Biblioteca Marvel: Los Vengadores 9. El Caballero vuelve a la vida

Hay algo casi mágico en abrir un tomo de la Biblioteca Marvel. Es como girar el dial de una radio antigua y captar de golpe las vibraciones de otra era, con héroes que hablan en mayúsculas, villanos con planes imposibles y un mundo donde cada viñeta está al borde de estallar. La Biblioteca Marvel nº 9 de los Vengadores no es la excepción; es una invitación a perderse en los días en que Roy Thomas empezaba a escribir su propia leyenda y John Buscema, pese a los entintadores que le caían en suerte, desplegaba un arte que sigue palpitando con fuerza décadas después. Aquí no solo se cuenta una historia; se documenta un momento en el que el cómic de superhéroes aprendía a caminar solo, tambaleante pero decidido, en busca de una madurez que aún tardaría en llegar.

Desde la primera página se percibe que el grupo más poderoso de la Tierra está atravesando una de esas fases de turbulencias que tanto caracterizan a los Vengadores. La formación inicial es casi un “dream team” con Capitán América, Goliat, Avispa, Ojo de Halcón, Bruja Escarlata, Mercurio y Hércules, pero en pocos números el equipo se ve reducido a un trío que apenas logra mantenerse en pie. La partida de Capitán América marca un vacío que nadie parece saber cómo llenar, y mientras tanto, Wanda y Pietro vuelven a los brazos de Magneto en un giro argumental que hoy suena tan ingenuo como fascinante. Magneto, acompañado del siempre grotesco Sapo, intenta resucitar la Hermandad de Mutantes Diabólicos en un enfrentamiento con los Vengadores que, pese a su tono teatral, desprende esa energía cruda que solo los cómics de la Edad de Plata saben tener.

En paralelo, Hank Pym ve cómo sus poderes de crecimiento lo abandonan, dejándolo de nuevo como el Hombre Hormiga, un golpe directo a su orgullo. Entonces surge un nuevo actor en este drama coral: el Caballero Negro, un héroe accidental que hereda el manto de su tío tras un repentino arrepentimiento en el lecho de muerte. Este número, dibujado por George Tuska, marca la presentación del nuevo Caballero Negro, heredero del legado de su tío, el original villano portador de la espada de ébano. Aquí la narrativa adquiere un aire casi gótico, con castillos, arrepentimientos en el lecho de muerte y la clásica transición de villano a héroe. El problema es que, visualmente, la historia no brilla como debería. Tuska, un dibujante eficiente y versátil, no logra capturar la elegancia y la fuerza de los lápices de Buscema. Sus acabados son toscos, las figuras rígidas, y hay una sensación de falta de delicadeza que afecta a la atmósfera general. En este número, el trazo se siente más invasivo que complementario, como si la tinta pesara sobre los personajes, impidiéndoles respirar. Es una lástima porque la historia, pese a lo apresurado de su desarrollo, tiene un encanto particular y merecía un acabado gráfico más inspirado.

Por suerte, la situación mejora en los siguientes capítulos. El arco de Hércules en el Olimpo, donde se enfrenta a Tifón, permite a Buscema entintarse a sí mismo y desplegar toda su potencia gráfica. Aquí vemos viñetas majestuosas, dioses imponentes y un dinamismo narrativo que convierte la lectura en un espectáculo visual. Esta sección no solo es una de las mejores del tomo, sino también un anticipo de la grandeza que el arte de Buscema alcanzaría en los años siguientes.

Como cierre queda el regreso del excéntrico Coleccionista como villano central en un episodio que mezcla lo absurdo y lo encantador con maestría. Sus métodos para atrapar a los Vengadores rozan lo cómico, pero el ritmo trepidante y la energía de la trama lo convierten en un final satisfactorio. Además, supone el regreso de Goliat a su forma gigantesca, un momento de redención para un héroe que había pasado por una dura crisis de poder.

La edición de Panini Comics acompaña todo esto con el estilo habitual de las bibliotecas Marvel. 160 páginas que incluyen los números de Avengers #46-#51, en rústica con solapas, reproduciendo con fidelidad las portadas originales. Además, incluyen correos de los lectores de la época traducidos por Rafael Marín, un epílogo de Roy Thomas, un artículo contextual de Raúl López y la imprescindible sección histórica “La Era Marvel de los Cómics: septiembre de 1967 – febrero de 1968” de Lidia Castillo. Los extras gráficos, como los bocetos originales de Buscema y Tuska, son un festín para los ojos. Y la traducción de Francisco Reina junto con Gonzalo Quesada mantienen el equilibrio entre respeto por el original y frescura para el lector actual.

Estos números son un espejo de su tiempo, con todos los aciertos y defectos que eso conlleva. Hay diálogos grandilocuentes, dinámicas de género que hoy provocan sonrojo y tramas resueltas con la urgencia de las fechas de entrega. Pero también hay un corazón enorme latiendo en cada página, una voluntad de entretener que sigue siendo contagiosa y personajes que empiezan a insinuar la complejidad emocional que definiría a Marvel en la era moderna. «La Biblioteca Marvel de los Vengadores nº 9« no es solo un volumen recopilatorio: es un documento de época, un pedazo de historia del cómic que muestra a Los Vengadores tambaleándose, pero también evolucionando hacia la leyenda. Es imperfecto, sí, pero también vibrante, valiente y, sobre todo, inolvidable y entrañable. Un tomo que, pese a sus altibajos, demuestra que incluso cuando las tintas pesan demasiado, la esencia de los héroes sigue brillando.

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