Biblioteca Marvel Los Vengadores volumen 10: debutando a lo grande

El décimo tomo de la Biblioteca Marvel de Los Vengadores es una fiesta superheroica con aroma a papel envejecido y dinamita creativa. Nos transporta a esa segunda mitad de los sesenta en la que Marvel ya había dejado de ser el experimento loco de Stan Lee y Jack Kirby para convertirse en una maquinaria imparable de imaginación, músculo y melodrama. Aquí, Roy Thomas ya se ha ganado su asiento en la mesa de los grandes, John Buscema comienza a desplegar un dibujo que es pura sinfonía anatómica y el grupo de Los Vengadores, que hasta hacía nada parecía un club social de superhéroes sin rumbo, se consolida como el eje en torno al cual gira todo el universo Marvel.

La historia arranca con un número histórico: el #52 de la colección original, donde Pantera Negra se une oficialmente al equipo. Su entrada no podría ser más legendaria. Llega a la Mansión de los Vengadores, la encuentra a oscuras, se cuela con toda la elegancia de un gato con doctorado en sigilo y acaba siendo acusado de asesinato múltiple. Eso se llama una buena bienvenida super heroica. Roy Thomas utiliza este enredo como excusa perfecta para presentarlo ante los lectores y, de paso, dar inicio a una saga que introduce a un nuevo villano. El Segador es un tipo con una guadaña tecnológica con un look que parece sacado de un desfile de Halloween y una ligera tendencia a mirar torcido. A pesar de ello, la historia funciona de maravilla. Thomas combina el suspense con la acción y Buscema convierte cada viñeta en una demostración de poderío gráfico. Su Pantera Negra es pura elegancia felina, una figura que combina la nobleza de un rey con la tensión de un atleta, un héroe cuya mera silueta basta para llenar la página.

A continuación, el tomo se lanza a lo grande con uno de los primeros cruces entre franquicias de Marvel. El enfrentamiento entre Los Vengadores y la Patrulla-X, con Magneto manejando los hilos desde las sombras. Todo comienza con los mutantes atrapados, un Ángel en busca de ayuda y un Magneto que decide sembrar el caos manipulando a los héroes más poderosos de la Tierra. Lo que sigue es una batalla de egos, poderes y poses gloriosas. Thomas todavía está tanteando cómo hacer que todos hablen sin sonar iguales, pero su sentido de la escala y su instinto para el conflicto hacen que la historia vibre. Y Buscema, claro, se sale. Cada página es un ballet de acción. Las peleas se sienten como tormentas con coreografía. Cada puñetazo, cada salto o cada rayo tiene el peso de lo inevitable. Pero el gran plato fuerte llega con la aparición de los nuevos Señores del Mal. Una encarnación del mal en grupo con un plan tan descabellado como peligroso. Quieren infiltrarse en la Mansión Vengadora y reducir al equipo desde dentro.

Roy Thomas demuestra aquí su madurez y su capacidad para orquestar una trama llena de engaños, traiciones y redenciones exprés. Tenemos al Fundidor, a Klaw, al Hombre Radiactivo, al Caballero Negro y a la misterioso Capucha Escarlata (una figura que parece salida de una pesadilla de ciencia ficción Pulp). Thomas condensa en apenas unas páginas una cantidad de información que en manos de otro autor habría ocupado seis números: flashbacks, alianzas rotas, traiciones repentinas y la inevitable redención del Caballero Negro, que pasa de sospechoso a salvador casi sin despeinarse. Es un relato ágil, vibrante, con un ritmo que no decae ni un segundo, y que termina en un punto de los que hacían que el lector de 1968 corriera a la tienda la semana siguiente. Se revela un secreto que haría cambiar el universo de los Vengadores y del cualquiera que estuviera en la Tierra 616.

El tomo incluye además una historia centrada en el Caballero Negro, escrita también por Thomas y dibujada por Howard Purcell, que funciona como interludio y como exploración del linaje heroico. Dane Whitman viaja al castillo familiar y allí se encuentra con su antepasado, el Caballero original, quien le entrega la Espada de Ébano tras una prueba mística. Es un relato con sabor a leyenda artúrica, lleno de ecos góticos, y sirve para dar un tono de mito clásico al conjunto. Y como colofón, una pieza corta de humor absurdo sacada de Not Brand Echh, dibujada por Gene Colan, que hoy resulta tan delirante como entrañable. Es el testimonio de una época en la que Marvel se permitía reírse de sí misma con una libertad que ni las grandes editoriales actuales se atreven a imitar.

La edición de Panini Comics con traducción de Francisco Reina, Gonzalo Quesada y Rafael Marín es impecable. Además, incluye el correo original de los lectores, un epílogo de Roy Thomas que actúa como carta de amor a su propia obra y un artículo de Lidia Castillo que contextualiza la etapa con detalle y cariño. El resultado es un tomo que no solo recopila cómics, sino que preserva un pedazo vivo de la historia del medio. Es que este decimo tomo no se limita a entretener. Muestra la transformación de una serie que por fin encuentra su identidad. Los Vengadores son una familia disfuncional que mezcla la tragedia, el humor y la épica con una naturalidad asombrosa. Aquí se siente el germen de lo que vendrá: Ultrón, la Visión, los grandes dramas del grupo y esa sensación de que los héroes también pueden fallar, equivocarse, reconciliarse y volver a levantarse.

Cerrarlo deja una sensación extraña. La de haber asistido a una reunión de dioses, pero en bata y zapatillas. Los diálogos son un poco rimbombantes, los villanos pecan de teatralidad y la lógica argumental a veces se va de vacaciones. Pero nada de eso importa, porque lo que transmite este tomo es pura energía. Es el rugido de una era que todavía creía que los cómics podían cambiar el mundo a base de imaginación y tinta. En definitiva, este decimo tomo de la «Biblioteca Marvel de Los Vengadores» es el tipo de cómic que te recuerda por qué empezamos a leer superhéroes. Donde en cada página, entre golpes imposibles y discursos heroicos, aún late la promesa de que juntos siempre podrán salvar el mundo.

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