
“Y el mar devolvió los muertos que guardaba. Y la muerte y el Hades devolvieron los muertos que guardaban… y cada uno fue juzgado según sus obras”.
La historia del Motorista Fantasma (Ghost Rider) ha sido una gesta entre maldiciones, venganza y desesperación desde su concepción. Johnny Blaze, el acróbata de motos que vendió su alma para salvar a su padre, ha pasado décadas atrapado en un ciclo de violencia sobrenatural, quemando almas pecadoras con su fuego infernal y buscando, una y otra vez, escapar de su destino. Sin embargo, cuando Daniel Way asumió los guiones del personaje en 2006, decidió llevar esta maldición más allá de lo que cualquier historia previa había mostrado. Su versión no solo profundizó en el sufrimiento de Johnny, sino que redefinió la mitología del personaje al exponer la verdad detrás de su maldición. Lo que parecía ser un pacto con el Diablo resultó ser una conspiración celestial mucho más oscura.
La trama se construye a partir de una premisa clara pero efectiva: Johnny Blaze ha escapado del Infierno, pero con un precio terrible. Lucifer, el ángel caído, también ha escapado, pero fragmentado en múltiples cuerpos humanos. Esto convierte la historia en una serie de enfrentamientos progresivos donde Blaze debe cazar y destruir cada una de estas encarnaciones antes de que Lucifer recupere su poder absoluto. Esta estructura le permite a Way jugar con distintos escenarios y enemigos, cada uno con habilidades únicas. En lugar de un solo villano al que derrotar al final, presenta una serie de pequeñas victorias y derrotas que mantienen la tensión en cada número. Blaze nunca puede bajar la guardia, ya que cada manifestación de Lucifer es impredecible, y la amenaza constante de su reunión en un solo ser es un elemento de suspense bien manejado. En esta serie, Blaze se siente como una víctima atrapada entre dos fuerzas cósmicas: el Cielo y el Infierno.

Por eso el guion es un elemento clave en la redefinición del personaje. Desde el primer número, se establece un tono inquietante y brutal, marcando una diferencia con etapas anteriores. Su historia no solo nos muestra la lucha de Blaze por la supervivencia, sino que también introduce esa conspiración cósmica más grande. Además, equilibra la acción desenfrenada con una exploración profunda de la psique de Johnny Blaze. La serie no solo trata de enfrentamientos épicos contra Lucifer y sus fragmentaciones, sino que también se adentra en el tormento interno del protagonista, su eterna lucha contra su maldición y la búsqueda de respuestas sobre su verdadero propósito. La historia no solo nos habla del Infierno y de Lucifer, sino que también introduce una visión más compleja del Cielo y de los ángeles. En esta interpretación, el Cielo no es completamente benévolo, y su papel en la historia es tan manipulador como el del Infierno. Blaze descubre que no puede confiar completamente en ninguna de estas fuerzas superiores, lo que lo convierte en un personaje aún más solitario y trágico. Por otro lado, Way maneja los diálogos de manera efectiva, manteniéndolos concisos pero poderosos. Johnny Blaze no es un personaje que hable demasiado, y su lenguaje es directo y lleno de desesperanza. En contraste, Lucifer y otras entidades demoníacas tienen un tono burlón y sádico, lo que refuerza la sensación de que Blaze está constantemente siendo puesto a prueba.
En lo gráfico, la estética del motorista ha sido siempre fundamental para la atmósfera del cómic, y en esta etapa en particular, se logró un equilibrio entre lo dinámico y lo grotesco. La serie presenta una fusión entre lo clásico y lo moderno, con trazos potentes y un enfoque en el detalle que potencia el horror sobrenatural que define al personaje. Javier Saltares fue el encargado de los bocetos y el diseño de páginas, estableciendo la estructura del cómic. Su trazo dinámico, que equilibra acción con expresividad, fue crucial para el tono de la historia. Cabe destacar las persecuciones en motocicleta, las explosiones de fuego infernal y las batallas cuerpo a cuerpo son elementos clave en esta serie, y Saltares logra transmitir una sensación de velocidad y brutalidad en cada viñeta. Sus encuadres son cinematográficos, utilizando ángulos que maximizan la intensidad de las peleas y la imponencia del protagonista. Y junto a Saltares, Mark Texeira se encargó de los acabados y la tinta, aportando su característico estilo sombrío. Su trazo rudo y su manejo de las sombras contribuyen a la sensación de crudeza y pesadilla que permea toda la serie. Texeira ya había trabajado con Saltares en los años 90 lo que generó una sinergia natural en la colaboración. El diseño con su calavera ardiente y su chaqueta de cuero negro, se beneficia enormemente del enfoque de Texeira, quien logra que cada aparición del personaje sea impactante y amenazante.

En este tomo también cabe destacar la participación de Richard Corben junto con José Villarrubia. Corben no solo dibujó al héroe de cabeza llameante: lo hizo suyo. Su trazo grotesco y detallado encajó a la perfección con la maldición de Johnny Blaze, dándole un aspecto más demoníaco que nunca. La calavera llameante del protagonista no es solo un cráneo ardiente; es una presencia infernal que parece derretirse en cada viñeta. Las sombras profundas y las texturas marcadas aportan un realismo grotesco que potencia la sensación de pesadilla. Además, el uso de la iluminación en su arte refuerza el tono infernal de la historia. Los contrastes exagerados y los colores saturados dotan a cada página de una energía visceral.
Este volumen comprende en total 456 páginas, con traducción de Óscar Estefania y es una buena entrada para aquellos que quieran adentrarse en la historia de uno de los héroes más trágicos y complejos de Marvel. Esta edición, a cargo de Panini Comics y SD Distribuciones, incluye los 19 números del volumen 5 de Ghost Rider, además de las portadas alternativas de Mark Silvestri y también portadas a lápiz de Mark Texeira y las paginas a tinta de Richard Corben, así como una introducción de Pedro Monje.

Al final Way no escribió un cómic de terror. Creó una pesadilla encadenada a una moto, un descenso a los abismos donde la redención es un chiste cruel y la condena es eterna. Nos mostró un Johnny Blaze desesperado, quebrado, engañado una y otra vez por entidades más antiguas que la humanidad, luchando no solo contra el Infierno… sino contra la certeza de que su batalla es inútil. Porque eso es lo más aterrador de este «Motorista Fantasma«: no puede ganar. Nunca podrá. Way nos hizo entender que el Espíritu de la Venganza no es un superhéroe con una maldición. Es un castigo con conciencia. Es el juicio de algo más grande, más antiguo y cruel que el mismísimo Satanás. No hay escape, no hay descanso, no hay final feliz. Solo fuego, cadenas, y un camino interminable de pecadores esperando su turno para arder. Y cuando creas que todo ha terminado, cuando cierres este volumen pensando que Johnny finalmente ha encontrado la paz… escucha con atención:
«En la distancia, un motor vuelve a rugir.
Las llamas vuelven a encenderse.
El Infierno vuelve a abrir sus puertas.»
