Negro Horizonte: Hosanna. Salvación

Negro Horizonte: Hosanna no es una simple continuación, es una declaración de guerra. No se limita a recoger los restos del primer volumen para acomodarlos en una historia que siga el mismo ritmo. Aquí, Philippe Peláez y Benjamín Blasco-Martínez deciden abrir la herida. Meten la mano hasta el fondo, exprimir todo lo que late y supura dentro de su universo. Y lo hacen sin contemplaciones, sin esa falsa cortesía de las sagas que se guardan lo bueno para el final.

Todo comienza con un regreso que debería ser un triunfo. Los cuatro renegados que lograron atravesar el enigmático horizonte negro de Kepler-452b vuelven a Kadingirra, cargando con la clase de secretos que podrían cambiar el destino de más de un mundo. Pero cometen el mayor de los delitos en un régimen totalitario: guardarse la verdad. Y en Kadingirra, callar es tan peligroso como disparar contra el gobernador en plena plaza central. El gobernador no entiende de medias tintas. El castigo será ejemplar, un espectáculo de crueldad para recordarle a todo el mundo que la disidencia, incluso silenciosa, se paga con sangre, sudor y huesos rotos. Cada uno de los cuatro renegados recibe su sentencia personalizada, como si de un menú macabro se tratara. Tobie irá a morir lentamente en las minas de Pandemonium. Julie será vendida al barrio de Mylitta para convertirse en mercancía humana. Ben será arrojado a los juegos del circo, donde el único aplauso es el rugido del público hambriento de sangre. Y luego está Esther. Su condena no será igual. No porque el gobernador sea benevolente, sino porque ella es su hija. Su hija y la de Betsabé, la mujer que lleva veinticinco años pudriéndose en una celda por atreverse a desafiarlo. Pero ese desafío y su vuelta del Horizonte Negro les puede costar la vida.

Este segundo tomo no es una continuación tibia. Es un salto sin red hacia un territorio aún más oscuro y febril que el del primer volumen. Aquí no hay lugar para la esperanza limpia; lo poco que existe está manchado de sangre y barro. La rebelión no es un discurso bonito. Es una fuga desesperada, una marcha a través del desierto hacia un planeta que tal vez sea peor que el que dejan atrás. Los sumisos, ese pueblo agachado y castigado durante décadas. No consigue levantarse del liderazgo de un personaje oscuro y malvado. En estas páginas se ve una forma aberrante de fascismo que juega tanto con la ley como con el poder. Muchas escenas se podrían considerar salvajes, pero reflejan a la perfección la maldad humana.  

Por otra parte, la escritura de Peláez no deja aire: cada diálogo es una confrontación, cada escena es un golpe que te deja con ganas de pasar página, no para saber qué pasará, sino para confirmar que aún quedan vivos. El guion tiene algo de texto sagrado distorsionado: referencias bíblicas que se mezclan con ecos de ciencia ficción sucia, con una tensión que huele a sudor y desesperación. En el aspecto gráfico, Blasco-Martínez responde con un dibujo que se recrea en la densidad. Sombras que parecen absorber la luz, líneas que cortan como cuchillas, rostros marcados por la rabia o el miedo. Hay una forma incómoda en cada viñeta, como si la página tuviera peso, como si el papel se impregnara de polvo y ceniza.

Lo mejor de Hosanna es que, a pesar de su brutalidad, nunca es gratuito. Cada tortura, cada escena depravada, cada explosión de violencia tiene un sentido narrativo. No estamos ante una colección de excesos, sino ante una historia que quiere mostrar lo que ocurre cuando el poder se convierte en un fin absoluto y la compasión se considera una debilidad. ¿Es excesivo? Sí. ¿Hay momentos en que tanta acción, tanto castigo, tanto caos no deja respirar? También. Pero ahí está la intención: Negro Horizonte no busca ser equilibrado, busca ser un puñetazo constante, un recordatorio de que los infiernos no necesitan demonios cuando los humanos pueden inventarlos. En este segundo volumen editado por Tengu suena irónico. «Hosanna» es un grito de salvación lanzado en un mundo que solo responde con látigos y muros. Pero, tal vez, al otro lado del horizonte negro, haya algo más que muerte. Tal vez haya un lugar donde los tiranos no dicten el amanecer o tal vez, simplemente, haya otro infierno, diferente, pero nuevo.

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