Su olor después de la lluvia: la cara soleada

La vida, para quien quiera verla, está en todas partes. Y quien dice estar solo está ciego

Hay historias que no se leen, se sienten. Que no pasan por la mente, sino que van directas al pecho y se quedan ahí, latiendo suave, como una respiración tranquila a tu lado en el sofá. Por eso, Su olor después de la lluvia (”Son odeur après la pluie”), el cómic de José Luis Munuera basado en el fenómeno literario de Cédric Sapin-Defour, es exactamente eso: una caricia en forma de viñetas, un homenaje a la amistad más pura y desinteresada que existe sobre la faz de la Tierra, la que nace entre un humano y su perro.

Todo comienza con un gesto cotidiano, casi banal: un anuncio en el periódico, unas palabras que llaman la atención de Cédric y un viaje para conocer a un perro boyero llamado Ubac. No hay fanfarrias ni premoniciones grandiosas. Solo un encuentro sencillo que, como tantos en la vida, acaba transformándose en algo inmenso. A partir de ese momento, Cédric y Ubac se convierten en compañeros de camino, en familia elegida. Lo que sigue son trece años compartidos que redefinirán la manera en que Cédric observa el mundo: ya no hay prisa, ya no importan tanto los planes ni las preocupaciones, solo el presente… porque a ojos de un perro, el presente siempre es suficiente.

Lo más hermoso de esta obra es su capacidad para capturar los pequeños momentos: un paseo sin destino, un juego torpe pero feliz en el parque, la complicidad de una mirada que no necesita palabras, la paz de compartir un silencio. La grandeza de este tebeo no está en grandes gestas ni en giros dramáticos; está en las minucias del día a día que, a menudo, olvidamos atesorar hasta que ya no están. A medida que los años avanzan y el pelaje de Ubac se va tiñendo de canas, el lector siente cómo ese vínculo se vuelve aún más profundo, más imprescindible. Cuando la enfermedad y el final se asoman (como siempre ocurre en las historias que involucran el amor verdadero), no hay dramatismo, solo una melancolía serena, una aceptación amorosa que no duele menos, pero que está llena de gratitud.

Quería dar un último paseo con Ubac”, confiesa Sapin-Defour sobre el origen de su libro. Munuera toma esa frase y la transforma en un recorrido visual que invita al lector a acompañarlos en ese paseo. No es un trayecto triste: Es un paseo lleno de olores nuevos, de descubrimientos, de pequeñas alegrías que se multiplican cuando las compartes con alguien que te mira como solo un perro sabe mirar: con absoluta entrega. Munuera, con su forma de dibujar, logra lo que parecía imposible: traducir la prosa poética de Sapin-Defour en imágenes que respiran. Sus dibujos no solo ilustran, sino que evocan. El viento jugando con el pelaje de Ubac, el sonido apagado de las pisadas sobre la tierra húmeda, la luz dorada de una tarde de otoño… cada viñeta parece perfumada con ese “olor amado” que permanece incluso después de la lluvia. Hay una cadencia casi musical en el ritmo de la narración, como el compás de unas patas trotando a tu lado o el susurro de la lluvia contra la ventana.

El uso de los colores, tonos suaves, terrosos, casi etéreos, crea una atmósfera de ensueño, de memoria feliz. Cada escena parce envuelta en una niebla cálida, como un recuerdo que se niega a desvanecerse. Sin embargo, éste no es solo un cómic sobre un hombre y su perro. Es una oda a la vida misma, a los vínculos que nos hacen humanos, a la belleza de lo efímero. Es una historia sobre cómo amar significa, inevitablemente, aceptar la pérdida… pero también sobre cómo ese amor nunca desaparece del todo. Se queda en forma de olores, de sonidos, de la sensación de una presencia al borde de la memoria. Como el olor de la lluvia en el aire, persistente y dulce.

La edición en castellano de Astiberri es un regalo en todos los sentidos: un papel de gran calidad que respeta la sutileza cromática de los dibujos de José Luis Munuera, un formato amplio que permite sumergirse en cada viñeta como si fueran ventanas abiertas a la memoria. La traducción de Rubén Lardín capta a la perfección la voz poética del personaje, trasladando no solo las palabras, sino también el tono íntimo, confesional, de un hombre que, tras perder a su perro, solo quiere dar un último paseo con él, aunque sea en forma de historia.

Por eso, para quienes alguna vez han amado a un perro, este libro es un espejo. Cada página evoca la alegría de ser recibido con un salto y un lametón, el calor de un cuerpo peludo junto a nuestros pies en las noches frías, la lealtad absoluta de unos ojos que solo saben mirar con amor. Y para quienes no han tenido esa experiencia, es una invitación a comprender por qué los perros no son “mascotas”, sino compañeros de vida, maestros silenciosos que nos enseñan a valorar el ahora. Hay algo profundamente humano en la historia de Cédric y Ubac. Habla de la necesidad de conexión, del valor de las pequeñas cosas y de la belleza de los momentos efímeros. Habla de la fragilidad de la vida, sí, pero también de su intensidad. Munuera, con su trazo magistral y su narrativa sutil, logra que sintamos cada emoción como propia.

Al cerrar las 144 páginas de «Su olor después de la lluvia«, uno no siente vacío, sino plenitud. Como si en el aire aún flotara el olor amado de Ubac, ese que permanece después de la tormenta. Descubres que esta no es una historia sobre el final, sino sobre todo lo que sigue vivo: las carreras bajo el sol, las siestas compartidas, las miradas llenas de amor incondicional. Porque los perros nunca se van del todo. Se quedan en el corazón, en la memoria, en cada paseo que damos solos pero acompañados por su recuerdo. Y entonces sonríes entre lágrimas, entendiendo que el amor verdadero nunca termina… solo se transforma en algo eterno.

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