Margarita contra los vampiros. Carritos, cañas y colmillos

Olvida todo lo que creías saber sobre vampiros, aventuras y héroes impertérritos. Aquí no hay capas, ni espadas, ni solemnidad. Aquí hay un carrito de la compra que se convierte en protagonista, una amiga atrapada en un espíritu fantasmal y un chino que tiene alma de gallego. «Margarita contra los vampiros« es la historia de cómo un barrio entero puede rebelarse contra la tiranía de los chupasangres. Siempre que se tenga sentido del humor, imaginación desbordante y un perro llamado Macuto dispuesto a ladrar como si estuviera dando órdenes al mismísimo continente europeo.

La historia arranca en el bar de Pa Ko (cuyo dueño no podría ser menos que de Beijing), un lugar donde Margarita baja a tomarse su cañita diaria, ritual indispensable y sagrado, como si fuera la ceremonia del sol en versión barrio de toda la vida. Allí coinciden Miguel, el lotero, que parece tener más vidas que un gato y más historias que décimos de lotería. Macuto, el perro que es probablemente el más sensato de todos los protagonistas y que debería tener su propio spin-off. Y por supuesto Pa Ko, ese dueño del bar que se adapta a las costumbres de la zona. Pero el verdadero terremoto llega cuando descubren que dentro del carrito de Margarita está el espíritu de Júlia. Atrapada por un vampiro centroeuropeo con cara de aristócrata frustrado y mal humor crónico. Y ahí es cuando empieza la locura. Porque lo que sigue no es un viaje, ni siquiera una travesía para tirar un anillo a un volcán. Es un carnaval surrealista, un circo europeo rodante en el que los protagonistas atraviesan castillos, bares y pueblos con la misma naturalidad con la que un gato atraviesa un rayo de sol. Margarita, Miguel, Pa Ko y Macuto se lanzan en el Dos Caballos como si fuera la nave de la imaginación misma. Están dispuestos a salvar a Júlia y, de paso, enseñarle al vampiro que nadie se mete con la amistad y la gente de barrio sin consecuencias.

En este cómic, los vampiros no son terror, sino sátira. Representan el patriarcado trasnochado, la lógica capitalista chupasangres y, básicamente, a todos los que intentan imponer reglas en un mundo que se ha cansado de obedecer. Frente a ellos, la heroína Margarita demuestra que no hace falta colmillos para ser peligrosa. Basta con ingenio, valentía y un carrito de la compra que funciona como ariete contra la injusticia. La presencia de Maruja Torres es otra maravilla. Aparece como fuerza arrolladora y, aunque solo sea un cameo, su sola presencia hace de estas páginas algo diferencial.

El humor es el motor absoluto del relato. Los juegos de palabras de Javier Pérez Andújar explotan como confeti. Cada frase tiene múltiples lecturas, dobles sentidos y referencias tanto a los clásicos como a la cultura pop, pasando por tebeos Bruguera y el imaginario colectivo de un barrio que conoce cada esquina y cada bar. Raquel Gu los traduce al dibujo con una precisión delirante. Sus caricaturas angulosas y expresivas transmiten toda la energía de la historia. Mientras los fondos mínimos permiten que el lector se concentre en lo que realmente importa: la acción, el gag y la ternura que se respira en cada viñeta. El color es otra maravilla. Tonos ocres y rojizos pastel que cambian sutilmente a lo largo de los episodios, creando atmósferas diferentes y aportando calidez a la locura que se desarrolla. Cada escena parece bañada en la luz cálida de un bar al atardecer, combinando melancolía y alegría de forma que hace que la lectura sea un viaje sensorial además de literario.

Lo extraordinario de este cómic es que, pese a la locura de sus imágenes y situaciones, nunca se desentiende de la ternura. La amistad entre Margarita y Júlia es el motor de combustión, y el humor jamás la ridiculiza. Los gags, las ocurrencias, los absurdos constantes funcionan como un escudo frente al dolor, como una manera de decirle al lector: “sí, la vida muerde, pero nosotros también sabemos reír a carcajadas mientras tanto”. En esa tensión entre melancolía y comedia reside la fuerza más profunda de la obra. Por eso, aunque algunos puedan sentir que la trama es muy variable entre tanto chiste o tanta referencia, esa dispersión es en realidad parte del encanto. La historia no quiere ser recta, sino laberíntica, como una conversación de sobremesa que se alarga entre risas y recuerdos. El lector no está ante un relato de héroes contra villanos, sino ante una charla coral en viñetas que acaba transformándose en un viaje vital.

Al final, leer este tebeo, editado en castellano por Liana Editorial y en catalán por Editorial Finestres, es un poco como subirse a un carrusel que gira y gira. Uno sabe que podría marearse, pero la música, las luces y las risas hacen imposible querer bajarse. Por eso, cuando se llega a la última viñeta, lo que queda no es solo la satisfacción del humor, sino una especie de nostalgia cálida. Como al salir de un bar donde se ha reído demasiado y se ha hablado de todo, desde cine hasta política, pasando por recuerdos compartidos. Así, lo que parecía una sátira absurda se revela como un relato profundamente humano. «Margarita contra los vampiros« no es solo un cómic divertido. Es un manifiesto en viñetas sobre cómo queremos vivir, sobre cómo defendemos la amistad. Sobre cómo el humor puede ser arma y refugio al mismo tiempo. Es, en definitiva, un mapa que se recorre entre carcajadas y que demuestra que los héroes no necesitan espadas, sino carritos y complicidad.

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