Usagi Drop Volumen 3. El cariño cotidiano

El trecer volumen de «Usagi Drop«(うさぎドロップ / «Bunny Drop«) de Yumi Unita es de esos mangas que uno lee con una sonrisa constante, porque logra transmitir cariño en cada una de sus páginas. Si en los dos primeros tomos acompañábamos a Daikichi en su torpe, entrañable y esforzada transformación en padre improvisado. Aquí empezamos a ver cómo esa nueva vida se asienta y se llena de pequeños hitos que se convierten en recuerdos preciosos.

El arranque con la idea del “árbol conmemorativo” es una de esas metáforas simples y hermosas que hacen que este manga se sienta tan cercano. Un árbol que crece a la par de un niño, símbolo de continuidad y memoria. Para Daikichi, plantarlo no es solo una tradición bonita, sino también una manera de reafirmar su compromiso con Rin, de dejarle claro (aunque ella aún no lo sepa del todo) que no está sola y que su vida está enraizada en un presente lleno de amor, no en las ausencias del pasado. Así como la criatura crece, también lo hace el árbol, convirtiéndose en un símbolo vivo de continuidad y memoria. Daikichi quiere plantar uno para celebrar el ingreso de Rin a la escuela, pero la idea lo lleva también a reflexionar sobre su propia infancia y a preguntarse si alguien hizo lo mismo por él. La escena es delicada y profunda a la vez: Rin aprende sobre la tradición, y los lectores aprendemos con ella que el cuidado no solo está en el presente, sino también en la huella que dejamos para el futuro. El árbol, como metáfora, nos habla de raíces, de vínculos y de compromiso.

Rin, por su parte, sigue siendo el corazón de la historia. Si en los primeros tomos ya había conquistado al lector con su serena madurez, aquí se nos muestra aún más despierta, curiosa y abierta al mundo. Su diseño, sencillo y limpio, se centra en los ojos grandes y en el cabello que fluye con naturalidad. Con solo unas líneas, Unita transmite toda su personalidad. Una niña determinada, sensible y capaz de preocuparse por los demás. La relación con su amigo Kouki refuerza esa idea. Él es impulsivo y algo desordenado. Ella actúa como un pequeño sostén, siempre lista para tenderle una mano o aconsejarle. En esa dinámica de amistad se refleja lo que ya intuíamos: Rin tiene un alma fuerte, pero a la vez sabe construir vínculos sanos y protectores.

Uno de los encantos de este manga es cómo alterna entre la mirada infantil y la adulta. Daikichi, desde su posición, sigue lidiando con los desafíos prácticos de la paternidad. Equilibrar el trabajo con la vida familiar, estirar el presupuesto, priorizar el bienestar de su hija frente a sus propias necesidades. Yumi Unita logra que esas preocupaciones no se sientan pesadas ni dramáticas, sino que aparezcan con un tono de sinceridad y humor cotidiano. Por ejemplo, cuando Daikichi compara lo poco que apoya la sociedad a los padres trabajadores frente a la realidad de tener que estar siempre presente, la reflexión cala hondo. Es fácil identificarse con él porque sus pensamientos, aunque sencillos, expresan lo que muchos adultos experimentan. Ese deseo constante de hacerlo bien, incluso sin manual ni instrucciones.

La madre biológica de Rin también sigue presente en un papel secundario, y ese es otro de los matices valiosos del tomo. Daikichi procura mantenerla informada, sin darle la posibilidad de irrumpir en la vida de Rin de manera negativa. Aquí se muestra la gran generosidad del personaje. No pretende borrar a la madre ni tampoco disfrazar la realidad, sino encontrar un equilibrio que permita a Rin crecer con la mayor serenidad posible. En muchos relatos, este tema se habría explotado para el drama fácil, pero en Usagi Drop se trata con delicadeza y respeto, recordándonos que no todas las historias familiares tienen que ser idílicas para ser profundamente humanas.

En cuanto al estilo gráfico, Yumi Unita mantiene su característica sencillez. Los fondos a menudo son mínimos, lo cual centra la atención en los personajes y en sus expresiones. Rin brilla con su mirada, y Daikichi transmite ternura en cada gesto torpe de adulto que todavía está aprendiendo. Hay una economía de líneas que resulta casi mágica. No hace falta recargar las viñetas para que transmitan calidez. Cada página respira naturalidad. Lo más entrañable de este tercer volumen es que amplía las posibilidades narrativas sin perder el tono íntimo. Tenemos el inicio de las aventuras escolares de Rin, los enredos de Daikichi en el trabajo, las visitas de personajes secundarios que enriquecen la trama, y al mismo tiempo seguimos disfrutando de esas pequeñas escenas domésticas que son la esencia de la serie.

Es importante resaltar que «Usagi Drop« ofrece algo que rara vez encontramos en otros cómics. Una visión sincera y cotidiana de la paternidad. Mientras muchos mangas o historietas suelen apostar por la fantasía, el romance o la acción, aquí se nos invita a observar la vida tal cual es, con todas sus dificultades y bellezas. Es un recordatorio de que en lo común también hay épica, y que cuidar de alguien es una aventura de la más alta categoría. Por eso, cuando uno cierra este volumen editado por Tengu, queda la sensación de haber acompañado a Rin y a Daikichi en un tramo más de su viaje, como si hubiéramos estado ahí, en la cocina, en la escuela, en el parque. Esa capacidad de hacernos partícipes de lo íntimo es lo que convierte a esta obra en algo tan especial. No se necesita un gran giro argumental para emocionarnos; basta con un árbol que crece, una niña que sonríe y un padre que decide que, aunque no estaba preparado, su lugar está junto a ella.

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