La infancia es el periodo en que cada ser humano descubre el mundo que le rodea y juega. En sus múltiples juegos se van revelando técnicas y artes mientas se va adquiriendo un mayor conocimiento de lo que le rodea. Entre las aficiones se descubren las afinidades o preferencias. Las cuales podrá cultivar si en su camino se cruzan recursos que sirvan como catalizadores. En el caso de los cómics infantiles, hay uno que se ha editado este año en España que puede servir para tal fin: “El club de los dibujantes” (“The Cartoonists Club”) de Raina Telgemeier y Scott McCloud.

Este “Club” supone el cruce de caminos entre una de las autoras con más pegada entre la chavalada a nivel internacional (“Sonrie”, “Hermanas”, “Coraje” o las cuatro primeras entregas de “El club de las canguro” figuran entre sus trabajos) y uno de los teóricos del cómic con más reconocimiento en todo el planeta: “Entender el cómic” de Scott McCLoud es una de las referencias clave para cualquiera que quiera ahondar en los resortes de la narrativa gráfica, a la altura del clásico “El cómic y el arte secuencial” del Will Eisner. Unas obras que cualquiera que haya sentido pasión por este medio ha leído o consultado, con independencia de una dedicación profesional o no, pues atesoran una fácil accesibilidad para cualquier lector maduro.
Si bien, como apunta Raina Telgemier en los extras del cómic, cuando de niña leyó una versión infantil de “Entender el cómic” notó ciertas barreras por los conceptos y vocabulario expuesto en la obra. Un hecho que, ahora como adulta, le llevó a contactar con McCloud para realizar un manual para niños que sea más accesible y, a la vez divertido. Y eso es lo que han conseguido en estas páginas.

En primer lugar, no estamos ante un manual en sentido estricto. Sino ante un cómic que cuenta una historia: la de unos chavales con inquietudes artísticas que se juntaran para descubrir los misterios del cómic. En cada capítulo descubrirán técnicas y conceptos, tomos presentados de forma nítida y accesible, mientras el relato va desarrollándose.
Por el camino de esa lectura se descubren trucos, formas y conceptos, dirigidos para el público lector que va dirigido el tebeo – a partir de 8 años – dejando, de paso, mensajes positivos en torno a la seguridad en uno mismo y la capacidad de descubrir y superarse. Sin rigideces, en una lectura que puede servir tanto para divertir como para aprender.

Muchos adultos que nos hemos topado con un tebeo así hemos imaginado lo que habríamos disfrutado de haberlo encontrado con ocho o nueve años. Porque lo que aportan estas 288 páginas, traducidas por Iris Mogollón, es mucho más que entretenimiento: es una oportunidad de aprendizaje redonda y amena para la chavalada. Una que pueden recorrer en sus ratos de ocio y que será más saludable que una pantalla porque aquí seguro que más de uno no se quedará en un papel de mero receptos. Puede que “El club de los dibujantes” posea esa magia que, en muchas niñas y niños, despierte las ganas de coger un folio y un papel después de haberlo leído. Y eso, a estas alturas de ruido digital que nos envuelve, es un auténtico hallazgo. Al fin y al cabo, ¿ a quien no le hubiera gustado estar en un club como éste?
