La conspiración. La historia secreta de los Protocolos de los Sabios de Sion : De la infamia y el odio

¿Hasta donde puede llegar una mentira? Al contrario de lo que sentencia el dicho, muy lejos. Solo hace falta creer en ella. No hay más que ver cómo funcionan actualmente los “vertederos virtuales” para corroborar que, con las justas dosis de odio e ignorancia, la infamia puede tomar forma. Una constante tan antigua como la propia humanidad, siempre necesitada de buscar en ocasiones chivos expiatorios para cargarles “el muerto” de cualquier cuestión. Ya sean malas cosechas, epidemias, crisis económicas o catástrofes. Da igual lo inverosímil que resulte la relación causa efecto. Basta con que el señalado sea “diferente” al rebaño para que esto permita al resto “justificarse” con esa creencia.

Dentro de las minorías étnicas, una de la más vilipendiadas en Europa a lo largo de la historia ha sido la judía. El chivo expiatorio perfecto para justificar aberraciones y mantener el status quo imperante en cada momento. Y es que un prejuicio repetido hasta la saciedad, con la venia del poder y las debidas reiteraciones de sus mensajeros, puede convertirse esa “verdad” que construye los “relatos” útiles en términos de propaganda. Los hechos no importan si se sabe cocinar una calumnia al calor de los prejuicios culturales, religiosos o étnicos. Basta rastrear la historia para ver como las propagandas interesadas ha servido de forma eficaz para perpetrar las mayores atrocidades. Desde quemas de brujas hasta genocidios varios, como el cometido contra el pueblo judío en la Segunda Guerra Mundial.

Centrándonos en el delirio antisemita, éste se ha alimentado de prejuicios y burdas mentiras desde la antigüedad. Si bien una de las más usada contra este pueblo, aunque sea tan burda como ridícula, es la que se recoge en “Los Protocolos de los Sabios de Sion”. Un panfleto construido por el servicio secreto de la Rusia zarista que ha llegado hasta nuestros días. Es en esencia un plagio del libro de 1864 de Maurice Joly: “Diálogo entre los infiernos entre Maquiavelo y Montesquieu” (“Dialogue aux enfers entre Machiavel et Montesquieu”), hecho con la suficiente torpeza y descaro por Mathieu Golovinski como para resultar evidente “la copia”. Si el texto original de Joly era un alegato contra el totalitarismo del entonces emperador de Francia Napoleón III, el plagio antisemita perpetrado por Mathieu Golovinski utilizó la sátira original para travestirla de prejuicios y temores racistas. La finalidad era aprovecharse del recelo a los judíos extendido por la Rusia zarista, utilizándolo de este modo para conservar parcelas de poder dentro de los organigramas de poder en torno al Zar.  El resultado fue un burdo panfleto que, no obstante, fue divulgado por todo el mundo siendo, por ejemplo, publicado en Estados Unidos en el diario de Henry Ford. Esa masiva divulgación contribuyó a la falsa creencia mundial de la “conspiración judeo-masónica”, y fue (y sigue siendo) pilar fundamental en el corpus intelectual de muchos partidos de extrema derecha en todo el mundo.

El gran Will Eisner (1917-2005), judío criado en Nueva York, vivió esos prejuicios en vida. Hecho que le llevaría a investigar los mecanismos ocultos que avivaban ese odio. Como resultado, queda la que fue su última obra: “La Conspiración. La historia secreta de los Protocolos de los Sabios de Sion” (“The Plot: The Secret Story of the Protocols of the Elders of Zion”), recientemente reeditada en castellano por Norma Editorial, veinte años después de su primera edición.

El tono social en la obra de Eisner es algo fácilmente rastreable, sobre todo en su etapa de madurez. “La Conspiración”, en ese sentido, no es una excepción, si bien aquí hay una finalidad didáctica evidente: la de acabar con una mentira socialmente aceptada entre muchos intolerantes. Y Eisner lo hace de forma efectiva, utilizando con destreza los recursos que permite la narrativa secuencial del noveno arte. Sintetizando la historia de esta infamia a lo largo de los años, con un estilo directo y accesible para cualquiera. Contribuyendo de este modo a derribar algunos de los prejuicios más longevos y vergonzosos de la humanidad.

“No es que Los protocolos infundan antisemitismo, sino que la necesidad profunda que tiene la gente de señalar a un enemigo es lo que les empuja a creer en la conspiración”.

Esta afirmación es buen punto de partida para abordar este cómic. Así la expresaba Umberto Eco en el prologó que redactó para la edición original, y que viene recogido en la edición de Norma, traducida por Enrique Sánchez Abulí, que también cuenta con la firma de Stephen Eric Bronner en el epílogo de la obra . Una que, a lo largo de sus 152 páginas, desmonta una calumnia que vergonzosamente sigue siendo aceptada por muchos. En la actualidad de nuestros días, donde el ruido de los rebuznos, tergiversaciones y bulos virtuales impide muchas veces ver la esencia de los hechos, «La Conspiración. La historia secreta de los Protocolos de los Sabios de Sion» sigue siendo necesario.

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