
Hay muertes y hay muertes con estilo. Y luego está la muerte de Stephen Extraño, el Hechicero Supremo, el cirujano caído que volvió a levantarse con capa levitante y libros imposibles. «La Muerte del Doctor Extraño« (The Death of Doctor Strange) no es solo una miniserie con título impactante. Es un epitafio con doble trampa, un acto de prestidigitación editorial que mezcla drama, homenaje, asesinato y legado. Una historia que, sin importar el final, te obliga a mirar hacia atrás y preguntarte: ¿Quién fue realmente el Doctor Extraño? Publicada en grapa en 2022 por Panini Cómics, ahora vuelve recopilada dentro de su colección Marvel Premiere. Escrita por Jed MacKay y dibujada por Lee Garbett, esta miniserie no se conforma con matar al protagonista. Lo que hace es descomponerlo, analizarlo, reconstruirlo desde la memoria, el conflicto y el hueco que deja su ausencia. Porque cuando muere un mago, no desaparece solo un hombre: cae un baluarte, se abre una brecha, y todas las entidades que sus hechizos mantenían a raya empiezan a relamerse los colmillos.
El arranque es ejemplar. Stephen Extraño vive su rutina habitual: consulta mágica por las mañanas, operaciones medicas por la tarde y clase en la Academia Extraño al anochecer. Un hombre en equilibrio, o eso cree él. Hasta que aparece muerto. Asesinado de forma brutal e inesperada. Nadie lo vio venir, nadie lo pudo evitar. Y de pronto, la Tierra queda sin su guardián místico. Como si la puerta del infierno se hubiera quedado abierta y los demonios hubieran encontrado la llave de casa. Pero he aquí el giro: antes de morir, el Doctor había preparado una “copia de seguridad” de sí mismo. Un backup arcano, una versión joven y arrogante de sí mismo extraída de su pasado, menos sabio, más vanidoso, pero igual de capaz. Es esta versión quien lidera la investigación de su propio asesinato. Un Extraño sin cicatrices, sin pasado reciente, sin Clea. Y ese enfrentamiento entre el “yo que fui” y el “yo que ya no soy” es uno de los hilos más interesantes de toda la obra. Porque, ¿cómo entiendes tu muerte si no sabes en quién te convertiste?

Jed MacKay, a quien ya conocíamos por su lúcida etapa con el Caballero Luna, despliega aquí su conocimiento profundo del personaje y su entorno. El guion está lleno de ritmo, elegancia y diálogos agudos, además de una comprensión emocional muy cuidada. No solo se trata de resolver un crimen, sino de observar cómo reacciona el mundo ante el silencio del Hechicero Supremo. Wong, fiel y estoico, se convierte en sostén del relato. Clea arde en cólera. Mordo, oportunista, busca sacar ventaja. Aggamoni, Illyana Rasputin, Umar, Dagoth o los Vengadores, todos ellos juegan su parte en esta sinfonía de vacío y caos. Como la presentación de tres madres y un niño que mejor no cruzarse en su camino si quieres mantener la cabeza en su sitio.
En el aspecto gráfico, Lee Garbett se mueve como pez en el agua entre la sobriedad de una conversación y la explosión mágica de una batalla dimensional. Su trazo es limpio, claro y muy expresivo. Las viñetas no buscan sobrecargar, sino guiar al lector con fluidez. Hay momentos espectaculares, pero también hay planos cerrados donde un gesto, una mirada, lo dicen todo. El dibujo cumple sin aspavientos, y cuando más se agradece es en la construcción de ambientes. La magia no brilla sola: se siente, se respira y se impone. El color de Antonio Fabela es clave en esto. Sus efectos de luz y su paleta de tonos consiguen que cada conjuro parezca salido directamente de un códice iluminado del siglo XXI. Hay momentos en que el color se convierte en ese elemento diferencial que a veces se busca. El rojo intenso de una advertencia, el azul etéreo de una invocación, el púrpura opresivo de lo oculto. Fabela no colorea: traduce hechizos en emoción.

A mitad de camino, la serie se transforma. Ya no es solo un “¿quién lo mató?”, sino un “¿quién puede sustituirlo?”. Porque no basta con descubrir al asesino. Hay que responder a la gran pregunta: ¿puede el mundo funcionar sin el Doctor Extraño? Y ahí la historia da un paso atrás, contempla el tablero y deja que los personajes hablen. Es en estos silencios donde el fallecimiento del Doctor Extraño encuentra su mejor versión. MacKay no escribe una historia de golpes de efecto, sino de duelo colectivo. Cada hechicero, cada dimensión, cada antiguo aliado reacciona como si la brújula mágica del universo se hubiera roto. Entonces llega «The Death of Doctor Strange: Spider-Man«. Un número extra creado por Marcelo Ferreira, Wayne Faucher y Andrew Crossley junto a Peter Pantazis. Que podría parecer prescindible, pero no lo es. Aquí, Peter Parker esta postrado en una cama, y el evento lo asume ese otro personaje llamado Ben Reilly. Ño que encuentra no es grandilocuencia ni épica, sino humanidad. Stephen no solo era el mago todopoderoso: era alguien que ayudaba sin hacer preguntas. Que protegía sin pedir reconocimiento. Y Ben, sin comerlo ni beberlo, se encuentra imbuido en una aventura que no esperaba.
Ahora bien, hay que ser honestos: pese a su título, esta miniserie no es una conclusión definitiva. De hecho, es más bien una introducción. El primer acto de algo mayor. MacKay no pretende cerrar la historia del Doctor Extraño, sino reubicarlo. Matarlo para revivirlo distinto. Este no es el fin, sino el rito de un nuevo comienzo. Y aunque eso pueda dejar a algunos lectores con la sensación de que la tragedia prometida se queda a medio camino, el resultado general es elegante, sólido y bien ejecutado. «La Muerte del Doctor Extraño» no cambiará para siempre el universo Marvel, ni se grabará a fuego como el cómic definitivo del personaje, pero sí representa un punto de inflexión relevante. Es una obra que sabe lo que quiere contar, que cuida a sus personajes, que respeta a sus lectores y que se atreve a jugar con las formas sin perder el alma. En su aparente sobriedad, hay pasión. En su contención, hay inteligencia. Porque si algo nos enseña esta serie es que la magia, como las buenas historias, nunca muere. Solo cambia de forma.
