
De entre las infinitas posibilidades del multiverso Marvel, hay una donde Los Cuatro Fantásticos no son una reliquia venerable sino un motor palpitante del género superheroico. Y esa posibilidad se vuelve realidad en cuanto abres este primer tomo de la etapa de John Byrne. No hace falta alinearse con ninguna dimensión paralela, ni invocar hechizos del Doctor Extraño: basta con sentarte, pasar la portada de este “Los Cuatro Fantásticos de John Byrne Vol. 1 publicado por Panini en su gloriosa línea Obras Maestras Marvel, y dejarte arrastrar por 352 páginas de ciencia ficción de alto voltaje, comedia de situación familiar y desparrame ochentero sin pudor. Byrne no reinventó la rueda. Byrne reinventó la familia.
Publicado originalmente entre los números #232 y #240 de Fantastic Four, junto al Annual 16 y el divertidísimo especial Fantastic Four Roast, este tomo no solo inaugura la que muchos consideran la mejor etapa de los 4F después de la fundacional de Stan Lee y Jack Kirby, sino que reconfigura la forma de contar cómics desde dentro, sin romper reglas ni hacer aspavientos. Byrne no viene a demoler el templo. Viene a limpiar sus vidrieras, declamar misa como Dios manda y dejar a los feligreses con la boca abierta. ¿Y cómo lo consigue? Con una estrategia tan simple como perfecta: tratar a los 4F no como un equipo de superhéroes, sino como una familia de aventureros científicos con superpoderes, atrapados entre la rutina doméstica y lo desconocido. Aquí no hay dioses nórdicos ni justicieros urbanos: hay viajes a planetas vivos, incursiones a la Zona Negativa, peleas con seres interdimensionales y conflictos de pareja en la cocina. Reed y Sue no son una pareja cliché: son un matrimonio con tensiones reales, dudas y un hijo pequeño con más poder que un reactor nuclear. Ben Grimm no es el payaso rocoso de siempre: es un monumento a la melancolía y la resistencia. Y Johnny, ese niño eterno atrapado en el cuerpo de una antorcha, por fin encuentra su sitio como contrapunto a una evolución un poco más adulta.

Desde la primera página, John Byrne deja claro que tiene una misión: recuperar la esencia del grupo y volver a hacerlos relevantes. No quiere reinventarlos, sino recordarle al lector por qué los amaba. Y lo logra. ¿Cómo? Simplificando, pero sin empobrecer. Potenciando, pero sin exagerar. Y, sobre todo, entendiendo algo que alguno había olvidado: los 4 Fantásticos no son simplemente una “familia de superhéroes”, sino una familia que resulta tener superpoderes. Su drama no es la lucha contra el mal, sino contra el día a día. Contra el matrimonio, la paternidad, el trabajo, la fama, el cansancio, los remordimientos. El elemento humano es clave, y Byrne lo recupera con fuerza. Se inicia con la presentación de Diablo, el villano alquimista, en una historia que permite a Byrne demostrar su habilidad para narrar con claridad y ritmo. No es la amenaza más temible, pero el tebeo es tan compacto y visualmente atractivo que funciona como carta de presentación perfecta. Cada historia está planificada como un episodio de lujo: empieza con un misterio sobrenatural, se enreda con una tensión íntima entre personajes y culmina con una resolución espectacular que te deja con ganas de más. Pero lo que eleva el conjunto no es solo la estructura, sino el tono: Byrne escribe con la seriedad de un físico teórico que sabe que la vida no tiene sentido sin afecto, y dibuja con la soltura de un director de orquesta que también hace malabares. Los cuerpos se mueven con peso, las explosiones tienen lógica visual, los diálogos fluyen como una buena serie de televisión, y cada página rezuma ese sabor de los tebeos buenos.
Su estilo aquí es de una limpieza casi quirúrgica. Líneas claras, composiciones atrevidas, dinamismo sin caos, y sobre todo una forma de dibujar que lo pone en el altar de los grandes. Byrne tiene una manera de encuadrar la acción que parece sencilla, pero que esconde una precisión matemática: sus personajes se mueven como actores dirigidos por un Stanley Kubrick del papel. No hay gesto que no comunique, no hay batalla que no esté cuidadosamente coreografiada. Y lo más importante: no hay página sin alma. Y no olvidemos el color. En tiempos donde el coloreado digital puede hacer o deshacer una página, es maravilloso volver a un trabajo clásico como el de Glynis Wein o Bob Sharen. Los colores aquí no gritan: cantan. No aplastan: elevan. Tienen ese puntito nostálgico que te hace sonreír sin darte cuenta. Después de ir pasando paginas nos vamos encontrando además de lo realizado por Byrne, dos acompañamientos casi perfectos para este inicio. Tanto el Annual realizado por Ed Hanningan con Steve Ditko. Como la historia llamada “El Desafío del Doctor Muerte” realizado por Stan Lee, Jack Kirby y George Roussos nos completan una lectura que abarca lo inabarcable.

Y como si todo esto fuera poco, Panini te ofrece el especial Fantastic Four Roast, una oda al humor meta que mezcla sátira, homenaje, parodia y exceso en una bacanal editorial donde todos los personajes de Marvel se dan cita para reírse de todo y de todos. Cada página es una oda al humor y a los personajes en sí mismos. Prácticamente aparecen todos los personajes que andaban rondando por el universo Marvel de una manera o de otra. Cada autor ofrece esas viñetas tan maravillosas que consiguen que te unas a la fiesta sin necesidad de estar invitado. Incluso se homenajea a ese cartero que aparece en multitud de ocasiones llevando el correo al edificio Baxter. Un tebeo donde participan Fred Hembeck, Jim Shooter, Brent Eric Anderson, John Buscema, Sal Buscema, John Byrne, Dave Cockrum, Denys B. Cowan, Gene Day, Kerry Gammill, Michael Golden, Bob Hall, Bob Layton, Steve Leialoha, Al Milgrom, Frank Miller, Don Perlin, Keith Pollard, Marshall Rogers, John Romita Jr., Bill Sienkiewicz, Walter Simonson, Frank Springer, Mike Vosburg, Alan Lee Weiss, Ron Wilson, Mike Zeck, Bill Anderson, Terry Austin, John Beatty, Dan Green, Klaus Janson, Bob McLeod o John Romita Sr. entre otros. Por eso, es el colofón perfecto para un volumen que, además de aventura, ofrece carcajadas con sabor a imprenta.
Al final, John Byrne no pretendía reinventar la rueda. Lo que hizo fue hincharla, ponerle neumáticos nuevos, un motor cósmico y conducirla por la Zona Negativa a 300 por hora. Y lo mejor es que esto es solo el comienzo. Hay seis tomos más por venir. Más épica, más drama, más locuras científicas que desafían la lógica. Más Reed estirándose por razones que nadie entiende. Más Sue siendo la mejor del equipo. Más Johnny incendiándolo todo. Más Ben con el corazón más grande de Marvel. Así que, si amas los cómics de superhéroes de verdad, sin cinismo, con el corazón en una mano y una bomba atómica en la otra… abre este tomo de los 4 Fantásticos, acomódate, y prepárate para gritar como un loco: ¡Es la hora de las tortas!
