
En el género de superhéroes, en ocasiones, para ofrecer algo fresco es necesaria la presencia de personajes nuevos que no lleven a sus espaldas el legado de décadas de existencia. Sangre nueva que permita, partiendo de nuevos parámetros, adentrarse en pastos más fértiles. Esos que se nutren del contexto en el que se crean. Obviamente, en el camino se tomaran elementos y recursos propios del género pero la esencia partirá de otras premisas más concretas que la eterna lucha del bien contra el mal.
s el caso de “The Holy Roller”, el cómic de Rick Remender, Andy Sandberg, Joe Trohman, Roland Boschi y Moreno Dinisio que acaba de editar Norma. En él nos espera un nuevo superhéroe, uno que derriba a los malos con sus bolas y en este tebeo, a modo de bautismo de fuego, se nos narra su origen e historia. Esta es la de un joven que vuelve a su hogar en Ohio después de años habiendo estado por el mundo. Pero su ciudad ha cambiado, ahora el ambiente es más tenso, cargado de odio. Mucha gente busca chivos expiatorios al contexto económico y social, colocando a los diferentes en el punto de mira. En el otro lado del frente, los valores extremistas conservadores pastorean a sus huestes para “conservar su cultura”. Pero nadie contaba con que serán derribados por las bolas de “The Holy Roller”.

Esta premisa, que bebe de igual modo de los cánones del género superheroico como del contexto social actual estadounidense, sirve para conformar un blockbuster que esconde mucho más entre sus viñetas. Pues una de las motivaciones que llevaron al trio guionista a escribirlo fue responder de alguna manera al auge extremista que inunda Estados Unidos. Así surgió la colaboración entre Rick Remender (“Escape”, “Clase Letal” o, entre otras, “Los Sacrificadores”) con el cómico y actor Andy Samberg y Joe Trohman, cofundador de la banda Fall Out Boy.
La mayoría de creaciones tienen un contexto que sirve como motor para su nacimiento, y en “The Holy Roller” éste es muy nítido: todo el extremismo que recorre la actualidad. Frente a el nace este héroe que derribará todos esos prejuicios y odios como si fueran bolos. Pero que nadie busque un tono solemne en estas paginas, pues lo que cuenta lo hace mediante el ingenio y muchos golpes de humor, sazonados con acción contundente. De este modo, elementos clásicos del género de superhéroes se utilizan de forma natural, con una finalidad doble: homenajear y parodiar al mismo tiempo y como catalizador para confrontarlos con posturas extremistas.

El resultado queda fresco en unas páginas que fluyen mientras te adentras en esta desquiciada aventura. Una que se sostiene en dos pilares fuertes. El primero reside en la fortaleza de unos diálogos frescos y certeros, que fluyen por la trama de forma natural. El segundo es el apartado gráfico, donde un resolutivo Roland Boschi nos conduce con una narrativa gráfica más que resolutiva. De las que se quedan en la retina y guían con eficacia la mirada de quien lea el volumen. Para ello, el color de Moreno Dinisio aporta la vitalidad cromática que precisa este irreverente blockbuster en viñetas. Uno que, como digo, más allá de lo desquiciado que supone un primer vistazo, esconde la miga del alegato contra la intolerancia.

Publicado en Estados Unidos por Image y el sello de Remender, Giant Generator, Norma se ha encargado de traerlo las librerías españolas en una edición en rustica de 280 páginas en las que la traducción de Hernán Migoya tiene un acertado papel determinante, pues se ha encargado de trasponer localismos en la traducción que potencian el efecto de la lectura, consiguiendo no solo mantener en espíritu original del texto, sino fortalecerlo. Así rueda en castellano “The Holy Roller”, describiendo una trayectoria impoluta de buen entretenimiento. Ese que se construye desde las migas de la realidad pero que no olvida divertir a quien lo lee. Puede parecer un tebeo menor a priori, pero tras su lectura y por lo que espera en sus páginas, queda la sensación de haber tenido una fresca aventura. De esas que demuestran que, en el género superheroico, si hay creatividad aún quedan cosas solventes por decir.
