Calatrava: Pedro Girón. El hombre que pudo reinar

En «Calatrava: Pedro Girón«, publicado por Serendipia, con guion de Juanra Fernández, dibujo y color de Roberto García Peñuelas, lo que encontramos no es un tebeo al uso. Sino una máquina de guerra dramática que nos sumerge en uno de los periodos más turbulentos de la historia de Castilla. Como lectores no entramos en un paseo amable por la Edad Media, ni en un decorado de caballeros nobles y princesas virtuosas. Lo que se despliega en estas páginas es la crudeza de un siglo XV que olía a peste, a hierro oxidado y a traición. Un escenario donde la ambición era más afilada que cualquier espada y donde hombres como Pedro Girón, maestre de Calatrava, emergieron como figuras tan poderosas como temibles.

El cómic abre sus puertas con una declaración de intenciones. Este no es el relato de un héroe luminoso ni de un villano caricaturesco, sino el retrato de un hombre de carne y hueso, un noble capaz de desafiar reyes y de convertirse, sin necesidad de corona, en el auténtico titiritero de Castilla. Pedro Girón es presentado como un antihéroe incómodo, un personaje que atrae y repugna al mismo tiempo, porque su ambición es tan desmedida que parece no conocer límites. Desde el primer instante, se comprende que va a enfrentarse a una historia donde no hay espacio para la redención, porque la ambición no se redime, se consuma hasta las últimas consecuencias.

La trama de Juanra Fernández tiene un pulso trágico, casi teatral. Uno podría leer estas páginas imaginando un coro griego que anuncia la caída inevitable del protagonista. Girón avanza hacia el poder como un hombre poseído, y en su ascenso arrastra a aliados, enemigos, familiares y súbditos. Su carrera lo lleva a convertirse en maestre de la Orden de Calatrava, capitán general de la frontera, virrey de Al Andalus y mucho más. Títulos que no solo suenan grandilocuentes, sino que, en la época, representaban un poder militar y territorial que hacía palidecer la autoridad de muchos reyes. Y es que ese es uno de los grandes logros del cómic es mostrarnos que Girón, sin corona, fue más poderoso que cualquier monarca de su tiempo.

El guion no trata de suavizar la crudeza del personaje ni de embellecer los oscuros recovecos de su época. La política castellana del siglo XV es retratada como un campo de minas, un tablero donde cada jugada puede significar la caída de un rey o la destrucción de una familia entera. Fernández no oculta que Girón fue descrito por sus contemporáneos como cruel, falaz, traidor, brutal, mezquino y nada cristiano. Pero, al mismo tiempo, el relato no lo reduce a una caricatura. Lo muestra como un estratega brillante, un hombre de voluntad férrea y ambición insaciable, capaz de ver oportunidades donde otros solo veían ruinas. Esa ambivalencia es lo que hace que, a pesar de todo, no se pueda dejar de seguir página tras página.

En este sentido, el dossier histórico inicial de Honorio Álvarez García cumple una función crucial. Antes de lanzarnos a las turbulencias narrativas, nos ofrece un mapa, un ancla documental que ayuda a situar al lector en medio de un siglo XV convulso. Y conviene agradecerlo, porque la época era un hervidero de conflictos: epidemias que diezmaban poblaciones, tensiones sociales que sacudían los cimientos del orden feudal, una Iglesia en crisis y nobles que se disputaban cada fragmento de poder como lobos hambrientos. Coloca sobre la mesa el contexto necesario, pero después el cómic se encarga de recordarnos que la historia no es una lección fría, sino un torrente de pasiones, conspiraciones y sangre derramada.

En el aspecto gráfico, el dibujo de Roberto García Peñuelas es, sin exagerar, espectacular. No solo porque las panorámicas de ciudades como Cuenca, Ávila o Valladolid resultan deslumbrantes en su detalle, sino porque transmiten esa sensación de monumentalidad y peligro que debía respirarse en las calles de la Castilla medieval. Las murallas parecen respirar, las torres se alzan como testigos mudos de conjuras, y los rostros de nobles y soldados están trazados con una dureza que refleja mejor que cualquier discurso el peso de la época. El color acompaña con tonos áridos para los paisajes castellanos, sombras densas para los interiores donde se fraguan las traiciones, pinceladas de sangre que destacan sin necesidad de recurrir al exceso.

La lectura de este cómic no es ligera. Es un viaje al fango del pasado, una inmersión en un mundo donde las lealtades eran efímeras y donde la palabra de un noble podía valer menos que una daga bien escondida. Pedro Girón, tal y como se presenta, es un depredador humano. Alguien que supo moverse como pez en el agua en un entorno de caos, pero que también encarna las miserias de la ambición desmedida. No se trata de admirarlo ni de odiarlo, sino de comprenderlo como síntoma de un tiempo en que el poder era la única divisa que importaba.

Lo fascinante es cómo, al final de la lectura, uno comprende que está ante la historia de un hombre que pudo reinar sin ser rey. Que Pedro Girón nunca alcanzara la corona no lo hace menos relevante. Al contrario, lo convierte en una figura aún más intrigante, porque su sombra fue lo bastante grande como para oscurecer el trono mismo. Y ese es el mensaje brutal del cómic: que a veces los verdaderos dueños del poder no son los que llevan corona, sino los que saben manipular los hilos invisibles de la ambición. La obra transmite la sensación de que Pedro Girón es, en cierto modo, un espejo en el que se refleja lo mejor y lo peor del ser humano. Su astucia, su capacidad de liderazgo y su inteligencia lo convierten en un personaje fascinante. Pero su crueldad, su traición y su falta de escrúpulos lo hacen repulsivo. Esa tensión entre atracción y rechazo es lo que mantiene al lector atrapado, porque no estamos ante un héroe redentor, sino ante un hombre que encarna las contradicciones de la historia.

Cerrar «Calatrava: Pedro Girón» es como bajar de un caballo después de una larga batalla. Uno queda exhausto, con la sensación de haber recorrido tierras áridas, de haber asistido a intrigas que pudieron cambiar la historia, y de haber conocido a un hombre que encarna la ambición en estado puro. Fernández y Peñuelas entregan un cómic que golpea como un martillo templario sobre el yunque de la memoria, un relato que no se lee sin consecuencias, porque obliga a enfrentarse a las preguntas incómodas: ¿qué estaríamos dispuestos a hacer por el poder? ¿Dónde termina la astucia y empieza la traición? ¿Cuánto vale una corona que nunca se llega a ceñir en la cabeza? Pedro Girón no tuvo respuesta para esas preguntas. Simplemente las vivió. Y gracias a este cómic, nosotros podemos recorrer su camino, sentir su ambición, su crudeza y su sombra. Un viaje épico y brutal que demuestra que la historia, cuando se cuenta con esta fuerza, es más fascinante que cualquier invención.

Deja un comentario