Abrir el tomo dieciséis de la Biblioteca Conan El Bárbaro, que abarca los números de Conan the Barbarian #89 al #95, es sumergirse en una racha creativa donde Roy Thomas, John Buscema y Ernie Chan no solo cuentan aventuras. Desentierran mitos, levantan imperios, despellejan monstruos y sueltan serpientes que muerden incluso a través del papel. Estos números son un descenso a los infiernos de Luxur, un ascenso por los acantilados de Abombi, una marcha sangrienta a través de tumbas gigantes, túneles malditos, aldeas arrasadas y junglas donde la ley no la dicta el acero, sino la voz de dioses olvidados.

Todo arranca con la fuga por el palacio de Luxur, una secuencia que huele a sudor, polvo y muerte. Conan, Bêlit y Zula atraviesan pasadizos subterráneos que parecen tragarse la luz, mientras detrás los guardias de Stygia dudan no por cobardía, sino porque hay algo peor que Conan en esos túneles. Una sombra con forma de hombre y un anillo de serpiente en su mano. Thoth-Amon hace su entrada en la historia no como enemigo directo, sino como una presencia inevitable, como la primera vibración de un terremoto que todavía no ha llegado, pero ya está anunciando que destruirá ciudades enteras. El trío cae en la trampa hipnótica de un monstruo imposible y Conan, con ese instinto de bárbaro que nunca falla, reconoce el olor del mal. Es el pariente lejano del engendro al que ya se midió en números anteriores. La pelea es pura barbarie. Zula estrangulado por las espiras, Bêlit tambaleándose entre sueño y muerte y Conan entrando como un animal rabioso para arrancar la victoria de las fauces del abismo.
Cuando parecen haber escapado, descubren algo peor: Personajes engañosos, miméticos, sibilinos y capaces de adoptar la forma de cualquier ser humano. Es uno de esos momentos donde Conan sabe que lo que tiene delante no se mata solo a espadazos: exige memoria. Exige historia. Exige recordar la sagrada frase que aprendió de Red Sonja: “Ka Nama Kaa Lajerama”. Un mantra que es como ácido para los hombres serpiente. La escena es brillante: Conan obligando a Bêlit y Zula a decir las palabras, dudando, aferrado al único método infalible para distinguir amigo de enemigo. El número cierra como una explosión: barcos robados, túneles infestados, magia antigua y la primera aparición sólida de Thoth-Amon como villano recurrente. Sientes que una guerra está comenzando… pero aún no sabes contra quién.

De los números de Conan the Barbarian #90 al #95, Roy Thomas, John Buscema y Ernie Chan construyen un arco que transforma una simple travesía por la Costa Negra en una epopeya cargada de mito, selva y destino. Thomas, en pleno control del ritmo y la continuidad, guía a Conan y Bêlit desde una aventura clásica de tumbas y gigantes hasta un conflicto profundamente enraizado en la espiritualidad primigenia del mundo hiborio. Buscema, con su trazo majestuoso, multiplica la escala de cada escena; Chan, con sus tintas densas, convierte cada sombra en amenaza. El #90 actúa como un puente mítico. Una tumba de gigantes abierta por un terremoto, un coloso reanimado y una avalancha de murciélagos que sirve tanto de atmósfera como de arma narrativa. Aquí el equipo creativo demuestra cómo puede mezclar aventura pulp, horror ancestral y dinamismo gráfico sin perder coherencia. El gran giro llega en el #94. Conan y Bêlit regresan a la Costa Negra para encontrarla devastada. Aldeas arrasadas, tribus sometidas y el rey Ombassa reducido a una sombra.
Thomas introduce entonces a Ajaga, un exiliado convertido en tirano gracias al poder prohibido de controlar animales en nombre del dios Jhebbal Sag. La selva adquiere personalidad. Buscema la dibuja como un laberinto viviente, lleno de ojos, dientes y espíritus inquietos. La emboscada final con Conan cayendo al vacío y Bêlit capturada es un ejemplo perfecto de cómo Thomas sabe cerrar un número con un golpe dramático preciso. En el #95, todo renace. Conan sobrevive a la caída y se encuentra con Sholo, el león de Amra, en una de las escenas más simbólicas del ciclo. La alianza entre hombre y bestia no es solo emocional. Es una declaración de que Ajaga no controla toda la selva, por muy brujo que sea. La aparición del anciano G’chambi, guardián del símbolo de Jhebbal Sag, añade una capa de mitología que Thomas maneja con maestría. Además, el ataque abrupto del dinosaurio permite que Buscema y Chan se diviertan dibujando violencia cruda sin perder el tono épico.

La edición de Panini Comics, en su línea de Biblioteca Marvel, mantiene el nivel de números anteriores. Un tomo de 160 páginas en rústica con solapas. incluye una cuidada traducción de Joan Josep Mussarra y Gonzalo Quesada, boletines de redacción originales, abundantes extras y un epílogo de Helio Mira que contextualiza los ómnibus y el resto de formatos que se publican de esta serie. Por eso estos números de «Conan El Bárbaro» no son solo un conjunto de aventuras. Son una metamorfosis, el paso natural desde las intrigas de Stygia hacia una epopeya selvática de dioses olvidados, hombres-animales, tiranos ungidos por la magia y una Bêlit cada vez más hundida entre la superstición, la ambición y la tragedia inminente. Entre los túneles malditos de Luxur, la tumba de los gigantes y el ascenso del Rey Bestia de Abombi, Conan no solo sobrevive. Se endurece, se vuelve más oscuro, más astuto, más consciente de que en el mundo hiborio no existe “el peor enemigo”. Siempre puede aparecer uno peor. Aquí aparece. Ya lo has visto. Y lo mejor: aún no ha terminado.
