
En un mundo saturado de relatos ficticios sobre héroes imposibles, a veces olvidamos que la verdadera heroicidad no se mide por capas ondeando al viento ni por poderes que desafían la física, sino por la resistencia callada, el coraje cotidiano y la voluntad de no ceder ante la barbarie. «El Peso de los Héroes«, la última obra de David Sala publicada en España por Astiberri, es un recordatorio estremecedor de que la memoria y la dignidad son capitales.
Sala nos lleva al territorio íntimo de su propia memoria familiar para hablarnos de dos hombres que hicieron más por la humanidad que cualquier semidiós de papel. Antonio Soto Torrado, su abuelo materno, superviviente del campo de concentración de Mauthausen y Josep Sala, su abuelo paterno, combatiente de la resistencia francesa tras huir del campo de refugiados de Argelès-sur-Mer. Sus vidas atravesaron la Guerra Civil española. Así como el exilio y la lucha contra el nazismo. Fueron hombres que vivieron en carne propia lo peor del siglo XX y que jamás recibieron, en su país natal, el reconocimiento que merecían.

El título es una declaración de intenciones. Sala nos habla del legado que recibe un nieto que crece entre relatos de hazañas y horrores. Que se empapan en la conciencia como un tatuaje invisible. Ese peso no es solo la responsabilidad de honrar una memoria. Es también la carga de vivir sabiendo que tus referentes pagaron un precio brutal por sus ideales. La narración, lejos de ser lineal, se despliega como un mosaico de recuerdos fragmentados que saltan entre la infancia del autor (con situaciones muy peliagudas), los recuerdos heredados y las reconstrucciones históricas.
Las escenas de infancia están teñidas de luz hasta cierto momento que todo cambia. Aquí, el trazo de Sala se llena de colores vibrantes. Como si la memoria quisiera suavizar el impacto de los relatos. Son páginas que respiran calidez, humor y ternura. Pero a medida que crece, la luz se apaga. La historia avanza hacia los recuerdos más oscuros. En estas páginas, el estilo cambia de forma radical. Sala abandona el realismo y se adentra en un expresionismo inquietante. Con figuras distorsionadas, colores apagados y composiciones que transmiten opresión. Aquí, el arte no embellece: incomoda, duele y golpea. Sin embargo, incluso en esos momentos, hay destellos de iluminación. Esta alternancia entre luz y sombra, entre ternura y horror, no es casual. Es el corazón mismo del cómic. La vida de estos hombres no puede resumirse solo en tragedia o solo en heroísmo, sino en la mezcla compleja de ambas. Sala consigue que cada plano familiar, histórico u onírico tenga el mismo peso. Incluso las partes más ligeras, como el pequeño protagonista descubre el cómic como medio de expresión

En este sentido es también una obra sobre la transmisión de la memoria. Sala no vivió en primera persona la Guerra Civil ni la Segunda Guerra Mundial, pero su vida estuvo marcada por esos acontecimientos. El trauma, la lucha y la dignidad se heredan, se infiltran en la identidad, condicionan los sueños y las decisiones. El cómic se convierte así en un acto de reparación. Una manera de devolver la voz a quienes fueron silenciados. De impedir que su historia caiga en el olvido. De advertir sobre los peligros del fascismo, especialmente en tiempos en los que los discursos extremistas vuelven a ganar terreno.
El aspecto gráfico es sencillamente deslumbrante. Sala es un pintor de la viñeta. Aquí despliega todo su arsenal de recursos para dar vida a un relato que es tanto un testimonio como una obra de arte. Sus composiciones evocan el simbolismo pictórico. La ilustración contemporánea y el arte secuencial clásico logran una armonía entre belleza y crudeza que muy pocos autores alcanzan. No es solo un cómic que se lee: es un cómic que se contempla y se siente.

La edición de Astiberri cuida cada detalle para hacer justicia al original editado por Casterman. El formato amplio y la impresión de alta calidad realzan el trazo pictórico de Sala. Preservando tanto la viveza de los colores como la profundidad de las escenas más sombrías. La traducción de Rubén Lardín mantiene intacto el tono poético y el ritmo. Mientras que la rotulación de Ana González de la Peña y la maquetación de Alba Diethelm se integran con naturalidad en la composición.
Por todos estos detalles, este tebeo acompaña sin invadir. Dejando que cada viñeta respire y conserve su fuerza. «El Peso de los Héroes» no es un cómic para pasar página y olvidar. Es un relato que permanece contigo. Te obliga a pensar en el precio de la libertad y en la responsabilidad de transmitir las historias que nos definen. Es un homenaje bellísimo y doloroso a dos hombres que, como tantos otros, se negaron a arrodillarse. Pero, sobre todo, un recordatorio de que los verdaderos héroes no siempre llevan capa. A veces llevan en la mirada el peso de todo un siglo.
