
La España de comienzos de los años ochenta estaba sumida en una inestabilidad latente. La dictadura de Francisco Franco había terminado oficialmente con su muerte en 1975, pero las estructuras del régimen seguían pesando sobre la sociedad. La Transición no había sido un proceso inmediato ni sencillo; cada paso hacia la democracia se veía entorpecido por el miedo y la resistencia de aquellos que no querían perder sus privilegios. Las viejas estructuras del Franquismo aún estaban presentes en muchos ámbitos de la vida cotidiana, y la educación no era una excepción. Los colegios todavía estaban marcados por una disciplina rígida y autoritaria, donde el castigo físico y el abuso de poder por parte de algunos docentes eran moneda corriente.
En este contexto, surge «Miedo» de David Muñoz, Antonio Trashorras y Javier Rodríguez. Donde dos chavales, Adrián y Raúl, no solo deben enfrentarse a la incertidumbre política que azota el país, sino también a los problemas propios de la infancia: la adaptación al entorno escolar, miedos a ser el diferente de la clase y la dificultad de encontrar su lugar en un mundo que parece demasiado hostil. El colegio, que en teoría debería ser un espacio de aprendizaje y crecimiento, se convierte en un lugar donde deben luchar por sobrevivir. Allí encuentran a un profesor violento, una figura que representa a los resquicios del antiguo régimen dentro del aula, alguien que enseña a través del miedo y la imposición. También deben lidiar un grupo de abusones que refuerzan la idea de que la violencia no se limitan únicamente a los adultos. En estas paginas se describen a la perfección como los «raros» o inadaptados estaban abocados a no ser felices en ese tipo de entornos.

David Muñoz y Antonio Trashorras logran, con precisión y sensibilidad, esquivar los tópicos sobre la infancia. No hay una nostalgia idealizada ni una simplificación de los hechos. La infancia no es retratada como un paraíso perdido, sino como un periodo lleno de luces y sombras, donde los protagonistas deben enfrentarse a una realidad compleja y a menudo hostil. A través de la mirada de los niños, la obra ofrece una doble perspectiva: la de la pequeña historia, íntima y personal, y la de la gran Historia, esa que sacudía a un país atrapado entre el pasado y el futuro. «Miedo» no solo reconstruye una época con fidelidad, sino que la convierte en un marco vivo, donde los ecos de la transición política se mezclan con los miedos propios del crecimiento y de los abusos que sufrían muchos niños por ser diferentes al resto.
En lo gráfico, el arte de Javier Rodríguez aporta unos trazos impecables que refuerzan esa ambientación de los años 80. Su dibujo capta con precisión la atmósfera de aquellos años, alternando con maestría entre lo documental y lo emocional. La paleta de colores y el uso de las sombras contribuyen a reforzar la sensación de opresión y tensión que impregna la historia. Rodríguez no solo ilustra los acontecimientos, sino que los dota de una fuerza expresiva que permite al lector sumergirse por completo en la historia. Sus viñetas no solo narran, sino que transmiten las emociones de los personajes, haciendo que el miedo, la angustia y la incertidumbre sean casi palpables. Un ejemplo claro es la situación vivida en el golpe de Estado de Tejero que hizo tambalear el país de manera imprevisible, donde Rodríguez retrata la inquietud vivida en ese momento a la perfección.

Editado por primera vez en 2003 por Glénat, tras veinte años lo ha recuperado Astiberri en una edición que añade 16 páginas extras, ofreciendo una mirada sobre lo que pudo haber sido su continuación. Incluye también materiales adicionales que ayudan a profundizar aún más en la historia, brindando detalles sobre el proceso de creación y el contexto histórico en el que se desarrolla. Al igual que la entrevista donde participan los tres autores explicando los entresijos de la misma. Una buena forma de acompañar a esta obra costumbrista. Una que permanece en la memoria, como un eco de tiempos inciertos que parece que nunca desaparecen. Al mismo tiempo, también muestra cómo, a pesar del avance democrático, muchas personas de izquierda aún temían expresarse abiertamente. La memoria del franquismo pesaba demasiado, y la posibilidad de represalias o discriminación mantenía en silencio a quienes deseaban un cambio más profundo. Al final, «Miedo» es un testimonio de una época en la que la transición no era solo política, sino también una fase personal, una lucha por dejar atrás la angustia y encontrar la voz propia en un mundo que aún se resistía a cambiar.
