
Desde el primer vistazo a la portada de «Negro Horizonte» («Noir Horizon«), uno puede adivinar que se encuentra ante una historia oscura y perturbadora. Sin embargo, lo que Philippe Pelaez y Benjamín Blasco-Martínez han creado va más allá de lo que cualquier lector podría anticipar: una fusión inquietante de ciencia ficción y horror existencial que golpea con la fuerza de una pesadilla febril.
La historia nos transporta a Kepler-452b, un mundo que parece devorar la luz misma. En su superficie, un enigmático muro negro, denso y viscoso como el petróleo, se yergue como una cicatriz en el paisaje. Frente a él, los condenados, prisioneros forzados a una elección imposible: avanzar y perderse en la negrura o morir bajo las órdenes de sus captores. Desde las primeras páginas, la tensión es asfixiante. La trama no permite un momento de respiro, sumergiéndonos en un escenario donde la humanidad es poco más que un recurso desechable, una moneda de cambio en un juego de poder manejado por las élites terrícolas. Pero lo peor no es la brutalidad humana, sino lo que acecha tras el velo oscuro. Aquellos que se atreven a cruzarlo no siempre regresan, y los que lo hacen… ya no son los mismos. Las transformaciones son un misterio aterrador, un castigo impensable que reconfigura carne y mente sin previo aviso. La incertidumbre crece con cada página: ¿Qué impulsa estos cambios? ¿Cuál es la verdadera naturaleza del muro? ¿Es una barrera natural o el legado de una civilización perdida? El ejército, al darse cuenta del fracaso de su estrategia inicial, decide tomar una nueva dirección. En lugar de seguir enviando prisioneros comunes, seleccionan a individuos con habilidades letales y una única motivación: la libertad. Esta nueva escuadra es un grupo de asesinos y mercenarios, los únicos lo suficientemente desesperados y despiadados para intentar la misión imposible. Estos no son antihéroes con un sentido del humor negro: son depredadores humanos arrojados a un abismo donde ni siquiera su brutalidad les garantiza la supervivencia.

Más allá del muro, la atmósfera se torna aún más claustrofóbica. La naturaleza de la amenaza es elusiva, esquiva, casi indescriptible. Los cuerpos cambian, las mentes se fragmentan, y lo peor de todo es la incertidumbre. No hay reglas claras, no hay una lógica evidente en quién sufre las mutaciones y quién permanece intacto. Es como si la propia realidad se deformara al cruzar la frontera, como si Kepler-452b ocultara un secreto tan antiguo como el universo mismo. El elemento de horror cósmico que utiliza Pelaez es sutil pero demoledor. No se trata solo de monstruos y mutaciones, sino de la sensación de insignificancia, de enfrentarse a algo que no puede comprenderse ni combatirse con las herramientas humanas.
En el aspecto gráfico, El dibujo de Blasco-Martínez muestra a la perfección la desesperación y el aislamiento de este mundo cruel, con una estética que recuerda a las distopías más crudas del cine de terror y ciencia ficción. La composición de las viñetas, los encuadres y el uso del color refuerzan la sensación de peligro inminente, como si algo siempre estuviera al acecho en los bordes de la página, esperando su momento para arrastrarnos a la oscuridad. Los rostros de los personajes reflejan una gama de emociones intensas: desesperación, terror, resignación. Las expresiones de los condenados que avanzan hacia el muro son un golpe visceral que transmite la magnitud de su tragedia. El entorno, con sus tonos oscuros y su diseño opresivo, contribuye a la inmersión total del lector. No hay un solo rincón de esta historia que ofrezca consuelo.

Este primer volumen se publicó por Glénat en mercado francés, y Tengu Ediciones, se ha encargado de de editarlo en castellano, con traducción de Fernando Ballesteros. Un tebeo que deja muchas preguntas sin respuesta, pero en lugar de frustrar, despierta una necesidad insaciable de conocer más. No deja de ser un viaje aterrador y alucinante que evoca ecos tanto bíblicos como científicos, todo envuelto en una atmósfera densa de opresión y misterio. No es solo un relato de supervivencia, sino una alegoría inquietante sobre el poder, la sumisión y la fragilidad de la voluntad humana. Por eso, recomendarlo es casi un deber: si buscas una historia que te haga cuestionar la naturaleza misma del control y el miedo, este cómic es imprescindible. Pero ten cuidado: una vez que cruces el umbral de sus páginas, es posible que no regreses siendo el mismo. «Negro Horizonte» no es simplemente una historia, es una experiencia. Y como toda buena historia de terror, deja cicatrices.
