The Fable 1: Retiro forzado

Imagínate ser el mejor asesino de Japón. No uno de esos sicarios melodramáticos que lloran por sus víctimas o dejan una rosa sobre el cuerpo: no, el mejor. Preciso, frío, clínico. Te llaman The Fable, porque ya ni siquiera eres una persona, eres un mito que circula entre los bajos fondos como una historia contada en susurros. Has hecho desaparecer a docenas de enemigos de los yakuza, con la serenidad de quien se cepilla los dientes. Y justo cuando estás en tu mejor momento, tu jefe te mira, enciende un cigarrillo y te suelta la frase más peligrosa que puede escuchar un asesino: “Tómate un año libre. No mates a nadie. No te metas en líos”. Con eso arranca «The Fable»((ザ・ファブル) / The silent-killer is living in this town), de Katsuhisa Minami, un manga que es mitad comedia costumbrista, mitad retrato del vacío existencial que deja el fin de la violencia. Porque lo difícil no es matar, lo difícil es vivir.

Akira Satō (nombre falso) obedece. Coge su pistola, su bolsa con cincuenta millones de yenes y a su compañera Yōko, una conductora con más sarcasmo que paciencia. Juntos se mudan a Osaka bajo la tapadera de ser hermanos. Con una misión imposible, intentar sobrevivir un año sin matar a nadie. Aquí es donde viene la ironía. El asesino más eficiente de Japón se enfrenta a su mayor enemigo: la vida cotidiana. Fable no sabe cómo se comporta un civil. No sabe cómo socializar, ni cómo reírse sin parecer que planea un asesinato. Compra comida como quien entra en territorio enemigo. Se sienta en un bar y vigila las salidas. No sabe qué hacer con las manos cuando no empuña un arma. Sin embargo, intenta cumplir la orden. Al fin y al cabo, el jefe lo ha dicho: ni un solo cadáver en un año.

Lo gracioso es que Minami convierte este drama potencial en una comedia brillante. El humor de este manga no viene de los chistes, sino de las situaciones absurdas. Fable es un hombre que puede acabar con diez rivales en segundos, pero se bloquea ante la pregunta “¿a qué te dedicas?”. Su intento de adaptarse a la vida civil tiene la misma tensión que un tiroteo. Cuando se ríe viendo a su cómico favorito, Jackal Tomioka, su risa es tan perturbadora como entrañable. Es un sicario que descubre el placer de las cosas pequeñas. Los programas de televisión, las bebidas baratas, la gente corriente que no tiene que mirar por encima del hombro. Pero lo hace con la misma intensidad con la que antes mataba. Yōko, su compañera y ahora “hermana”, es el contrapunto perfecto. Ella sí entiende la ironía de la situación y parece tomarse el año sabático como unas vacaciones merecidas. Mientras Fable estudia cómo parecer normal, ella sale a beber y trata de construir una vida fuera del crimen. En cierto modo, Yōko es el espejo humano que Fable necesita para no volverse loco. Su relación está llena de pequeños momentos cómicos, como cuando ella intenta enseñarle a sonreír o a comportarse en público. Él lo intenta con disciplina militar, pero cada gesto le sale forzado, casi amenazante. La comedia nace justo de ahí. Ver a alguien tan inhumano esforzándose en parecer humano.

En el aspecto gráfico, Katsuhisa Minami dibuja con un realismo casi fotográfico, alejado del estilo convencional del manga de acción. Los rostros están llenos de líneas, sombras y arrugas. Los ojos no son grandes ni expresivos, sino pequeños y cansados, como los de alguien que ha visto demasiado. Hay una crudeza en su trazo, una textura casi documental. No hay romanticismo en la violencia. Los golpes son secos, las armas son reales y el silencio entre escenas pesa más que cualquier explosión. Pero cuando llega el humor, es puro contraste. Minami logra algo muy difícil, que una conversación banal tenga la misma tensión que un asesinato y que una broma se sienta tan peligrosa como un disparo.

El primer tomo funciona como un prólogo, un manual de supervivencia para asesinos en paro. Nos presenta a Fable y a Yōko, a los yakuza que los acogen en Osaka y a un entorno donde todo parece una trampa. Hay cámaras en la casa, hay sospechas, hay tensiones que se intuyen bajo la superficie. Pero lo que más engancha no es la trama criminal, sino el retrato psicológico del protagonista. Fable no es un monstruo, es un hombre sin propósito. Alguien que ha pasado toda su vida obedeciendo órdenes y que ahora no sabe qué hacer con su libertad. Esa contradicción lo humaniza. Lo vemos aprender a cocinar, a comportarse, a existir sin disparar. Y de forma extraña, empezamos a admirar su esfuerzo.

La edición de Pika Ediciones hace justicia al material. Buena encuadernación, traducción fluida de Sergi Pérez y una presentación cuidada. Pero más allá del envoltorio, este manga llega a España como una rareza necesaria. Es que en estas 192 páginas no trata de matar. Se trata de no hacerlo. De cómo un hombre que ha hecho del asesinato su arte debe aprender el arte mucho más difícil de no usarlo. De cómo la calma puede ser más peligrosa que la violencia. Katsuhisa Minami retrata ese proceso con una mezcla de humor negro y ternura. Nos reímos de Fable, sí, pero también nos reconocemos en él. Todos fingimos ser normales, todos seguimos instrucciones para encajar en una sociedad absurda. Solo que, en su caso, un error no cuesta una bronca, cuesta una vida. Así que, si buscas un manga distinto, entre el suspense y la comedia más incómoda, «The Fable» es una joya. Es un retrato del silencio después del disparo. Del asesino que descubre que el aburrimiento puede ser peor castigo que la muerte. Un manga donde el peligro no está en el gatillo, sino en el supermercado, en el bar o en la risa forzada frente a un desconocido. Fable puede sobrevivir a balas, pero ¿podrá sobrevivir a la normalidad? Ahí está el verdadero suspense.

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