Giallo Rojo: navidad, siniestra y sangrienta navidad

El rojo es un color ya asociado a las fechas navideñas y a uno de los seres fantásticos que la protagonizan: Papa Noel o Santa Claus. Si bien ese color se adoptó a lo largo del siglo XX por la efectivas campañas publicitarias que llevó a cabo una conocida marca de refrescos (antes su traje era verde), la tradición de Santa Claus se remonta y entronca con San Nicolás de Bari (Patara, Turquía, 15 de marzo de 270-Mira, Turquía, 6 de diciembre de 343). Obispo de Mira que vivió en el siglo III, de la generosidad que practicó con los niños más desfavorecidos nace la leyenda de Santa Claus. Entre sus muchas acciones, la más recordada fue que pago las dotes de tres niñas pobres a su padre para que se pudieran casar. De no haber contado con esos recursos, a las niñas no les quedaba otro destino que la prostitución.

Esta anécdota ha pervivido a lo largo de los siglos con independencia de que sea cierta o no. Revelando, además, que en la tradición cristiana navideña puede haber, entre tantos buenos sentimientos, aspectos más oscuros y siniestros. Hecho que ocurre, si nos paramos a analizarlas detenidamente, en cualquier tradición que celebre el solsticio de invierno o el fin y comienzo de un ciclo. Al fin y al cabo, lo bueno solo puede reconocerse en contraste con lo malo. Aunque con los años, en ocasiones, por simplismo, solo se ponga en foco en la parte más luminosa, lo oscuro permanece. Y en ese sentido, el especial navideño de Giallo que editó en castellano Leviathan Labs las pasadas navidades, “Giallo Rojo” (“Giallo Rosso”) nos recuerda que hasta en los contextos más aparentemente confortables puede aparecer el horror.

De San Nicolás a Santa Claus pasando por la Befana italiana, todas estas figuras del folclore popular alimentan estas páginas, en una influencia convenientemente retorcida y enfocada hacia lo siniestro. Para completar el póker, un recuerdo a lo que el candor infantil no ve, aunque permanezca latente en los juegos de ilusión que encandilan a los pequeños.

Esos cuatro pilares sostienen las 68 páginas de Giallo Rojo, que se abre con una particular revisión de San Nicolás de Bari, a cargo de Massimo Rosi y Bernardo Anastasio, en “La Noche de las Bestias”. Bañado del detallista dibujo de Anastasio, la vuelta de tuerca que aplica Rosi resulta efectiva en apenas pocas páginas, pues la brevedad es otra de las señas de identidad de estos pequeños relatos. Pero lo fugaz no tiene porque ser liviano, como queda patente en esta historia y en las tres que le suceden.

Del mismo modo, “El amable señor Paolo”, de José Luis Vidal y Ricardo Plástiko, nos retrata a un psicópata de manual que va de pueblo en pueblo entreteniendo a los niños con sus marionetas. Desplegando su magia, pero también usando como materia prima a todo aquel infante que tenga demasiada curiosidad. Y ya sabemos que le pasó al gato curioso…

El ajuste de cuentas, en la mejor tradición de premiar los buenos comportamientos y castigar las malas acciones, es el motor de la siguiente escala del tebeo: “La Resplandeciente”, de Buono Legnani y Andrea Arcari, en una trama donde la contundencia con los malvados deja una sensación tan tétrica como efectiva.

Cierra el especial “El hombre del Carbón”, de Sylvia Devereux y Matteo Gennai, donde se nos presenta un trasunto tenebroso de Santa Claus perpetrando atrocidades durante “la noche de paz”. No será, en esta ocasión, una noche de amor, pero un siniestro rojo sangre teñirá estas viñetas, aunque se nos presenten en blanco y negro.

Esos son los cuatro puntales que sostienen este especial, cuya portada, a cargo de Patrick Piazzalunga, sintetiza lo que espera en su interior: una mirada al horror ancestral, surgidas de retorcer lo todo lo bueno de esas fechas tradicionales tan señaladas. El encanto carmesí que desprende este “amarillo” conviene degustarlo. Da igual la fecha del calendario que sea, “Giallo Rojo” puede sobrecoger cualquier día del año. Aunque sin duda, en fechas navideñas se antoja una lectura ideal, por esa dicotomía que entraña lo subversivo y lo tradicional que late en sus páginas. Recordándonos que el mal puede estar en cualquier parte, hasta en los jardines metafóricos de buenos deseos que son las fiestas de fin de año.

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