A veces, los cómics más memorables no son los que nos llevan a mundos imposibles, sino los que nos devuelven al nuestro con una mirada distinta. «La misma diferencia» de Derek Kirk Kim es uno de esos relatos que parecen sencillos en apariencia, pero que en cada viñeta esconden la ternura de lo cotidiano, la nostalgia de lo que fuimos y la risa cómplice de lo que todavía podemos llegar a ser. Publicado originalmente en 2003 bajo el título «Same Difference and Other Stories». Se convirtió de inmediato en una obra revelación, ganadora de los tres grandes premios de la industria norteamericana: Eisner, Harvey e Ignatz. Además, consolidó a su autor como una voz única en el panorama independiente. Ahora, Astiberri con traducción de Diego García nos ofrece una reedición que llega como un regalo. Un recordatorio de que a veces las mejores historias son las que hablan de lo cotidiano, de lo que nos pasa a todos, de los miedos que compartimos y de las alegrías que, por pequeñas que parezcan, nos sostienen en el día a día.

El cómic cuenta la historia de Simon y Nancy, dos amigos que un día cualquiera deciden confesarse secretos que les pesan, recuerdos incómodos que han evitado durante años. A partir de esa conversación, emprenden un pequeño viaje. En ese viaje, lo que parecía un simple paseo se transforma en un descubrimiento: de sí mismos, del pasado, de cómo enfrentarse al futuro. El argumento podría sonar trivial, pero ahí está lo maravilloso. Derek Kirk Kim logra que lo trivial se vuelva profundamente emotivo. No se trata de lo que pasa, sino de cómo lo cuenta. Y lo cuenta con humor, con ternura y con una sinceridad que desarma.
Lo primero que sorprende es la cercanía de sus personajes. Nancy y Simon parecen sacados de la vida real. Hablan como nosotros, se contradicen como nosotros, usan el sarcasmo como escudo y las bromas como salvavidas. En sus conversaciones hay pausas, dudas, cambios de tono que resultan naturales. Kim demuestra un oído especial para el diálogo, ese arte difícil que muchos intentan, pero pocos dominan. Gracias a eso, el lector no observa desde fuera: se siente dentro de la conversación, como si estuviera sentado en la misma mesa, compartiendo risas nerviosas y confesiones dolorosas. La obra transmite, sobre todo, una alegría serena. No una alegría ingenua, sino esa que nace de aceptar que la vida es imperfecta y que no pasa nada por equivocarse. Simon carga con la culpa de su pasado, Nancy con sus propias inseguridades, y sin embargo ambos encuentran alivio en compartirlo.

Es ahí donde el cómic toca la fibra. Nos recuerda que las amistades profundas tienen la capacidad de aligerar el peso de nuestras mochilas. Que abrirse a alguien de confianza, aunque dé miedo, siempre merece la pena. Más allá de la historia principal, el libro se completa con una docena de relatos cortos que nacieron en su etapa como webcómic. Son piezas más breves, a veces humorísticas, a veces íntimas, que funcionan como pequeños destellos de la sensibilidad del autor. Algunos son desahogos personales, otros simples chistes, pero todos ayudan a completar el retrato de un creador joven que estaba probando, experimentando, encontrando su voz. Y aunque el núcleo de la obra sigue siendo La misma diferencia, estas historias adicionales aportan variedad y nos dejan ver el laboratorio creativo de Derek Kirk Kim.
El dibujo, en blanco y negro, sencillo y caricaturesco, podría parecer limitado al lado de otros estilos más espectaculares. Pero la verdad es que encaja perfectamente con lo que el cómic necesita. No busca impresionar con el trazo, sino transmitir emociones. Cada gesto, cada mirada, cada sonrisa torpe está ahí para reforzar la cercanía de los personajes. Es un estilo que respira honestidad, que no se esconde tras adornos innecesarios, y que deja que la historia brille por sí sola. Quizá lo más emocionante de esta reedición sea recordar lo que supuso esta obra en 2003. En aquel momento, el cómic independiente estaba demostrando que podía hablar de la vida cotidiana con la misma intensidad que cualquier novela o película. Y Kim irrumpió con una voz fresca, ganándose de golpe los tres grandes premios del medio. Hablamos de un debut que fue reconocido como una obra mayor desde el principio.

Astiberri, al recuperar este título, no solo nos devuelve un clásico moderno, sino que también nos recuerda la importancia de revisitar aquellas obras que marcaron un antes y un después. Hoy, veinte años después, las dudas de Simon y Nancy siguen siendo las nuestras: ¿estamos viviendo como deberíamos? ¿Hemos tomado las decisiones correctas? ¿Qué hacemos con las vergüenzas del pasado? Y la respuesta que ofrece Kim, sin ser definitiva, es reconfortante: ríete, comparte, sigue adelante. No estás solo. La lectura deja una sensación extraña y hermosa: la de haber vivido algo pequeño y a la vez trascendente.
No es un cómic que busque deslumbrar, sino acompañar. No quiere dejarnos sin aliento con giros inesperados, sino devolvernos el aire con un abrazo. En ese sentido, pocas lecturas resultan tan valiosas. Porque «La misma diferencia» nos recuerda que la vida adulta no es un destino fijo ni un manual que seguir. Es un camino lleno de titubeos, de conversaciones a destiempo, de miedos que a veces parecen ridículos y de amistades que, cuando son auténticas, iluminan incluso los tramos más oscuros. Simon y Nancy no son héroes, y precisamente por eso son tan importantes. En su vulnerabilidad está la nuestra, y en su capacidad de reírse y seguir adelante está también la esperanza de todos. Al cerrar el libro, uno no se queda con la sensación de haber terminado una historia, sino de haber compartido un rato con amigos. Esa es, quizá, la mayor virtud de esta obra. Convierte la lectura en compañía, que te deja un calor en el pecho, que te anima sin darte cuenta.
