
Jenny Bridge acaba de perder a su madre en el terremoto que ha asolado a San Francisco. Su única familia queda lejos, en Omaha, Nebraska. No queda nadie que la pueda cuidar en la ciudad ni más destino que viajar a lo largo del país para llegar a su nuevo hogar. En ese viaje, la pequeña no estará sola, un cartero de raíces indias, Enyeto Johnson, la acompañará hasta entregar “el paquete” en destino.
Ese es el viaje que propone “La niña y el cartero” (“La petite fille et le Postman”), de Bertrand Galic y Roger Vidal, editado en castellano por Norma. Un tebeo que supone un viaje emocional en el que el camino va a forjar unos lazos inquebrantables, más allá de razas, estratos sociales o costumbres sociales.

Ambientada en 1906 en los Estados Unidos, la historia se desarrolla en los cánones de los viajes emocionales que conllevan algo más que peripecias a sortear en el camino. Un camino que comienza con el envío de un paquete. Si éste pesa menos de cincuenta quilos, el Servicio Postal de Estados Unidos está obligado a entregarlo en cualquier destino que forme parte de los Estados Unidos. Nada hay en la norma que indique que el paquete pueda ser un ser vivo o no. Y esa es la forma en la que Jenny viajará por Estados Unidos, como un envío a entregar en Omaha. Por azares varios, Enyeto, el cartero que recepciona “el paquete”, asumirá la tarea hasta el destino final, en un periplo que será mucho más que una aventura, donde los vínculos se irán entrelazando conforme pasen los días y los kilómetros recorridos.
Este proceso está presentado de forma sobria, no exenta de componentes emocionales. Creciendo estos de forma orgánica ante el desamparo de la pequeña y la responsabilidad que va adoptando el maduro cartero. Una que le viene sobrevenida pero que acepta, más allá de los prejuicios sociales de la época donde sucede el relato. Así se forjará, en tren y a caballo, un vínculo entre dos desconocidos que desarrollarán entre ellos un sólido lazo…

Roger Vidal es el encargado de dotar de vida a este viaje emocional. Consiguiendo meter de lleno a quien lo lea en esas calles de comienzos del siglo XX. También en las praderas de la américa profunda, con sus caravanas de peregrinos y bandas de asaltadores. Retratando lo fiero de la aventura que espera a Jenny y a Enyeto. Capturando también la complicidad que se va creando entre los dos protagonistas del cómic. De forma sutil, pero eficaz a través de rostros, miradas y gestos. Haciendo crecer de este modo el relato, revistiéndole una personalidad gráfica que fortalece cada momento de lo contado.
Con la sencillez de lo atemporal se va desarrollando esta obra. Sin inventar nada, pero presentando sus cartas con magistral oficio. Cuidando cada aspecto de la trama, con ritmo y tono precisos. Dejando en su recorrido unos personajes que dejan huella, por la profundidad que revela su certera construcción.

Editada en castellano por Norma editorial, en cuidado formato europeo y con traducción de Alba Pagán, “La niña y el cartero” se postula como un relato de efectiva sencillez y solventes entrañas. Uno que quizá no invente nada en términos absolutos, pero lo que ofrece viene revestido de eficaz oficio gráfico y literario, atrapando a quien lo lea, como los personajes que protagonizan este viaje emocional. Uno donde se gestan esos lazos que unen y no atan. Quizá los más importantes que pueda tener un ser humano.
