Azul: el hada de pinocho. La magia contra la muerte

Hay tebeos que parecen flotar, que al abrirlos huelen a cielo limpio y a recuerdos felices. «Azul, el hada de Pinocho» (Turchina), de Elena Triolo, es uno de esos pequeños milagros en papel. Una obra que se lee con los ojos, pero sobre todo se siente con el corazón. No es un cuento sobre hadas, sino sobre una niña real que las inspiró. No habla de magia inventada, sino de esa otra magia más silenciosa y profunda que nace de la bondad, la curiosidad y el cariño sincero.

Giovanna Ragionieri era la hija del jardinero de una villa en la Toscana. Una niña despierta, luminosa, que corría entre rosales y libros sin saber que su risa iba a quedarse grabada en la memoria de un escritor. Carlo Collodi, que pasaba allí los veranos junto a su hermano Paolo, encontró en ella algo que todos los adultos perdemos un poco con el tiempo: la mirada limpia del asombro. De ese encuentro nacería el Hada Azul. Un símbolo de esperanza y ternura en Pinocho. Y un siglo después, Elena Triolo rescata ese hilo casi invisible y lo convierte en un tapiz de vida, amistad y arte.

La autora escribe y dibuja con una delicadeza que emociona. Sus páginas parecen susurrar, llenas de líneas suaves y colores que respiran. No hay grandilocuencia ni artificio, sino un pulso íntimo muy humano. Triolo dibuja como quien acaricia una historia que ama demasiado para soltarla. Cada viñeta tiene algo de recuerdo y algo de presente, algo de historia y algo de cuento. Y entre todas, Giovanna camina, crece, se enamora de la vida, atraviesa guerras, pierde y gana, envejece y pasa lo inevitable. Pero nunca deja de brillar con esos toques azulados que tenían sus mechones rubios de su pelo y que Collodi supo ver en ella.

Lo más hermoso es cómo Elena Triolo consigue que la ternura no empalague y que la nostalgia no duela. Su relato está lleno de alegría serena, de cariño por los detalles cotidianos: una taza de té, una flor que se abre, una mirada que lo dice todo o un ramillete de rosas recién recogidas. Hay tristeza, claro, porque el tiempo pasa y los cuentos no siempre tienen finales felices. Pero aquí el final no es una pérdida, sino una transformación. Giovanna no desaparece. Se convierte en un símbolo, en una chispa que sigue encendida cada vez que alguien abre Pinocho.

El dibujo de Triolo, con su trazo limpio y sus colores suaves, tiene la frescura de los álbumes ilustrados clásicos y la sensibilidad de las historias contemporáneas. Es un estilo que transmite calma, belleza y verdad. Los azules, omnipresentes, pero nunca excesivos, tiñen las páginas como si fueran respiraciones del alma. En ellos habita la luz de Giovanna, esa tonalidad mágica que simboliza tanto la inocencia como la esperanza.

Liana Editorial ha publicado esta joya en una edición preciosa, con papel de tacto cálido y una traducción impecable de Marta Tutone, que conserva toda la melodía del original italiano. No es una obra ruidosa ni ambiciosa. Es, sencillamente, perfecta en su humildad. Se nota que cada decisión editorial está guiada por el deseo de mantener intacto ese tono de cuento atemporal. Lo que más conmueve, sin embargo, es el tono vitalista del comic. No es una elegía, sino una celebración. Celebra la amistad que cambia vidas, la infancia que nos enseña a mirar, la memoria que nos recuerda quiénes somos. Celebra el poder de la imaginación, esa fuerza secreta que convierte lo cotidiano en eterno. Triolo nos recuerda que todos, en algún momento, hemos tenido un Hada Azul que nos empujó a creer en nosotros mismos: un amigo, un maestro, un abuelo o una buena historia.

Por eso, cuando cierras el libro, te queda una sensación hermosa, como si hubieras vuelto de un viaje corto pero luminoso. No hay lágrimas, sino una sonrisa. Una sonrisa que mezcla gratitud y ternura. Es un tebeo que te deja mejor de lo que te encontró, y eso no se puede decir de muchos. Giovanna Ragionieri vivió una vida sencilla, pero su bondad se volvió inmortal gracias a un escritor que supo mirar más allá. Ahora, gracias a Elena Triolo, vuelve a vivir en cada lector que se asoma a sus páginas. Porque las hadas, ya lo sabemos, no mueren: se transforman en historias. Y esta, la de «Azul, el hada de Pinocho», es una de las más dulces, cálidas y humanas que vas a leer este año.

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