
«En el campo todo son fatigas. Pero hay muchas hectáreas sin ortigas. Es la primavera….
Nuestras penas son de distintos colores. Pero incluso en la desgracia brotan las flores. Es la primavera….«
Michel Rabagliati ha construido, a lo largo de los años, una de las series más entrañables y conmovedoras del cómic contemporáneo con su saga de Paul. En cada entrega, ha explorado las distintas etapas de la vida de su protagonista con una honestidad y una sensibilidad excepcionales. En «Paul en casa» («Paul à la maison») nos encontramos ante su obra más íntima y personal, un retrato de la soledad, la pérdida y la incertidumbre que acompaña a la mediana edad. En esta historia, nos invita a un viaje melancólico, pero también lleno de humor y ternura, donde su protagonista se enfrenta a un momento de inflexión en su vida: el divorcio, la enfermedad de su madre y la necesidad de redescubrirse a sí mismo en un mundo que ya no siente como propio.
El divorcio de Paul, después de tres décadas junto a su novia del instituto, se presenta como una de las transformaciones más significativas de su vida, pero curiosamente, Rabagliati lo mantiene en un segundo plano. En lugar de centrarse en el dolor de la separación, la historia se adentra en los sentimientos de vacío, incertidumbre y búsqueda de sentido que la siguen. Es en este contexto que Paul debe afrontar otro golpe emocional: la enfermedad grave de su madre. Este encuentro con la fragilidad de la vida le obliga a mirarse en un espejo doloroso: al igual que él, su madre también se divorció en la madurez tras un largo matrimonio, y pasó el resto de sus días en una soledad no deseada o en relaciones poco satisfactorias. Es un destino que Paul teme profundamente, aunque rara vez lo exprese con palabras.

Las citas online, a las que Paul se lanza con una mezcla de curiosidad y desesperación, no hacen más que subrayar su sensación de desconexión. Rabagliati, con su habitual técnica para captar lo tragicómico de la existencia, nos ofrece una serie de episodios que oscilan entre la melancolía y el humor autocrítico. La risa, en este caso, es un bálsamo que no alivia del todo, pero que permite seguir adelante. Aquí no rehúyen las cuestiones más íntimas. El autor canadiense aborda la soledad, el miedo al futuro y la pérdida con una perspicacia conmovedora, pero también con una voluntad lúdica de reírse de los absurdos de la vida. El resultado es un relato que, pese a su melancolía subyacente, nunca cae en el derrotismo. En cambio, nos invita a aceptar los cambios y las despedidas como parte inevitable del viaje, pero sin perder de vista la posibilidad de redescubrirnos a nosotros mismos.
En lo gráfico, el dibujo de Rabagliati es claro y expresivo, basado en líneas limpias y un trazo amable, otorga a la historia una sensación de cercanía y calidez. Aunque el blanco y negro domina, el autor lo usa de manera magistral para enfatizar estados de ánimo y resaltar la importancia de ciertos momentos. Los fondos detallados transmiten una sensación de realidad cotidiana, mientras que los rostros caricaturescos de los personajes permiten una expresividad directa y genuina. Este equilibrio entre la simplicidad del diseño y la profundidad de la emoción refuerza el tono melancólico y reflexivo de la historia. En escenas clave, el uso del espacio en la página se convierte en un recurso narrativo en sí mismo: los momentos de soledad de Paul se ven acentuados por viñetas amplias y silenciosas, mientras que los encuentros con otras personas se dinamizan con composiciones más cerradas e interacciones visuales sutiles. A lo largo de estas páginas, el lector no solo presencia los momentos de tristeza de Paul, sino también sus pequeños intentos de reconstrucción, sus gestos de ternura hacia su madre y sus intentos, a veces torpes, de conectar con los demás.

Este tebeo editado en Canadá por Éditions de la Pastèque y ahora en España por Astiberri con traducción de Óscar Palmer es más que una historia sobre la pérdida y la soledad. Es también una reflexión sobre el paso del tiempo y la forma en que la vida nos obliga a reinventarnos. Rabagliati construye un relato que es, a la vez, profundamente personal y universal. Paul podría ser cualquiera de nosotros, enfrentando las mismas dudas, los mismos miedos y las mismas esperanzas. El autor canadiense nos entrega de este modo una obra madura, que aborda la complejidad de la vida con una sensibilidad única. Es un cómic que nos invita a reflexionar, a reírnos de nuestras propias contradicciones y, sobre todo, a valorar el tiempo que compartimos con quienes nos rodean. Porque, al final del día, como nos recuerda «Paul«, lo único seguro es el cambio, y solo podemos aprender a navegarlo con la mayor dignidad posible.
