Hay mangas que te divierten. Y luego está Henshin, que no solo te la cambia… ¡te la transforma, te la sacude y te la acaricia con una zarpa de gato invisible! Porque Henshin, palabra japonesa que significa literalmente “transformación”, no es solo un título, es una declaración de intenciones. Y Ken Niimura, ese artista hispano-japonés que un día decidió cambiar el Mediterráneo por los gatos callejeros de Tokio, teje en estas páginas trece relatos que son trece puertas abiertas al corazón, la locura y la ternura.

Pero entremos en materia: Henshin es una fiesta de historias, una colección de momentos que van desde lo profundamente cotidiano a lo escandalosamente absurdo, pasando por lo entrañablemente surrealista. Niimura tiene esa rara habilidad de convertir lo anecdótico en poético, y lo poético en… un tipo que cocina garbanzos con chorizo en Tokio. Sí, has leído bien. Garbanzos. Con. Chorizo. Porque en este manga hay de todo: un niño con habilidades especiales que cambiarían cualquier test de primaria, una chica que busca su lugar en una ciudad que nunca duerme, un oficinista que pierde el último tren y se enfrenta al vacío existencial, una historia muda en medio de la primera nevada y otra protagonizada por gatos que podrían ganar el premio a Mejor Actor Secundario en cualquier festival felino. Y de repente, el propio Ken Niimura se cuela en sus páginas como personaje: cocinando, filosofando, persiguiendo mininos o simplemente peleándose con las musas. Todo, absolutamente todo, gira en torno al cambio. A la henshin. A ese momento microscópico en el que algo dentro de ti hace clic y ya no eres la misma persona que eras dos viñetas atrás.
Hay que destacar algunas joyas entre las historias, como “El último metro”, con ese punto tragicómico tan identificable; “Las sandías son para el verano”, pura nostalgia disfrazada de humor agrio-dulce; o “Las mentiras están más que vetadas”, tan absurda como filosófica, una mezcla entre Kafka, Murakami y una noche de sake. Y luego está “Shut Up”, que cierra el volumen como un suspiro, con esa poesía que solo Niimura sabe dibujar con cuatro líneas y una emoción gigantesca. Pero lo mejor de Henshin es que no intenta aleccionar ni juzgar. No hay moralejas subrayadas con fluorescente ni filosofía de autoayuda barata. Solo historias que se sienten reales incluso cuando bordean lo fantástico. Niimura no quiere darte respuestas, quiere que mires. Que sientas. Que rías, que te incomodes, que acaricies un gato mental mientras te preguntas por qué nunca se te había ocurrido que una sandía podía hablarte de la soledad y enfrentarte de cara a la muerte.

El estilo gráfico de Niimura es puro magnetismo minimalista: líneas sencillas, figuras que a veces parecen caricaturas, pero que transmiten más emociones que muchas ilustraciones con 300 capas de sombreado digital. Es un dibujo juguetón, ágil, con silencios que gritan y ojos que lo dicen todo sin decir nada. Un estilo que parece ligero pero que esconde un peso que se va colando sin pedir permiso. Y cuando te das cuenta, ya estás metido hasta el cuello en una viñeta aparentemente simple, pero que te está estrujando el corazón. Y sí, hay gatos. Montones de gatos. Gatillos que aparecen en historias con el descaro de quien sabe que son los verdaderos protagonistas del mundo. Porque Ken Niimura lo tiene claro: si vas a contar relatos sobre la transformación de la vida, mejor hacerlo con una patita felina rozándote la nariz o plantando un “pequeño pino” en la puerta de tu casa.
Ahora hablemos de cómo llega este pedazo de obra a nuestras manos: gracias a Astiberri, que ha hecho magia editorial. Henshin se presenta en formato rústica con traducción de Marc Bernabé, un tamaño manejable, ideal para leerlo en el metro, en la cama o en un tatami improvisado con cojines. Tiene 328 páginas que combinan blanco y negro con momentos a color tanto al inicio como al final del tomo que dan ese toque tan agradable. Pero eso no es todo: esta edición actualizada (ya se publicó por Norma en 2013) viene con nueva portada y, 32 páginas de extras para los más cotillas del “detrás de las cámaras”: primeros storyboards, diseños de personajes, procesos creativos y hasta un capítulo completo a lápiz, que no estaban en la edición original de 2013 publicado por en la web de la revista Montly Ikki de Shogakukan. Vamos, una edición mimada hasta el último trazo. Si los extras fueran postres, esto sería una tarta de matcha con triple capa de chocolate y topping de inspiración.

Por eso, si te gustan los gatos, te gusta Japón o las historias cortas que empiezan como una broma y acaban tocándote la fibra sin pedir permiso. Entonces deja de leer otros tebeos y vete a por Henshin, porque Ken Niimura ha hecho un manga que parece escrito por un humano… pero claramente ha sido supervisado por un comité secreto de felinos. es un cómic que entra por los ojos, se instala en el corazón y deja huellas de patitas en el alma. Es dulce sin ser empalagoso, triste sin ser deprimente, y gracioso sin ser tonto. Es como un gato que se sube a tu regazo cuando menos lo esperas… y justo cuando empiezas a acostumbrarte, salta y se va. Pero ya te ha cambiado. Así que, si alguna vez dudaste del poder de los gatos, Ken Niimura viene a demostrártelo con tinta, talento y trece historias que maúllan bajito, pero arañan hondo. Y cuando termines el libro, lo sabes: tú también te has transformado. Has hecho Henshin. Y probablemente… también quieras un gato que aderece tu guiso estofado.
