Aquelarre: lo siniestro de los prejuicios

A lo largo de la historia, a la humanidad siempre le han acompañado los prejuicios. Basados en ocasiones en generalizaciones fatuas que confunden la parte con el todo, han hecho mella en muchas sociedades necesitadas de buscar chivos expiatorios ante cualquier situación sobrevenida. Un ejemplo de ello fueron “las cazas de brujas” llevadas a cabo en toda Europa entre los siglos XV y VXII. Procesos en el que muchas mujeres fueron acusadas de practicar ritos paganos y traer “malas cosechas” o desgracias a la comunidad, mientras la superstición alimentaba fantasiosas acusaciones de reuniones nocturnas donde las reuniones con el demonio eran una constante y el sexo y lo profano se fusionaban en rituales sacrílegos.

Todo ello fue el caldo de cultivo para una represión brutal hacia aquellas que podían ser tildadas de diferentes, de salirse de la senda del rebaño. Bien porque estaban solas, sin marido. Bien porque solo buscaban una libertad individual que les era negada o aún conservaban conocimientos sobre el entorno natural y los ponían en práctica. O simplemente porque hacía falta un culpable que sirviese para justificar “una sequía”. Con esa condena se calmaba la furia de la “turba” ante la falta de cosechas. Así funcionaba una sociedad donde la ignorancia, el prejuicio, el miedo y la superstición eran tres pilares básicos en un contexto en el que el conocimiento era una rara avis reservada a unos pocos.

Muestras de todo lo expuesto las podemos encontrar en “Aquelarre”, de Álvaro Aparicio y José Luis Porta. Un tebeo que ha visto la luz al comienzo de este año de la mano de Cascaborra. Excelentemente ambientado nos lleva a 1611 en una localidad rural entre Aragón y Navarra, donde una acusación de brujería llevará a Alonso de Salazar y Frías ((Burgos 1564 – 1636), el ilustre sacerdote e inquisidor español que participó en el legendario proceso de brujas de Zugarramurdi en 1610.

La inclusión en la trama de este personaje histórico no es algo liviano. Salazar fue el único miembro que no dio ni crédito ni validez a las acusaciones y testimonios que se vertieron en el Tribunal de la Inquisición Española de Logroño cuando se llevó a cabo el famoso proceso de Zugarramurdi. Era un hombre de fe, sin duda, pero anteponía la evidencia empírica, el razonamiento y la deducción a las habladurías o las supersticiones. Ese es el protagonista de “Aquelarre”, quien investigará el caso de brujería, donde una muchacha solitaria, ya cautiva, es acusada de ello.

Con esa premisa, Ávaro Aparicio construye un sobrio relato excelentemente ambientado, que nos mete de lleno en esa época de miedos e ignorancia. Con un acertado ritmo va sembrando elementos de interés en la trama mientras la investigación de Salazar avanza, dejando en evidencia que lo más siniestro del género humano no es, ni mucho menos, algo sobrenatural. Sino algo más terrenal que tiene más que ver con la ignorancia que con la magia.

José Luis Porta hace crecer lo contado con el acertado uso de lápiz y carboncillo. Ampliando los contrastes y claroscuros de una época falta “de luces”, donde los miedos e ignorancias se revelan en rostros y posturas. Donde las creencias toman la delantera a la razón, con la oscuridad propia de las fantasías evocadas en muchas viñetas. Con el salvajismo propio de quien se cree en posesión de la verdad absoluta, aunque sea incapaz de comprender comportamientos humanos y entornos naturales. Frente a ello, se perfila, literaria y gráficamente, un Salazar sobriamente caracterizado que funciona como catalizador del relato y, a la vez, como un contraste de luz ante la oscura ignorancia.

Estamos, en consecuencia, ante un cómic certero, de los que no deja indiferente. Tanto por la propuesta plástica como por los recovecos que subyacen en el relato que desarrolla. A lo largo de sus 104 páginas, rotuladas y paginadas por Carlota Quintana, queda un recorrido de una pieza, de los que atrapan por lo que proponen. Un relato duro y aterrador, por el lado más siniestro del género humano que muestra. Pero también por la acertada luz racional que encarna Salazar frente a la oscura superstición. De esta forma, «Aquelarre” da algo más que mero entretenimiento, aportando en su desarrollo elementos de reflexión mientras avanzamos por sus páginas.

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