
Continuamos con las aventuras de Gadiro en el segundo tomo editado por Serendipia. Una obra que expande el universo presentado en la primera entrega, llevando a los lectores a un escenario más complejo y peligroso, donde la diplomacia es tan letal como la guerra. En esta continuación, el protagonista, se enfrenta a su misión más complicada hasta el momento: viajar a las hostiles tierras de Bóreas con la intención de negociar una paz que, desde el principio, parece imposible. Sin embargo, este periplo no es solo un camino de negociaciones, sino un descenso a los infiernos de la traición, la supervivencia y la lucha contra un destino que parece sellado por fuerzas más allá de su control.
Desde las primeras páginas, Manuel Veiga nos sumerge en una atmósfera de peligro inminente. Gadiro parte en su viaje acompañado por un grupo tan heterogéneo como fascinante: su prometida Xail, una azteca cuya presencia ese toque romántico y a la vez salvaje a la travesía; Dhembo, un guerrero serer de Senegambia, cuya destreza en combate y lealtad serán cruciales en los momentos más oscuros; Naeem, un joven egipcio aprendiz de arquitecto, que aporta una mirada inquisitiva y una mente brillante; y Wythrin, un druida que perdió todo lo que quería, cuya sabiduría y conocimientos arcanos podrían marcar la diferencia en esta empresa casi suicida. A ellos se suma Sapphira, una espía enviada por Atlas, el hermano de Gadiro y heredero de Atlantia, cuya verdadera lealtad está en duda desde el inicio. Su papel como «guardaespaldas» del embajador no es más que un velo que oculta sus verdaderas intenciones: asegurar el descrédito de Gadiro y, si es necesario, precipitar su caída. El viaje hacia Bóreas no tarda en tornarse una pesadilla. A medida que cruzan la frontera, el grupo se enfrenta a un sinfín de emboscadas y trampas mortales, cada una más ingeniosa y letal que la anterior. Además, según avanzamos en las páginas Veiga juega con dos historias paralelas, con la aparición de esa princesa que recibe ataques misteriosos en su propia alcoba, un hilo argumental que se desarrolla en las sombras y promete explotar en futuras entregas.

A nivel narrativo, Manuel Veiga demuestra su habilidad para construir un mundo rico en detalles, aunque en esta entrega la historia se parece más un interludio que un episodio con identidad propia. Si bien la acción y el peligro están presentes en cada página, la profundidad de los personajes secundarios queda en un segundo plano, lo que resta algo de interés en ciertos momentos clave. También aparecen aquí paralelismos con clásicos de la Espada y Brujería: la exploración del villano en esta entrega recuerda en algunos momentos a las historias clásicas de Conan el Bárbaro.
Pese al cambio de dibujante, el material gráfico está a la altura del primero. El arte de Adrián M. García sigue siendo uno de los puntos fuertes del cómic. Las escenas de acción están magistralmente coreografiadas, así como los diseños de personajes son expresivos y bien definidos. Logra mantener un estilo cercano al primer volumen dibujado por Fabiano Neves, manteniendo esa ambientación que logra atraparte en la dureza y frialdad de las tierras boreanas. Además, Tiago Barsa complementa las ilustraciones con un trabajo de color sobresaliente, que realza la atmósfera de la historia y dota de vida a cada viñeta.

Aunque en parte este relato sea una fase preparatoria para lo que está por venir, no deja de ofrecer momentos de tensión, sorpresas y gestas heroicas que consolidan su identidad dentro del género. La combinación de peligros inminentes, traiciones inesperadas y personajes que evolucionan con cada paso hacen que este volumen sea mucho más que un simple puente hacia la próxima entrega: es una pieza clave en el desarrollo de la saga. Si esta entrega ha sido solo la calma antes de la tormenta, entonces lo que viene promete ser un huracán que arrasará con todo. Con una construcción cada vez más ambiciosa y un trasfondo que gana en profundidad, este tebeo no solo cumple con las expectativas, sino que deja al lector con el deseo irrefrenable de descubrir qué más sorpresas le esperan a Gadiro.
