Las Efímeras 2: el ciclo se cierra

Las efímeras revolotean sobre Belle River como un mal presagio, pero también como un eco de algo más profundo, algo más antiguo. En este segundo volumen de «Las Efímeras« (“Fishflies”), de Jeff Lemire, continuamos la historia de Franny y Bicho. Dos almas perdidas, atrapadas en un tiempo que no les pertenece y buscados por un pueblo que quiere respuestas donde solo hay misterio. Se han escapado, pero no hay huida real cuando nunca sabes donde quedarte ni porque nadie te quiere. La policía los busca. Otros, con intenciones más oscuras, también. Mientras tanto, una madre descubre un pasado del pueblo, buscando en símbolos celtas y en el fulgor de una luna azul la clave para entender el crimen que marcó su vida. Pero el pasado no ofrece respuestas, solo espectros de lo que fue, cicatrices mal cerradas y el zumbido incesante de las efímeras, como una advertencia imposible de ignorar.

En ese pequeño pueblo, donde cada año una plaga de efímeras lo cubre todo con su manto de alas y cuerpos frágiles, ese crimen que vimos en el primer volumen continua sin resolverse. Un niño ha sido atacado, y la sed de justicia (o de venganza) ha encendido una cacería. Un rumor, que nadie vio pero que se llevó a Franny. Se convierte en el principal sospechoso, un chivo expiatorio para un pueblo que busca castigar lo que no entiende. Pero esa niña solitaria que carga con su propio dolor, ve en él algo más: una criatura perdida, alguien que, como ella, no encaja. Entre ambos surge una amistad imposible, frágil pero auténtica, una complicidad nacida del miedo compartido y de la necesidad de encontrar en el otro un refugio. Mientras tanto, la madre de la víctima sigue un camino diferente. Busca respuestas en el pasado, en antiguas historias, en símbolos celtas esparcidos como piezas de un rompecabezas que nadie ha sabido armar. La plaga de insectos que cada año cubre el pueblo se ha convertido en una especie de maldición silenciosa, una presencia ominosa que ha acompañado décadas de dolor y resentimiento. Y ahora, con el ataque a su hijo, esa historia que parecía enterrada ha vuelto a cobrar vida.

Jeff Lemire continua con una extraordinaria habilidad de expresar el dolor y la desesperación con una sensibilidad única. En este segundo volumen, vuelve a ahondar en la violencia humana, pero no desde el morbo o la crudeza, sino desde lo íntimo. Nos muestra cómo el miedo se convierte en un monstruo más aterrador que cualquier criatura sobrenatural, cómo la incomprensión y la intolerancia pueden justificar actos terribles en nombre de la justicia. Usa el pueblo como un personaje en sí mismo: tanto en el pasado como en la actualidad, los rumores y prejuicios pesan más que los hechos. Y la ley cambia dependiendo de quien la dicte en cada momento. Utiliza las calles y sus casas cercanas al rio como lugar para situar el verdadero problema del pueblo. Ahí es donde se esconde el verdadero terror de la historia: el miedo a lo diferente, el deseo de encontrar culpables en lugar de respuestas y aportar venganza en lugar de justicia, en un mundo casi siempre injusto. Pero entre la desolación y la violencia, Lemire deja espacio para algo más. En la relación entre niña y el monstruo hay ternura y esperanza, una pequeña chispa de luz en medio de la oscuridad. Franny, con ese abrigo rojo que resplandece en estas páginas como un último rastro de calidez, representa esa resistencia infantil a la brutalidad del mundo adulto. Del mismo modo, el policía que busca incansable a la niña representa esa justicia tan buscada y tan necesitada para muchas personas.

En lo gráfico, el trazo del autor canadiense sigue la misma línea que el volumen anterior. Con líneas sueltas, rostros expresivos, paisajes que parecen hechos de recuerdos más que de imágenes concretas. Su estilo, que puede parecer tosco o inacabado a primera vista, pero encierra una profundidad única. Aquí, más que nunca, ese trazo desgarbado y casi frágil refleja la tristeza que impregna la historia. En cuanto al color está muy pensado y meditado al reforzar los tonos apagados mientras que los pocos destellos de color, como el rojo del abrigo de Franny muestra esa pequeña esperanza de un mundo que parece marchito.

Con este segundo volumen, editado por Astiberri, Lemire pone fin a una historia que comenzó con un crimen violento y termina con una inesperada redención. Este tebeo no es solo un relato de misterio o terror. Aquí se habla sobre la soledad y la necesidad de conexión, sobre el peso del pasado y las posibilidades del futuro. Es un cómic que nos recuerda que los verdaderos monstruos no siempre son los que lo parecen, que el miedo puede convertirnos en lo que más tememos y que, a veces, la única manera de escapar de la oscuridad es encontrar a alguien que nos tome de la mano y nos ayude a ver la luz. Porque incluso en una noche infestada de «Efímeras«, todavía puede brillar un abrigo rojo.

Deja un comentario