La Última Sirena: desierto y agua

¿Alguna vez has visto un tridente de plata atravesando el sol?

No es una pregunta cualquiera. Ni una frase que uno suelte en una conversación casual, salvo que uno haya pasado demasiado tiempo en la deshidratada soledad de un planeta moribundo, escondido dentro de una cápsula blindada que parece haber salido del cruce genético entre un tanque soviético, un robot japonés y una pecera. Pero esa es precisamente la clase de joya que lanza sin previo aviso «La Última Sirena» («The Last Mermaid«), el cómic de Derek Kirk Kim que, sin necesidad de levantar la voz ni colgarse de fórmulas gastadas, logra el imposible de parecer algo completamente nuevo. Y eso, ya es una hazaña.

Vamos por partes. El mundo está roto. Literalmente. Está reseco, descolorido, agrietado como la piel de alguien que ya ha llorado demasiado. Pero en medio de ese paisaje crepuscular, hay una criatura imposible. No es un cyborg, ni una guerrera vengadora, ni una exploradora espacial. Es una sirena. Una sirena de verdad. Con cola, con branquias, con esa melancolía ancestral que siempre ha acompañado a estos seres en la ficción. Solo que aquí, en vez de cantar desde una roca, la vemos encerrada en una suerte de tanque móvil, una pecera andante con patas de robot y armamento defensivo, llamada C.H.A.V.(cámara hibrida acuática vehicular). Y aunque parece un chiste, una sirena conduciendo su propio acuario con piernas mecánicas en el medio del desierto, no lo es. O sí, pero solo durante un segundo. Porque enseguida nos damos cuenta de que ese aparato es todo lo que la mantiene viva. No es un lujo. Es una prótesis. Es su pulmón artificial. Su hogar. Su prisión. La imagen es tan potente como extraña. Tan triste como hermosa. Y así es el cómic entero.

Pero claro, todo sería demasiado solemne si no tuviera a Lottie. ¿Qué sería de la sirena sin su pequeña compañera? ¿Qué sería de nosotros? Lottie parece un Ambystoma mexicanum también conocido como ajolote. Una especie de salamandra, anfibia con la expresividad de un dibujo animado y la ternura de un peluche con vida propia. No habla. Solamente emite sonidos. Pero está siempre ahí. Acompañando. Animando. Asustándose. Apoyando. En medio de la aridez de ese mundo sin vida, este pequeño bichito es una chispa. Un alivio. Un corazón que late fuera del pecho. Hay algo casi maternal en la relación entre la sirena y Lottie. Algo que no necesita explicarse. Uno entiende que esa criatura es lo más importante que ella tiene. Más que el agua. Más que la misión. Más que todo. Porque en ese desierto cruel, lo único que tiene sentido es cuidar. Y ser cuidado.

Por otro lado, Derek Kirk Kim sabe que a veces lo mejor que puede hacer un guionista es callarse. Dejar que el dibujo hable. Y él lo hace. Con maestría. Con amor. Con una sensibilidad que se nota en cada trazo. Cada página es como una escena de una película animada que alguien decidió no producir, pero que ahora existe mejor aún: como un cómic sin límites ni fecha de estreno. No hay grandes diálogos. No hay cajas de texto llenas de exposición. Hay viñetas que respiran. Colores que están vivos. Composiciones panorámicas que nos invitan a mirar, no a correr. Aquí no se pasa la página para ver qué pasa. Se pasa la página para ver. Porque, sí, claro que pasan cosas. Hay persecuciones. Hay batallas. Hay robots con aspecto de insectos mutantes. Hay ruinas de civilizaciones antiguas que dan pistas sobre qué demonios pasó con el planeta. Pero eso no es lo central. Lo central es ella. La sirena. Y su andar. Bueno… su rodar.

Hablando de la edición, se publicó en Estados Unidos bajo el sello de Image Comics y Astiberri lo trae a España con traducción de Santiago García. No estamos ante el típico tamaño de grapa americana. Ni ante un formato de álbum europeo al uso. Este primer tomo incluye los cinco primeros números de la serie y se presenta en un formato más bajo y más ancho, que respeta el original en 16:9, pensado originalmente como storyboard de una película que nunca fue. Además, incluye una galería de ilustraciones realizadas por Ethan Young, Robin Har, Joy Ang, Jacob Perez, Gene Luen Yang y multitud de bocetos creados por el autor.

Por eso es un cómic ideal para quien nunca ha leído uno, porque no exige saber nada previo. Pero también es perfecto para el lector veterano que está cansado de leer la misma historia con distintos trajes. Para los aficionados de la animación. Para los que nos emocionó Wall-E. O Para quienes creemos que el silencio también puede ser épico. No es un cómic de acción tradicional. No busca adrenalina página a página. Es más bien un viaje. Una experiencia. Algo que uno lee con calma. Que se saborea como agua después de un día de calor. Es ese sentimiento raro que uno tiene cuando está leyendo algo que de verdad no se parece a nada. Una sensación de descubrir una obra hecha con amor, con intención, con verdad. Así que sí. «La Última Sirena» vale la pena. Mucho. Es uno de esos cómics que no grita para llamar tu atención. Son 184 páginas que con gusto se vuelven a recorrer y que dejan con ganas de saber como continua la historia.

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