
Hay tebeos que nacen con vocación de pasar desapercibidos, de llenar estanterías durante unos meses y después ser olvidados. Hay otros que llegan para incomodar, para hacer ruido, para convertirse en clásicos casi sin proponérselo. «Two-Fisted Tales» pertenece, sin duda, al segundo grupo. El volumen que ahora recupera Diábolo Ediciones en castellano es un testimonio vivo. En pleno 1950, cuando el cómic norteamericano parecía condenado a repetir fórmulas, la editorial EC Comics y un puñado de autores estuvieron dispuestos a darle la vuelta a todo.
Este primer tomo reúne los seis números iniciales de la colección, publicados entre 1950 y 1951. Supone la llegada del género bélico a las fastuosas reediciones de EC que Diábolo lleva años cuidando. Estamos ante relatos que, bajo la apariencia de simples aventuras de guerra, esconden un mensaje demoledor. Porque Two-Fisted Tales no es un canto a la victoria ni un desfile de héroes musculosos. Es, sobre todo, un cómic antibelicista en su esencia, una obra que desde sus primeras páginas se atreve a denunciar la estupidez de la violencia, el sinsentido del sacrificio humano y el dolor de los inocentes que siempre quedan atrapados en mitad del fuego cruzado.

Lo más fascinante de este volumen es la variedad de escenarios históricos que abarca. Aquí no solo encontramos trincheras de la Segunda Guerra Mundial o tiroteos en Corea, sino también historias ambientadas en la caída del Imperio Romano, en las batallas napoleónicas o en la conquista de México por los españoles. Esa amplitud temporal refuerza la idea central: no importa la época, ni el ejército, ni el estandarte que ondee en lo alto de la colina. Las guerras siempre arrastran consigo las mismas miserias. Harvey Kurtzman, con su instinto narrativo demoledor, se aseguró de que el lector lo entendiera.
El apartado gráfico es otra de las razones por las que este volumen resulta indispensable. Basta con enumerar algunos de los nombres implicados para darse cuenta del calibre de la obra: Wally Wood, Johnny Craig, Jack Davis, John Severin, Bill Elder o Al Williamson. Todos ellos artistas que dejaron huella en la historia del cómic, y que aquí desplegaron un talento deslumbrante. Las páginas de Wood rebosan detalle y dramatismo. Los personajes de Davis parecen respirar en cada viñeta. Craig aporta sobriedad y Elder ofrece un trazo ágil que sabe cuándo tensar la atmósfera y cuándo dejar que la ironía se filtre. Todo, eso sí, bajo la batuta firme de Harvey Kurtzman, que no solo escribió buena parte de las historias, sino que además dibujó tanto páginas como las portadas de varios números. Su obsesión por la documentación, por la precisión y por contar historias con humanidad se nota en cada línea.

La lectura de este volumen es apasionante. No solo porque cada relato engancha de principio a fin, sino porque todos comparten esa capacidad de sorprender al lector con un giro final que, más que un simple truco, funciona como una bofetada moral. EC Comics ya era célebre en aquellos años por los desenlaces inesperados de «Tales from the Crypt» o «Shock Suspenstories«, pero en Two-Fisted Tales adopta otra dimensión. Aquí no se trata de asustar ni de asombrar, sino de obligar a pensar. “El enemigo también tiene familia”, “el héroe muere en vano” o “el soldado que obedece acaba en la tumba” son mensajes que en 1950 resultaban arriesgados. Aunque a día de hoy, más de setenta años después, siguen sonando incómodamente actuales. Por eso estas páginas tienen otra gran virtud: su vigencia. En un presente marcado por guerras retransmitidas casi en directo en las noticias, resulta imposible no leer estas historias y sentir que están hablando de nosotros. Los uniformes cambian, la tecnología evoluciona, pero el resultado final es el mismo: sufrimiento humano. Pocas lecturas de cómic clásico consiguen este efecto espejo con tanta claridad.
La edición de Diábolo es, como siempre, impecable. Cartoné robusto, papel de calidad, reproducción del color respetuosa con el original. Nada de “modernizar” ni de perder matices. Con una traducción de Santiago García y Alfonso Bueno muy cuidada. Esta obra transmite tanto la crudeza de los diálogos como la naturalidad de los relatos. Además, el tomo incluye un prólogo de Stephen A. Geppi que sitúa a Two-Fisted Tales en el lugar que merece y una introducción de Grant Geissman. No como una curiosidad histórica, sino como una obra que cambió la manera de entender el cómic bélico.

Leer este primer volumen de Two-Fisted Tales hoy es una experiencia reveladora. Uno disfruta del talento gráfico de leyendas como Wood o Davis, se deja arrastrar por la intensidad de los relatos y, al cerrar el tomo, se queda con una sensación incómoda pero necesaria. En la guerra no hay vencedores, solo víctimas. Una verdad tan simple como devastadora, que estos tebeos supieron contar con más fuerza y honestidad que muchas películas, novelas o crónicas de su época. Este volumen no es solo interesante es recomendable. Y lo mejor de todo es que es solo el comienzo de un viaje. Si este arranque es así de poderoso, lo que queda por venir en los siguientes tomos promete ser una experiencia inolvidable.
