Insectópolis. Evolución zoológica

El éxito debe medirse no tanto por la posición que uno ha alcanzado en la vida como por los obstáculos que ha superado al intentarlo”.

Hay libros que uno abre por curiosidad y termina cerrando con una mezcla de asombro, alegría y un poco de melancolía. Eso me pasó con «Insectópolis» («Insectopolis: A Natural History«), la obra de Peter Kuper que convierte a los insectos en los protagonistas absolutos de la historia natural… y de nuestra historia. Como alguien que estudió biología, no pude evitar acercarme a sus páginas con cierto escepticismo académico: ¿realmente un cómic podría enseñar algo nuevo sobre entomología? La respuesta es sí, y no solo eso: puede hacerlo de una forma sorprendente, entretenida y profundamente hermosa. La premisa del libro es tan original como efectiva: la humanidad ha desaparecido y los insectos se adentran en la Biblioteca Pública de Nueva York para visitar una exposición sobre su propia historia. Desde esa perspectiva, Kuper despliega un relato que viaja a través de 400 millones de años, mostrando cómo los insectos no solo sobrevivieron a extinciones masivas, sino que también influyeron en el desarrollo de la vida en la Tierra y en el curso de la civilización humana.

Desde la primera página, Kuper despliega un mundo en el que los insectos (esas criaturas que solemos ignorar o, peor aún, exterminar sin pensar) toman el protagonismo absoluto. La historia comienza con un doctorada en entomología llevando a su hermano a una visita a la Biblioteca Pública de Nueva York a una exposición muy especial. Pasan las hojas y una semana después el mundo cambia por completo. Una vida post-humana, donde escarabajos, mariposas, hormigas y libélulas se pasean entre vitrinas y pasillos interactivos que narran su historia y la nuestra. Este marco es tan ingenioso porque permite a Kuper presentarnos no solo los hechos biológicos, sino también la historia cultural de nuestra relación con los insectos.

Lo que más me sorprendió es la riqueza de información que contiene cada viñeta. Como alguien que adora la biología, reconozco que el autor no se limita a reproducir anécdotas conocidas o datos triviales. Aquí hay auténtica ciencia: explicaciones como los sírfidos evolucionaron para parecerse a las abejas o las avispas. O la explicación de porque se llaman así la cochinilla de la laca. Incluso la explicación de como Hernán Cortes consiguió el tinte rojo sacado de las cochinillas para llevarlo a España. Es un repaso de 400 millones de años de evolución pasando por Charles Darwin hasta el último de los científicos que colaboro en el proyecto de este libro.

Es un comic que mezcla divulgación científica y narrativa visual sin sacrificar la profundidad. Se nota el trabajo de investigación detrás de cada capítulo, con referencias a pioneras como Clara Ludlow, Margaret S. Collins o Eleanor Ormerod, pero también a figuras menos conocidas como Charles Henry Turner o María Sibylla Merian, cuya obra fue fundamental para la entomología moderna. Incluso a biólogos como Edward Osborne Wilson con su enfoque mucho más actual. Por eso, resulta estimulante encontrar esos nombres presentados con tanto respeto y accesibilidad. Es como ver que Kuper no solo quiere sorprender al lector casual, sino también homenajear a quienes dedicaron su vida a estudiar a estos pequeños gigantes del planeta. Y además lo une al comic con menciones, entre ellas a Winsor McCay, creador de «Little Nemo in Slumberland«, tomando detalles del tebeo que se incluyen someramente en estas páginas.  

En el aspecto gráfico, el arte de Kuper merece un párrafo aparte. Sus ilustraciones mezclan lápiz, acuarela, tinta y técnicas digitales para crear un universo vibrante donde cada exoesqueleto brilla y cada ala traslúcida parece a punto de batirse. Es un placer detenerse en los detalles: los ojos facetados de las libélulas, el brillo metálico de los escarabajos, la textura sedosa de una telaraña. Así como pasear por las estancias de la biblioteca de la mano (o del ala en este caso), de cada uno de los insectos que se descubren en este tebeo. Pero «Insectópolis» no es solo un catálogo de datos curiosos (aunque abundan y son fascinantes). También hay un mensaje ambiental potente sobre la crisis actual de los animales invertebrados y lo que su desaparición significaría para los ecosistemas. Kuper no recurre a sermones ni a alarmismos, sino a historias conmovedoras y, a veces, perturbadoras, como el conteo de muertes que producen los mosquitos de manera anual.

En cuanto a la edición en castellano, merece un apartado propio. Astiberri ha hecho un trabajo impecable: la traducción de Rubén Lardín fluye con naturalidad, respetando el tono divulgativo y poético de Kuper. El formato grande permite apreciar los detalles de cada ilustración, desde las complejas mandíbulas de un coleóptero hasta los delicados tonos de una mariposa. Además, incluye entre las viñetas unos códigos QR, que te remiten a la página del autor proporcionando más información sobre la obra. Por eso, este es un cómic que no solo se lee, sino que se contempla y se investiga. Al pasar la última página de las 256 que tiene, no puedo evitar pensar en las largas horas de las clases de la licenciatura de Biología. Qué diferente habría sido tener este comic entre mis manos entonces: un compañero de viaje que, a golpe de ilustraciones espectaculares y relatos fascinantes, habría encendido aún más mi pasión por el mundo de los insectos. Kuper consigue algo que pocas obras logran: que la ciencia no solo se entienda, sino que se sienta. Este no es solo un homenaje a los artrópodos y a quienes los han estudiado, sino también un recordatorio de por qué nos enamoramos de la biología en primer lugar. Si lo hubiera tenido en mis años de facultad, habría disfrutado de cada página de «Insectópolis» como un oasis entre apuntes y prácticas, sabiendo que en esos pequeños seres se esconden las historias más grandes de la Tierra.

Si la humanidad entera desapareciese, el mundo volvería a regenerarse hasta el pletórico estado de equilibrio que conoció hace diez mil años. Si los insectos desaparecieran… el medioambiente se sumiría en el caos”.

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