En plena ola de calor neoyorquina, cuando el aire se puede cortar con cuchillo y las calles de La Cocina del Infierno huelen a sudor, perfume barato y violencia contenida. Matt Murdock vuelve a ponerse la máscara roja pero esta vez no para enfrentarse a ninjas ni mafiosos, sino a los fantasmas de su pasado. Desde ahí parte la historia incluida en el tomo llamado «Daredevil: Padre». Un relato que arde desde la primera página y que, más allá del misterio policíaco. Se mete de lleno en las entrañas del Diablo Guardián. Publicada originalmente entre 2004 y 2006, esta miniserie de seis números marcó el regreso triunfal (y muy personal) de Joe Quesada. Quien no solo dibuja con su estilo característico, sino que también escribe, firmando un cómic que mezcla thriller, noir y drama familiar con sorprendente naturalidad.

Lo primero que hay que decir es que Quesada no se anda con rodeos. Nos presenta un Nueva York abrasado por el sol, en el que un asesino en serie anda suelto, arrancando ojos a sus víctimas como si fueran trofeos macabros. Y mientras Daredevil investiga, Matt Murdock, el abogado con el radar más potente del cómic, se ve envuelto en un caso legal especialmente turbio. Negligencia laboral, violencia doméstica y una víctima que esconde secretos entre cada hematoma. Como suele ocurrirle, Matt se involucra demasiado. No sabe no hacerlo. Cada mentira que capta con sus sentidos, cada grieta en las palabras de su clienta Maggie, le empuja más adentro de un agujero del que no hay salida fácil.
De ahí que la primera gran virtud de este tebeo es que entiende a Daredevil desde su humanidad, no desde su máscara. No se centra tanto en la acción superheroica (que la hay, y es espectacular), sino en cómo Matt Murdock se desborda. Cómo su empatía, su rabia y su incapacidad para desconectarse le hacen tomar decisiones impulsivas, equivocadas, dolorosamente humanas. Quesada juega con esa dualidad. El héroe implacable y el abogado que se derrumba cuando la realidad le supera. Y lo hace con un ritmo preciso, dejando que la relación entre Matt y Maggie se desarrolle con calma, primero con sospecha, luego con cercanía, finalmente con una tensión que explota cuando todo se conecta con la trama del asesino en serie.

Lo que consideraríamos la base o el lugar donde todo sucede, Quesada lo maneja a la perfección. La ola de calor no es un simple fondo. Es un personaje en sí misma. Cada página parece irradiar bochorno, cada diálogo suda incomodidad. El barrio se muestra como un hervidero de miseria, desesperación y recuerdos familiares. No hay escapatoria. Solo alguien nacido allí, como Matt, podría resistirlo. Es esa asfixia la que potencia el drama. Matt no puede huir de su barrio, ni de sus recuerdos, ni de su padre. “Batallador Jack” Murdock está presente en cada sombra, en cada golpe, en cada error que comete su hijo.
En el aspecto gráfico, Quesada está en plena forma. Con Danny Miki entintando con precisión quirúrgica y Richard Isanove en la paleta de color. Todos nos entregan un cómic que mezcla la espectacularidad heroica con el dramatismo noir. Hay splash pages iniciales que son auténticos posters. Daredevil erguido sobre los tejados, musculoso, atormentado, reconocible en un solo trazo. Sí, hay algunos excesos anatómicos y composiciones extremas que a veces entorpecen la lectura, pero en conjunto es potente y muy personal. Se nota que Quesada conoce cada rincón del personaje, que no está “dibujando” al “cuernecitos”. Está revisitando a un viejo amigo.

El desenlace es, quizás, el punto más discutible de la miniserie. Como en muchas historias, cerrar el misterio sin recurrir a un giro forzado es difícil. Quesada opta por una resolución que puede parecer algo tramposa. Sin embargo, lo que viene después es lo que de verdad importa. Un final que golpea directo al corazón, una reflexión sobre lo que significa ser padre, sobre el legado que se deja a los hijos y sobre la luz imperfecta que unos hombres intentan proyectar en un mundo lleno de sombras. Y es aquí donde Padre se vuelve profundamente personal. Joe Quesada escribió esta historia mientras su propio padre agonizaba. Podría haber caído en la trampa de convertir el cómic en un memorial indulgente, pero en lugar de eso logra fundir lo íntimo con lo heroico de forma elegante. No está contando “su historia”, está usando su experiencia para enriquecer la de Daredevil, para darle un matiz nuevo a un personaje que ya había sido contado mil veces. Y sorprendentemente, funciona. Además, Quesada introduce a un personaje clave. Un millonario activista que, como Matt, quiere limpiar el barrio, pero a su manera. Él también hereda un legado. El de un padre asesinado, con una fachada de héroe y un trasfondo podrido. Su cruce con Daredevil no es un enfrentamiento épico de puños, sino de ideologías, de heridas mal cerradas, de formas distintas de responder al dolor. Es un espejo distorsionado que amplifica el tema central. Todos somos hijos de alguien, y todos llevamos ese peso de maneras distintas.
La edición de Panini Comics en la colección Marvel Must-Have es, además, un auténtico lujo para los que disfrutan tener los clásicos modernos de Marvel. La traducción de Gonzalo Quesada aporta un plus de solidez. Mantiene el tono áspero y directo del guion original, cuidando especialmente los matices legales y los diálogos cargados de violencia contenida que marcan el ritmo de la obra. Además de los seis números americanos se incluyen bocetos de portadas, procesos de creación y también multitud de imágenes de los lápices de Quesada.

En definitiva, este tebeo es una de esas historias que no buscan la perfección académica, sino el golpe emocional directo. Joe Quesada se quitó el traje de editor y se puso el del creador apasionado. Usa a Matt Murdock como espejo para hablar de heridas familiares, legados que pesan y barrios que no perdonan. Entre asesinos en serie, olas de calor y recuerdos que duelen más que cualquier puñetazo, la miniserie consigue algo especial. Hace sentir a Daredevil desde dentro, como si estuviéramos respirando el mismo aire sofocante que él.
