
Casi dos años después de que la Bruja Escarlata pronunciara la famosa frase “no más mutantes”, el universo Marvel seguía intentando entender qué demonios había pasado. Solamente quedaban unos 198 mutantes en pie. El Homo Superior se había convertido en una especie en peligro. Y no uno simpático, tipo panda, sino uno perseguido, exterminado y olvidado. Hasta que, en el lugar más improbable del mundo, un pueblo helado en Alaska, nace un bebé con genes X. Y ahí se desata el Armagedón. Porque si hay un cómic que le prende fuego a los rescoldos humeantes de Dinastía de M y los transforma en un rugido de guerra, ese es este tomo llamado Complejo de Mesías. Trece capítulos, cuatro colecciones, una bebé recién nacida, media docena de facciones enfrentadas y una sola palabra escrita con letras de oro y sangre.
Todo comienza con un estallido. Literal. Cerebra, esa versión hipervitaminada de Cerebro, detecta un nuevo nacimiento mutante, el primero desde el fatídico evento que Wanda Maximoff dejó caer como una bomba de neutrones en 2005. El lugar: Cooperstown, Alaska. El problema: absolutamente todo el mundo se entera al mismo tiempo. Desde Mister Siniestro y sus Merodeadores hasta los Purificadores de William Stryker, pasando por los Acólitos, los Segadores y hasta algún que otro viajero temporal con delirio mesiánico. Todos se lanzan al ataque como si la niña fuera el Santo Grial, una piedra del infinito y un resguardo premiado de euromillones, todo a la vez. Y así, la Patrulla-X pasa de la meditación existencial post-Día-M al frenesí absoluto. De pronto, hay algo por lo que pelear. Alguien por quien luchar. Algo que defender que no sea sólo el recuerdo de lo que fueron. El crossover arranca en tromba con Ed Brubaker, Mike Carey, Craig Kyle, Chris Yost y Peter David empuñando los guiones como si fueran espadas flamígeras, con una sincronía milagrosa y un pulso narrativo que no baja el ritmo ni por accidente. El equilibrio entre acción, drama, conspiración y desarrollo de personajes es tan sólido que uno se pregunta si no habrán hecho algún pacto mutante con Mephisto.

Entre todo el desastre, aparece Cable. Hijo tecnorgánico del futuro, armado con más cicatrices que recuerdos, y con una determinación de hierro. Nathan Summers toma la decisión que cambiará el juego: rescatar a la bebé y escapar con ella a través del tiempo, como si estuviera en una mezcla entre El Guardaespaldas y Terminator. Y entonces llega el giro hermoso: la mutante recién nacida recibe un nombre. Uno cargado de simbolismo y doble sentido: Hope. Porque eso es lo que representa. La posibilidad de que los mutantes tengan un mañana. De que la extinción no sea inevitable. De que alguien tenga un destino distinto al de morir desintegrado por Wanda Maximoff o perseguido por locos armados hasta los dientes. Cable se convierte en una especie de padre postapocalíptico. Un Lobo Solitario con su Cachorro mutante. La historia entre ambos se alargará durante años y será una de las más entrañables y trágicas del universo Marvel. Pero todo comienza aquí. Entre tiroteos, traiciones y explosiones nucleares. Como Dios manda. Y si todo esto no fuera suficiente, tenemos a Bishop. Otro mutante venido del futuro, pero con una agenda completamente distinta. Lucas Bishop cree que Hope es el origen de la distopía que destruyó su mundo. Cree que salvarla es condenar a la humanidad. Y cree, sobre todo, que él tiene razón. Así que toma la decisión más dura, más brutal y más definitiva: convertirse en el traidor interno del equipo. Su caída es tan lógica como devastadora. No es un villano, pero sus acciones lo convierten en uno. A lo largo del evento lo vemos perseguir a Cable y Hope con una ferocidad que hiela la sangre. Y lo peor es que… casi le entiendes. Este es uno de los grandes aciertos de Complejo de Mesías: los villanos no son clichés. Son gente con creencias reales, dolorosas y bastante aterradoras.
Por otro lado, es casi un milagro editorial que cinco guionistas tan distintos lograsen mantener una trama coherente durante 13 números que saltan entre Uncanny X-Men, X-Factor, New X-Men y X-Men como si fueran un ping pong editorial. Cada serie tiene su identidad, pero ninguna se siente desconectada del resto. Tanto diálogos como las escenas de acción son dinámicos, y los arcos de personajes se cruzan con una naturalidad casi imposible en este tipo de eventos. ¿Sabes lo difícil que es hacer que cinco escritores distintos escriban a los mismos personajes sin contradicciones evidentes? Aquí lo hacen. Y lo hacen bien. Mención especial a como tratan a Cíclope y Cable, así como a Lobezno o X-23, que brilla como nunca en New X-Men. No hay relleno. Todo suma.

En cuanto al aspecto gráfico, los dibujantes cambian constantemente, y no todos juegan en la misma liga. Tienes nombres como Marc Silvestri, Chris Bachalo o Humberto Ramos, con estilos extravagantes, dinámicos y a veces incomprensibles. Pero también tienes a Scot Eaton o Billy Tan, que funcionan más como relleno que como fuegos artificiales. El cambio puede ser brutal, y a veces le hace daño a la trama. Por otro lado, los entintadores Danny Miki, Joe Weems, Allen Martínez o Jon Sibal intentan mantener una coherencia, pero es como poner tiritas a una fractura múltiple. El color, eso sí, es una fiesta mutante: Frank D’Armata, Edgar Delgado y Brian Reber brillan con luces y sombras.
Estos tebeos se editaron en su momento por parte de Panini Comics en formato de grapa. Ahora los reúne en un tomo de la línea Marvel Must Have, con traducción de Santiago García y David Hernández Ortega. Se incluyen los números X-Men Messiah Complex, Uncanny X-Men 492-494, X-Factor vol. 3, 25-27, New X-Men 44-46 y X-Men 205-207, además de las portadas originales realizadas por David Finch con Danny Miki y Frank D´Armata. Y también los archivos de la Patrulla X con ilustraciones de Marko Djurdjevic, Humberto Ramos, Kaare Andrews o Simone Bianchi.

Cuando llegas al último número, esperas una conclusión limpia, un “y vivieron felices… o no tanto”. Pero no. Porque «Complejo de Mesías» no termina. Solo muta. Hope desaparece con Cable en el tiempo. Bishop jura encontrarla cueste lo que cueste. Y en la Patrulla X entienden, por primera vez en años, que tienen un futuro. Difícil, sangriento, pero un futuro al fin y al cabo. Este evento es el punto de inflexión total de la era mutante post-Día-M. Lo que vino después tiene sus raíces aquí. Esta es la chispa. El Big Bang. El disparo de salida. Así que ya lo sabes: si alguna vez te preguntaste cuándo renacieron los mutantes, cuándo recuperaron la garra, la furia y la esperanza… fue aquí. En medio de la nieve, la sangre y el llanto de un bebé.
