grial son nombres asociados a su figura. A la que han acompañado a lo largo de la historia personajes como Merlín, Ginebra, Lancelot, Gawain y, entre otros, Tristán. Mago, Reina y caballeros que forman parte de su legendaria “Tabla Redonda”. Aquella mesa en la que Arturo fue “Primus inter pares”, como buen monarca medieval.

Es pues Arturo algo más que un mito folclórico que remite a la fundación de Inglaterra. Protagonista de varios relatos de ficción tanto en la Alta como en la Baja Edad Media, su influjo se extiende por toda Europa, llegando hasta nuestros días. A lo largo de los siglos, Geoffrey de Monmouth, Wace, Chrétien de Troyes, Thomas Malory y T.H. White, entre muchos otros (algunos anónimos) han expandido su leyenda hasta nuestros días. Su presencia no ha quedado reducida a lo literario, pues siendo una figura popular, ha protagonizado películas y cómics que son ya clásicos en sus respectivos campos. Sin extendernos mucho, pues la lista es amplia, podríamos citar ejemplos notables como la película “Excálibur” de John Boorman. En nuestro querido noveno arte, anclado siempre en lo popular, el mito artúrico es la base contextual donde Harold Foster desarrolló al “Príncipe Valiente”, uno de los mayores clásicos del cómic estadounidense del Siglo XX. Del mismo modo, el “Caballero Negro” de Marvel, hunde sus raíces en la Materia de Bretaña. Si bien hay muchos más ejemplos, cabría destacar también, por frescos y certeros, “Once & Future”, la relativamente reciente serie de Kieron Dillen y Dan Mora y la que hoy nos ocupa: “Camelot 3000”.

«Hic iacet Arthurus, rex quondam, rexque futurus»


Del epitafio de Arturo, utilizado por Thomas Malory en su novela «La Muerte de Arturo» («La mort d’Arthur«) con el que bautizó TH White su reinterpretación del mito : «Once and Future King«, parte la premisa de Camelot 3000. El rey que fue, pero también el que será. Pues Arturo volverá en un momento en que Inglaterra esté en peligro. Ese momento lo sitúa Mike W. Barr en un futuro lejano: el año 3.000, cuando el planeta tierra está siendo invadido por alienígenas. Allí despertará Arturo, trayendo de vuelta con el a Melín mientras que su reina y seis de sus Caballeros de la Tabla Redonda se reencarnarán.

Pero no solo los aliados volverán a la vida. También sus más acérrimos enemigos: Morgana y Modred lideraran al adversario a batir en ese futuro imposible que nos espera en estas páginas. Uno dibujado por la maestría de un Brian Bolland en estado de gracia, que dotó de una personal e inconfundible vida propia a cada uno de los componentes de este “dramatis personae” a lo largo de los doce números que duró la serie. Donde la pericia de Bolland al lápiz se acompaño de las tintas de Bruce D. Patterson, Dick Giordano y Terry Austin, mientras que Tatjana Wood pintó con eficacia cada una de estas páginas.

Más que una reformulación, “Camelot 3000” supone una pieza más en todo lo que implica el Mito Artúrico. Visto ya con la perspectiva que otorgan los cuarenta años que separa la publicación de su ultima entrega (en Estados Unidos con fecha de portada abril de 1985, mismo año que acabó su publicación en España con Zinco), este Arturo moderno entronca con la tradición del mito, pues es fiel en esencia a éste. No solo en lo valeroso, sino también en como se presenta el héroe como personaje. Tan tridimensional como el resto del reparto, compartiendo el peso del relato, como no podía ser de otra manera, con Merlín, Ginebra y Lancelot, piezas esenciales del Mito Artúrico. Junto a ellas, Tom, un chaval de la época que sirve de conexión con el lector, y que será un caballero más. Y Tristán, que se verá atrapado en esta nueva vida en el cuerpo de una mujer, con la consiguiente tragedia de no poder amar a Isolda como solía hacer. Este fresco cambio, además de introducir de forma natural el concepto subyacente de la transexualidad, será uno de los elementos sobre los que pivote parte de las subtramas, enriqueciendo a todas luces el conjunto global del relato.

Así despliega su encanto este Camelot futurista, del que seguimos hablando de él cuarenta años después de que viera la luz por primera vez. Señal de que esta obra está a la altura del mito en que se basa y del que, pasado el tiempo, es una pieza más del mismo. Una suerte de “Materia de Bretaña” futurista, que ya es clásico del noveno arte. Una que entendemos que siempre debería estar disponible para que nuevos lectores la descubran. Por eso celebramos que Panini ya haya devuelto a la vida en sus “Archivos DC” este año, con traducción de Gonzalo Quesada. Porque en las 320 páginas de «Camelot 3000» conviene adentrarse no solo una vez, sino varias. La primera para descubrirla, las siguientes para reencontrase con uno de los tebeos más atemporales de la DC comics de comienzos de los ochenta. A la altura del legendario mito que lo protagoniza.

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