
Ante una tragedia, sea de la índole que sea, ¿qué es lo que queda? Quizá un camino por recorrer. Un proceso que implique llegar a nuevos estados para poder recomponer lo que quede de los restos, ya sean estos físicos o psicológicos. Eso le ocurre a la protagonista de esta deliciosa fabula que es “Encías quemadas”, de Natalia Velarde, una de las agradables sorpresas que ha deparado el cómic español en este verano del 2025.
Publicado por Reservoir Books, “Encías quemadas” es el primer trabajo de Natalia Velarde tras años de bregarse en fanzines. Un debut oficial que supone todo un firme paso adelante, por lo que cuenta y, sobretodo, por cómo lo hace: desplegando oficio y magnetismo a cada página. En estas páginas nos espera “Piel de Perro”, una criatura antropomorfa que ha sobrevivido a un apocalipsis. A su lado “Cielito”, una especie de curioso bicho de influjo cartoon, le acompaña. Ambos emprenderán un viaje tras la tragedia, saldrán de la ciudad para dar con el causante de todo esto, que no es otro que el “autor”.

Bajo esa premisa comienza a desplegar su magia “Encías Quemadas”. Una que, si bien parte de lugares comunes, pronto los abandona para proponer en su discurrir una agradable estancia en partos creativos más fértiles. Tanto en lo formal como en lo plástico. En lo formal, por la carga metafórica que implica el viaje iniciático propuesto en el cómic. Un viaje tras la tragedia, con la melancolía a rastras y una carga tan lisérgica como metafórica. Un camino que, si bien no es nuevo en fondo, si es muy fresco en el modo que toma forma. Apoyado por el efectivo recurso de generar una fuerte dinámica de tensión entre los dos personajes protagonistas, “Encías Quemadas” va ganando enteros conforme el relato avanza.
El relato crece así, a paso firme. Fortalecido por un guion que destila un exorcismo tan emocional como surrealista. Donde lo barroco y lo poético se encuentran y producen pasajes que más que mostrar hacen sentir. Para ello, Natalia Velarde, despliega constantemente un magnetismo plástico notable. Jugando con la forma, maximizando todo lo que puede dar de si las composiciones de página: jugando con la disposición de los elementos, rompiendo la estructura clásica de la viñeta y potenciando, en todo caso, una narrativa gráfica que, más que solvente, es imponente por la gran efectividad que despliega, pues guía al lector de forma inequívoca por este delicioso viaje. Tan lisérgico como íntimo; y a su vez espectacular por los recursos gráficos que la autora emplea.

Bajo el trazo y los colores empleados, está la capacidad de transmitir de esta obra. Una que impacta mientras va calando, conectando, transmitiendo al lector. Al fin y al cabo, de eso se trata: de trasmitir y contar. Y hacerlo de una forma donde el qué y el cómo se alineen en un mismo objetivo: lograr la atención del receptor. En este caso no solo se cumple ese objetivo, sino que se seduce, cautiva y subyuga a quien se asoma a estas páginas, por la fuerza gráfica y conceptual que desprenden. Por lo robusto del esqueleto y entrañas con que se ha forjado esta fábula emocional, que va más allá del carácter representativo para dialogar desde lo emocional e íntimo. Todo envuelto en una lisérgica y poderosa fuerza gráfica. De las que no se olvidan.

Por todo ello, conviene degustar las 208 oníricas páginas de “Encías quemadas” con la atención y calma que merecen, disfrutando de esta gozosa propuesta. Una que impacta y seduce en lo gráfico, conquistando en lo conceptual. Un hallazgo, en definitiva. De los que dejan buen sabor de boca. Eso logra esta poderosa fábula emocional.
