Harry 20 en High Rock: condenado a prisión

Estamos en el futuro lejano, donde el sistema penal ha evolucionado de formas espeluznantes. En lugar de cárceles tradicionales, tenemos prisiones orbitales, estaciones espaciales donde los reclusos son enviados a pagar sus delitos lejos de la vista de la sociedad. Aquí es donde Harry Thompson se va a ganar su estatus de leyenda en esta obra creada por Gerry Finley-Day y Alan Davis para la revista 2000AD entre 1982 y 1983: «Harry 20 en High Rock» («Harry Twenty on the High Rock»), recuperada recientemente para el mercado español por Dolmen.

¿Por qué “Harry 20”?. Porque ese el número de años de condena del preso en el sistema de clasificación de la prisión, conocido como High Rock. La prisión, a pesar de estar en órbita, no es el paraíso que podrías imaginar: más bien parece un agujero negro de sufrimiento, brutalidad y una opresión sin fin. Y para Harry, ser solo un número en el sistema es un constante recuerdo de la deshumanización de la que es víctima. Como todos los lugares penitenciarios futuristas del cómic, está impregnada de ese aire de desesperanza y represión. A medida que el protagonista navega por el sistema carcelario, nos damos cuenta de que las reglas no existen realmente, solo el poder brutal de los guardias, la ley del más fuerte, y un sistema de vigilancia constante que amenaza con aplastar cualquier intento de resistencia. Harry no es un prisionero promedio. Es un hombre curtido por la vida, un reo que no se ha rendido y que está lleno de esperanza y ninguna duda que escapará de ese inferno de cualquier manera.

Es un personaje lleno de furia y determinación, sin miedo de ensuciarse las manos. No se trata de un hombre que quiera redimirse ni de un héroe tradicional; lo que quiere es salir de la prisión y vengarse de aquellos que lo han despojado de su humanidad. Cada paso que da en su búsqueda de libertad es como un puñetazo en la cara del sistema opresor que le ha condenado. De alguna forma, Harry es más un símbolo de resistencia que un héroe clásico, pues lo que realmente está buscando no es la paz ni el arrepentimiento, sino la libertad a cualquier coste. La fuga no es solo una cuestión física, sino un acto simbólico de lucha contra un sistema totalitario. Frente a él, unos guardias sádicos y un alcaide más cruel todavía, que son los encargados de mantener a los prisioneros a raya. Son figuras implacables, sin moral y completamente ajenas al sufrimiento de aquellos a quienes gobiernan. Para ellos, los prisioneros no son seres humanos, son material de desecho. Sin embargo, lo que realmente destaca en la historia son los personajes secundarios. Harry no es un llanero solitario: se alía con otros presos, algunos más astutos y traicioneros que otros, pero todos con una motivación común: huir. Es una lucha de clases, pero aquí las clases son simples: los poderosos y los oprimidos. Los prisioneros, por su parte, están divididos, y la lucha por el poder dentro de la prisión es tan feroz como cualquier otra guerra de bandas, donde el deber de sobrevivir choca constantemente con las tensiones internas. Y, por supuesto, no faltan las sorpresas. No solo estamos ante una historia de escape, sino ante una trama de conspiración donde nada es lo que parece.

Desde el inicio, el guion establece un tono de desesperanza y claustrofobia, reflejando la brutalidad de ese sistema penitenciario opresivo y deshumanizante. Finley-Day utiliza un lenguaje directo y contundente, sin concesiones, para pintar un retrato crudo y realista de la vida en prisión. Harry no es solo una persona en busca de libertad; es un hombre enfrentado a sus propios miedos y límites, obligado a tomar decisiones difíciles para sobrevivir en un entorno hostil. Los antagonistas, como el alcaide y o Gran Rojo (uno de los personajes más llamativos del tebeo), no son simples enemigos; Finley-Day los dota de motivaciones creíbles y personalidades complejas, creando un juego constante de poder y lealtades.

Si el guion es interesante lo que destaca es el dibujo de Alan Davis. Su estilo, aunque primerizo, es muy dinámico, con un enfoque muy expresivo para los personajes y la acción. Las escenas de lucha están tan detalladas que casi puedes sentir el golpe. Los primeros planos de los rostros de los personajes están llenos de tensión, reflejando la furia de un mundo que no da espacio para la debilidad. Además, la ambientación de la prisión espacial es inquietante. Los pasillos, las celdas, la maquinaria, las pantallas de control, todo está diseñado para transmitir la sensación de estar atrapado en una jaula. El espacio no es solo el lugar físico donde ocurre la historia, sino un reflejo de la mentalidad opresiva que predomina en la prisión.

Publicado por primera vez en España en 1987 de forma serializada en los números #2 al #8 de «2000AD presenta» por MC Ediciones, relato se gano el estatus de clásico de culto. Ahora Dolmen Editorial lo recupera editándolo de forma integra por primera vez, con nueva traducción de Alberto Díaz. En sus paginas, además, encontramos una introducción escrita por el propio Alan Davis, donde revela anécdotas de la creación de la obra y cómo este proyecto definió su estilo. Además, Sergio Aguirre ofrece un análisis sobre lo crucial que fue estos tebeos para la carrera de Davis. Como guinda del pastel, el volumen incluye las portadas originales de los números #207, #299 y #302 de la revista 2000 AD, en las que se publicaron los capítulos de esta historia, así como multitud de bocetos del dibujante británico. Por todo esto, a más de cuatro décadas de su publicación original, «Harry 20 en High Rock» sigue siendo tan relevante y emocionante como en su debut. No solo es un relato de fuga trepidante, sino también una reflexión sobre el poder, la justicia y la resistencia frente a la opresión. En un mundo donde las libertades individuales se enfrentan constantemente a estructuras de control, el comic protagonizado por Harry Thompson todavía ruge con fuerza.

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