
Desde la muerte del gran André Franquin en 1997, nadie había pensado en que Gastón Elgafe («Gaston Lagaffe«) volviera. Sobre todo por las propias declaraciones de su creador al crítico de cómic Hugues Dayez:
«¡No me gustaría en absoluto que Gastón fuera dibujado, ni siquiera por un dibujante muy bueno!».
La frase no deja lugar a dudas. Sin embargo, Franquin había vendido ya en 1986 todos los derechos de propiedad de otra genial creación suya, Marsupilami, a Marsu Productions, propiedad de Jean-François Moyersoen. Operación a la que siguió, en 1992, la venta del resto de su catalogo, incluido Gastón. Años después, en 2013, Dupuis compró Marsu Productions y, tras el éxito de los integrales del personaje, se propuso retomarlo con nuevas historietas.

No era una idea descabellada. Y generó mucha expectación cuando se anunció en el Festival de Angoulême a comienzos del 2022. Sin embargo, la editorial se encontró con la oposición de la hija del autor, Isabelle Franquin, alegando derecho moral para respetar la voluntad de su padre. Tras un largo litigio, Dupuis consiguió tener vía libre para llevar a buen puerto el retorno de Gastón mientras que a Isabelle Franquim se le concedió el derecho de revisión de lo que hiciera la editorial con Elgafe , pudiendo presentar objeciones por motivos éticos y artísticos.
Capeada la polémica, Gastón volvió a las librerías francesas décadas después. Con una tirada inicial de Dupuis de 800.000 ejemplares y bajo la batuta de Delaf, “Gastón. El retorno de Elgafe” (“Gaston. Le Retour de Lagaffe«) llegó por todo lo alto al mercado franco belga.

La vuelta a las librerías no estuvo exenta de controversia. La misma, en mayor o menor medida, que ha ocurrido con Astérix, Blake & Mortimer, Corto Maltés o Lucky Luke cuando sus aventuras continuaron sobreviviendo a sus creadores. No obstante, leído el tomo que ha estrenado en castellano Norma esta primavera, con traducción de Daniel Cortés Coronas, este retorno es más que bienvenido. Sobre todo por lo que ha llevado a cabo en sus páginas Delaf. El artista quebequés mantiene un tono que, ante todo, respeta el legado de Franquin, demostrando una querencia sobre lo que significa el concepto que envuelve al calamitoso oficinista.
Un concepto que nació con Franquin en 1957 y fue toda una sensación en el mercado franco belga, llegando su influencia hasta nuestro país. No hay que olvidar que, cuando quisieron “europeizar” Bruguera, a Francisco Ibáñez le dieron ejemplares de la revista “Spirou” para que se inspirara, naciendo así “El Botones Sacarino”, un personaje cuya vestimenta remite a Spirou pero que es, en esencia, un Gastón Elgafe versión castiza.

Volviendo al presente, y más allá del amargo litigio que empañó el retorno de Gastón en el mercado franco belga, lo que hay en estas páginas es un saludable humor blanco que, sin salirse del canon, resulta fresco. Con cameos tan respetuosos como saludables, que harán sonreír a más de uno. Todos ellos en páginas gozosamente divertidas, al servicio de las historias disparatadas que solo puede protagonizar ese encantador desastre que es Gastón.

Habrá quien diga que este álbum sea reiterar una fórmula cuyo autor no quería que continuara. Pero en estas viñetas, que obviamente nunca podrán llegar a los niveles de Franquin porque André Franquin solo hay uno, hay mucho cariño por el personaje. Delaf lo revive con fidelidad conceptual en estas páginas, manteniendo la esencia y brindando un álbum sólido que hará reír a quien se acerque a sus páginas. Y eso al final es lo que justifica que Gastón haya vuelto: que lo ha hecho en buena forma en manos de Delaf. Y si, no será Franquin, pero es un Gastón genuino y está de vuelta. Celebremos pues “El retorno de Elgafe”.
