
Cuando en el futuro se hable del comic independiente realizado a finales del siglo XX a ambos lados del Atlántico, seguro que se establecen interrelaciones entre Martí, Chester Cloud, Daniel Clowes o, entre otros, Charles Burns. Figuras con personalidad propia muy definida que presentan vasos comunicantes con sus obras, en lo conceptual y lo gráfico. Tanto por la forma de beber del tebeo clásico estadounidense como por el buen gusto para retorcer algunos elementos de la sociedad burguesa del siglo XX, de forma ácida y crítica. Entre los nombres antes citados hoy nos centraremos en Martí Riera (Barcelona 1955 -2024), más conocido como Martí.
Ya se sabe que lo excelso no tiene porque ser inmenso. Ejemplo de ello es la trayectoria que llevó a cabo Martí: no se prodigó en exceso en las viñetas, pero cada trabajo de los que realizó merece ser digno del recuerdo. Como su notable “Taxista” o el cómic que hoy nos ocupa: “Dr. Vértigo”, un notable torpedo a la línea de flotación del machismo imperante de los años ochenta en España. Un país,por aquel entonces, con una democracia todavía joven, en la que muchos aspectos quedaban por limpiar, entre ellos los usos y costumbres machistas. Labor no concluida en la actualidad sin duda, pero ya con un camino hecho si comparamos esta sociedad española con la de hace cuarenta años.

En ese contexto, y en pleno apogeo del formato de revista de cómics, nació una de las cabeceras independientes más célebres del tebeo español: “El Víbora”. Un autentico laboratorio de ideas frescas y transgresoras hecho viñeta, con una trayectoria que hizo historia: desde sus inicios en 1979 hasta su final en diciembre de 2004 fueron 25 años de tebeos frescos, donde muchos pudimos descubrir autenticas figuras del noveno arte, tanto nacionales como internacionales. La lista es tan extensa y notable que daría para varios artículos, al igual que el material que publicó este magacine “para supervivientes”. Entre muchas obras notables, ahí apareció serializada “Dr. Vértigo” por primera vez, para luego ser editada en formato álbum en 1990. Premiada como la mejor obra nacional en el Salón del cómic de Barcelona ese mismo año, desde entonces no había conocido reedición. Hasta ahora, que La Cúpula se halla recuperando el mejor material de Martí para darle nueva vida editorial.
Tras la puesta de largo en año pasado de la edición definitiva de “Taxista”, le toca ahora a “Dr. Vértigo” con una cuidada presentación en cartoné, donde el mimo es evidente nada más verse las guardas del volumen, a la altura de lo que espera en las 64 páginas de su interior. Del mismo modo, la contundente portada de la edición de 1990 sigue luciendo a todo color: en esta ocasión como contraportada, sin ningún tipo de censura. Hecho de agradecer en estos tiempos tan digitales como represivamente pacatos.

Las décadas pasan envejeciendo la mayoría de obras culturales, especialmente las que nacieron al calor de modas y coyunturas. Hay otras que, sin embargo, no acusan el paso del tiempo. Son las que poseen rasgos creativos personales, hecho que las hace únicas. Algo de eso hay en “Dr. Vértigo” y su surrealista fábula sobre la liberación femenina y el matrimonio: la historia de Alicia mantiene intactas su acidez y transgresión como cuando fue publicada en “El Víbora”. La frustración del ama de casa sigue siendo palpable en cada página, al igual que el pecado y el sometimiento como vía de escape de una vida que la anula. En el corazón del relato, los usos y costumbres moralmente aceptables que hacen cárceles a muchos matrimonios. Esos donde la apariencia cuenta más que la esencia. Con esos mimbres, y en apenas cinco actos (o capítulos), Martí estructuró una historia notable y surrealista, de las que dejan huella. Que seducen en lo gráfico mientras meten el dedo en la llaga. Donde, más allá del delirio, hay cuestiones sociales de fondo.

Dicho lo cual, es de celebrar que “Dr. Vértigo” vuelva a las librerías y se encuentre con una nueva generación, mientras que quienes la leyeron “El Víbora” en su día tienen la oportunidad de volver a ella en una cuidada presentación, digna de lo que contiene. Bienvenida sea, pues, esta reedición. Una nueva constatación de lo atemporal que es la obra de Martí.
