
Pocos han captado en viñetas el espíritu de aventuras de piratas como Mathieu Lauffray. Baste recordar aquel homenaje a Robert Louis Stevenson que es “Long John Silver”, realizado junto a Xaxier Dorison, para secundar lo dicho. El trazo y arte de Lauffray capturó la esencia de la imaginería y exotismo que desprende este género, para verterlos sobre un guion tan solvente como imperecedero. El de un tebeo que ya puede considerarse clásico de la Bande Dessinée de este siglo XXI. Por su saber hacer, tanto en términos de entretenimiento como del magnetismo gráfico que desprendían sus páginas.
Por eso, que en 2020 Lauffray volviera al género de piratas fue una buena noticia. Bajo la mano “Raven”: una obra donde el dibujante asumía el rol de autor completo, compuesta de tres volúmenes: “Némesis” (“Némésis”), “Las Tierras del Infierno” (“Les Contrées infernales”) y “Furia” (“Furies”). Siendo el último título publicado el año pasado en el mercado franco belga por Dargaud, Norma ha optado por presentarnos la obra ya de forma integral, con traducción de Alfred y Jofre Sala. Decisión acertada, pues estamos ante un relato que, con sus luces y sombras, se disfruta más si se recorre como una lectura unitaria. Como si fuera el mapa que nos lleva hacia un tesoro…

Inspirado libremente en “La venganza de Vulmea el Negro” («Black Vulmea’s Vengeance»), de Robert E. Howard, Laufray nos presenta en Raven un relato de piratas en los que los elementos y recursos propios del género estan siempre presentes. Con sabor a aventura clásica, el cómic nos lleva al caribe del siglo XVII con un pirata solitario, Raven, en busca de uno de los mayores tesoros perdidos un siglo atrás. Una búsqueda en la que no estará solo. Pues la peligrosa Darksee también lo codicia. Y junto a ella, el resto de la tripulación del “Escorpión”, uno de los barcos piratas más peligrosos del Caribe…
“Escúchame bien, hijo, no te acerques a ella. Te comería crudo”

De ese punto de partida nace esta aventura en tres actos, con un pie en el clasicismo formal de los relatos de piratas. Donde las lealtades son tan efímeras como una ola que viene y va. Donde el peligro es tan intenso como la sensación plena de libertad en alta mar. Donde el exotismo del caribe trasluce entre los peligros de los territorios inexplorados. Donde esperan tesoros olvidados en islas ignotas, llenas de peligro, pero con una promesa de gloria en sus entrañas. La que implica la aventura a flor de piel. La que conlleva la búsqueda de un botín perdido…
Esos son los mimbres para que Lauffray brinde páginas de muchos quilates. Esas que cautivan al primer vistazo, quedándose en la retina de quien las descubre. Consiguiendo que el viaje que ha emprendido llegue a buen puerto. En esta ocasión Lauffray navega, solo como autor completo, y eso se nota en un guion plagado de recursos y lugares comunes del género. Incluso con algunos pasajes sin profundidad. Sin embargo, esas debilidades quedan diluidas en la contundente espectacularidad y belleza del arte vertido aquí.

Sería un error confrontar “Raven” con “Long John Silver”. Cierto es que la sombra de esa joya de los tebeos de piratería es alargada. Posiblemente las comparaciones sean contundentemente odiosas. Este es otro viaje en el que el timón solo está en las manos de Lauffray, y éste ha optado por confiar su suerte a espectaculares composiciones y encuadres para un guion que cumple con los estándares del género. Uno que pocas veces se le ve las costuras, aunque ocurre. Pero que rápidamente se compensa con una fuerza gráfica notable. De las que deja huella. De las que, en definitiva, seduce.

No será, en conclusión, “Raven” el mejor tebeo de piratas de la historia pero en sus páginas se respira el salitre del océano, los olores fuertes de la selva y la sensación constante de peligro y aventura. Quizá el único pecado que tenga este tebeo sea que su autor dibujó una joya como es “Long John Silver” y en esta ocasión lo que propone es una aventura más ligera y más clásica. Si sabemos dejar a un lado eso, “Raven” se tornará una eficaz lectura de piratas que entretiene por su guion y maravilla con su arte. No esperen pues en este tebeo una epifanía ni un descubrimiento. Pero si son de relatos de piratas, este cómic supone una eficaz y espectacular dosis de entretenimiento, plasmada en viñetas de muchos quilates. Ya solo por eso, vale la pena que Mathieu Lauffray ondee la “Jolly Roger” en las páginas de “Raven«.
