Omnigold El increíble Hulk volumen 4: ¿Quién juzgará a Hulk?. Encuentros esmeraldas

Hay algo casi poético en abrir un tomo como el cuarto omnigold de «El Increíble Hulk 4«, aunque la poesía aquí esté escrita en viñetas de puños gigantes y saltos de kilómetros. Son 592 páginas en las que el coloso esmeralda se desata a lo largo de veinticinco números publicados originalmente entre 1971 y 1973. En este punto la colección ya había encontrado un tono propio que combinaba la tragedia inherente a Bruce Banner con la desmesura más deliciosa de la Marvel setentera. Y eso es exactamente lo que se ofrece aquí: un cóctel de ciencia ficción, drama humano, combates explosivos y un desfile de autores que, aunque variopintos, supieron mantener viva la esencia del personaje.

Lo primero que salta a la vista al abrir el tomo es el trazo de Herb Trimpe, que sigue siendo el corazón visual de la serie. Su Hulk no solo es inmenso y musculoso, sino que parece capaz de atravesar el papel de un puñetazo. Trimpe, acompañado por entintadores como John Severin, Sal Trapani, Frank Giacoia y Jack Abel, consigue que incluso las situaciones más extravagantes luzcan sólidas, con funcionales composiciones de página en las que cada viñeta rezuma energía bruta. Es verdad que el arte tiene sus altibajos pero hay que reconocer que Trimpe, con su estilo directo y potente, es uno de los grandes responsables de que esta etapa de Hulk sea tan recordada. El arte de Trimpe también se beneficia del color a cargo de nombres como George Roussos, Stan Goldberg y Petra Goldberg entre otros. Su paleta es vibrante y a veces chillona, pero perfecta para la Marvel de la época. Los cielos naranjas, los verdes imposibles de Hulk, los tonos púrpuras para las noches cargadas de gamma… todo contribuye a esa atmósfera entre el pulp y la psicodélica que define estas aventuras.

Hay que reconocer además que Trimpe no solo es un gran dibujante de acción; también es un narrador eficaz. Las composiciones de página son limpias, fáciles de seguir, con un buen ritmo que permite a los guionistas jugar con tramas que saltan de lo íntimo a lo desmesurado sin perder el hilo. Y cuando la historia lo requiere, este dibujante puede desplegar su dibujo para quitar el aliento, como el enfrentamiento con el Coloso de Rodas. Incluso en sus momentos menos inspirados (como el número con el Tiburón Tigre), nunca pierde su capacidad para dotar de presencia a Hulk. Da igual el contexto: un desierto, un laboratorio, una ciudad subatómica o una isla repleta de monstruos, el gigante esmeralda siempre parece demasiado grande para el mundo que habita, como un mito antiguo encajonado entre el mundo moderno.

En cuanto al guion tenemos un auténtico carrusel de nombres: Roy Thomas, Gerry Conway, Len Wein, Archie Goodwin, Chris Claremont y Steve Englehart. Puede parecer que tantos escritores diferentes harían que la colección se sintiera fragmentada, pero sorprendentemente no es así. Cada uno aporta su granito de arena en un flujo narrativo que lleva al monstruo verde desde aventuras casi cósmicas hasta momentos de pura tragedia personal. Len Wein, a partir de una idea de Roy Thomas, abre el tomo con una saga que define bien la Marvel de los setenta: «los Hijos de los Dioses«, una raza alienígena que imita a las divinidades del Antiguo Egipto, y un combate memorable en el que Hulk se enfrenta nada menos que al Coloso de Rodas. Son historias donde la lógica importa menos que el espectáculo, y ahí es donde Trimpe brilla con toda su fuerza. Al mismo tiempo, Thomas inicia una subtrama en la que el General Ross da luz verde al Proyecto Piel Verde, un plan para capturar a Hulk y encontrar una cura definitiva para Banner. Como siempre en la vida del doctor, las buenas intenciones están condenadas al desastre.

A continuación, Gerry Conway toma el relevo en una breve estancia que nos devuelve al Líder en una de sus maniobras maquiavélicas, sustituyendo a personalidades influyentes por androides. Es aquí donde Jim Wilson tiene un papel destacado, y donde vemos a Doc Samson perder temporalmente sus poderes, una pieza más en el drama de secundarios que rodea a Hulk. Pero es Archie Goodwin quien realmente eleva el tono de la serie. Sus números apuestan por una ciencia ficción de sabor clásico, que le sienta de maravilla al coloso gamma. Todo tan descabellado como irresistible. Incluso hay tiempo para un juicio a Hulk con cameos de medio Universo Marvel: los Cuatro Fantásticos, Los Vengadores, La Bestia de la Patrulla-X y un Matt Murdock que, por supuesto, defiende a Banner en los tribunales. Es Marvel en su estado más puro, donde cualquier cosa puede pasar… y pasa.

La llegada de Steve Englehart a los guiones marca un cambio de tono. Sus primeros números son más convencionales, con Hulk enfrentándose a villanos como el Wendigo, la Abominación o incluso el Tiburón Tigre en peleas sin demasiada sustancia. Pero poco a poco Englehart encuentra su voz, y el giro hacia historias más ambiciosas se nota. También introduce a Zzzax, un monstruo eléctrico espectacular, y nos regala una de las sagas más intensas cuando Betty Ross, tras perder a su esposo Glenn Talbot, es transformada en la Arpía, un ser gamma con alas que se enfrenta a Hulk en una batalla tan brutal como trágica. El tomo cierra con Hulk y Betty en una isla poblada de criaturas gigantescas, en una historia que recuerda inevitablemente a King Kong, pero con una gárgola verde como improbable protector. Es un final perfecto para un volumen que abraza tanto lo grandioso como lo íntimo, lo ridículo y lo sublime, demostrando por qué Hulk sigue siendo uno de los personajes más fascinantes del panteón de la casa de las ideas.

La edición de Panini Comics, con traducción de Gonzalo Quesada, está a la altura de las circunstancias. El formato Omnigold ofrece una reproducción de color impecable de los números The Incredible Hulk #145-170, perfecta para el lector que sea fan del monstruo creado por Stan Lee y Jack Kirby. El único “pero” es la escasez de extras, limitados a algunas páginas de lápices y un breve artículo, pero cuando el contenido principal es tan disfrutable, es difícil quejarse. Este cuarto omnigold de Hulk confirma lo que muchos sospechábamos: la etapa clásica es un tesoro de creatividad sin freno, de historias donde todo es posible y donde la tragedia de Bruce Banner convive con la espectacularidad de un monstruo desatado. Sí, hay altibajos, pero incluso los momentos más flojos tienen ese encanto especial para los que comenzamos a leer tebeos desde pequeños. Si te gustan las aventuras clásicas, los monstruos, las historias locas de ciencia ficción y un héroe tan trágico como devastador, este tomo es imprescindible. Porque al final, como diría el propio gigante esmeralda:

“HULK ES HULK… Y HULK APLASTA”.

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