El quinto volumen del manga de «Usagi Drop» (うさぎドロップ / «Bunny Drop«) es como entrar en una casa que conoces de toda la vida y descubrir que ha cambiado, que los muebles están en un sitio diferente y que los rostros familiares han madurado de repente. La autora Yumi Unita nos enseña como Rin ya no es la niña de seis años que corría tras Daikichi en su primer encuentro. Rin ha crecido, ha florecido, se ha convertido en una adolescente que parece cargar con una sabiduría inesperada para su edad y con una responsabilidad que a muchos adultos les costaría asumir. Y Daikichi… bueno, Daikichi sigue siendo el mismo, aunque con algunas canas nuevas, un par de kilos de más y la misma torpeza entrañable que siempre lo caracterizó. Esa combinación de continuidad y cambio es, en esencia, lo que hace que este volumen sea tan fascinante y tan extraño a la vez: familiar y extraño, dulce y desconcertante.

El salto temporal de diez años es, sin duda, la primera sorpresa del tomo, y hay que admitir que golpea con fuerza. De un momento a otro, pasamos de la Rin de juegos infantiles a la Rin de quince años lidiando con exámenes, amistades complicadas y los primeros sentimientos románticos. Para quienes seguimos la serie desde sus primeros volúmenes, es un poco chocante. Sentimos que nos han arrancado años enteros de vida de la protagonista, que nos hemos perdido festivales escolares, tardes de parque, excursiones y travesuras que nos habrían permitido ver su crecimiento de forma más gradual. Sin embargo, esta decisión narrativa también abre la puerta a nuevas posibilidades. A un tipo de historia que se enfoca menos en la dinámica adorable entre un adulto torpe y una niña curiosa, y más en la complejidad de las relaciones humanas cuando las personas empiezan a crecer, a tomar decisiones y a enfrentarse a emociones que no siempre saben cómo manejar.
Aquí es donde la historia adquiere un matiz diferente, más cercano al amor adolescente y a la complicidad familiar compleja. Rin y Kouki, su amigo de la infancia, se convierten en el eje de gran parte de este volumen. Su relación es complicada, como todas las relaciones de adolescentes. Hay confusión, celos, incertidumbre, pequeñas explosiones de orgullo y momentos de ternura genuina que hacen que el lector se sienta tan partícipe como espectador. Kouki es a veces un torbellino, impredecible y testarudo, pero su evolución junto a Rin es verosímil y divertida. Observamos cómo su amistad se transforma en algo más, aunque nadie todavía se atreve a ponerle nombre. Esa tensión adolescente añade un sabor distinto a la serie. Ya no se trata solo de la cotidianidad encantadora de la vida de Rin y Daikichi, sino también de los dilemas del corazón que surgen cuando las personas empiezan a descubrir el amor por primera vez, con todo lo torpe y maravilloso que eso implica.

Mientras Rin y Kouki navegan sus sentimientos confusos, Daikichi permanece en su rol protector, pero ahora con nuevos desafíos. Su hija ha crecido y, aunque todavía depende de él en muchos sentidos, también empieza a cuestionar su mundo, a tomar decisiones que lo desconciertan y a expresar sus propios deseos, como la duda sobre ir a la universidad o cómo manejar su relación con Kouki. Daikichi debe aprender a equilibrar su amor y su guía paternal con la necesidad de dejar que Rin explore su propia vida. Algo que no siempre resulta fácil para un hombre que ha dedicado tanto tiempo y energía a cuidar de una niña que ahora empieza a convertirse en una joven adulta. Su torpeza sigue siendo entrañable, y cada intento de aconsejar o ayudar a Rin nos recuerda por qué nos enamoramos de él como personaje: es imperfecto, humano y, sobre todo, lleno de cariño sincero.
Uno de los elementos más encantadores de este volumen es cómo se mantiene la sensación de vida real, de cotidianidad japonesa, que caracteriza a toda la serie. Aunque Rin ya no es una niña pequeña y la historia aborda problemas de adolescente, los detalles de su rutina diaria, las interacciones con amigos, la escuela, los exámenes y los pequeños conflictos del hogar siguen estando presentes. Yumi Unita logra mantener un equilibrio entre la diversión, la ternura y la tensión emocional, haciendo que cada escena, por mínima que parezca, tenga un significado en el desarrollo de los personajes. Es una serie que siempre ha sabido mezclar humor, afecto y realismo de manera sutil, y en este volumen no es la excepción.

Por otro lado, hay momentos de nostalgia y melancolía, especialmente al recordar la infancia de Rin y las pequeñas rutinas que compartía con Daikichi. Esa sensación de pérdida de tiempo, de años que no pudimos ver, se mezcla con la alegría de ver cómo Rin ha crecido, cómo sus sentimientos y sus preocupaciones son más complejos y cómo su relación con Daikichi sigue siendo profunda y significativa. El lector experimenta un extraño sentimiento de continuidad y ruptura a la vez. Por un lado, los personajes han avanzado; por otro, nos queda la añoranza de esos primeros años que tan dulcemente acompañamos en los volúmenes anteriores.
En definitiva, este quinto volumen de «Usagi Drop «editado por Tengu Ediciones nos propone un tipo diferente de lectura. Ya no es la dulce comedia de los primeros años, sino una historia sobre crecimiento, emociones adolescentes y la complejidad de los vínculos humanos. Hay amor, hay humor, hay ternura, y también hay cierta sensación de pérdida por lo que no vimos. Pero, aun así, el volumen funciona porque los personajes siguen siendo entrañables, se mantiene su corazón cálido. Incluso con el salto de diez años, la historia sigue siendo auténtica y honesta en sus emociones. La relación entre Rin y Daikichi, aunque ahora más compleja, sigue siendo el eje que sostiene todo, y los pequeños detalles, los gestos cotidianos y los silencios cargados de afecto nos recuerdan por qué amamos esta serie.
