
Hay algo profundamente seductor en la decadencia. En las ruinas que aún no han caído, en la belleza quebrada de una torre que sigue creciendo a pesar de su propio destino de polvo. Por eso, el quinto volumen de «Las aventuras del Capitán Torrezno» de Santiago Valenzuela, contiene esta atracción fatal con una precisión brutal y una poesía amarga que retumba como un lamento en medio de las nubes atravesadas por andamios. Astiberri recupera una de las aventuras más icónicas de la saga: «Babel» ( publicada por primera vez en 2015 por Panini Comics en su sello Evolution Comics), acompañada de veinticuatro páginas de extras y material inédito que revela los secretos del ese universo creado en un sótano. Y, sin embargo, lo que convierte a este volumen en una pieza imprescindible no es solo su valor nostálgico o su lujo editorial, sino su actualidad feroz, su capacidad para reflejar nuestro tiempo a través de la alegoría desbordante y el ingenio corrosivo.
Valenzuela retoma la acción justo donde la dejó en «La estrella de la mañana«, lanzándonos de lleno a la monumental ciudad de Babel, una urbe laberíntica y enloquecedora conquistada por los ejércitos del Gran Khan. Pero aquí nada es lo que parece. A medida que la torre crece, perforando las nubes con sus andamios, también se expanden las intrigas políticas, los conflictos internos y las situaciones delirantes que caracterizan a este micromundo. La épica grandilocuente se entrelaza con la sátira más punzante, recordándonos que incluso las mayores gestas heroicas son, al fin y al cabo, tragedias en cámara lenta. La guerra entre iconoclastas e idólatras continúa, pero las líneas entre héroes y villanos se desdibujan mientras Torrezno y sus secuaces se enredan en conspiraciones cada vez más retorcidas.

En el centro de este caleidoscopio está nuestro capitán, un héroe a su pesar. Transportado desde un suburbio madrileño a un universo en miniatura, Torrezno ha pasado de borrachín sin rumbo a figura épica, aunque su naturaleza contradictoria lo mantiene siempre al borde del desastre. Este héroe accidental navega por intrigas palaciegas y conflictos bélicos con una torpeza y humanidad que lo hacen entrañable. Sin embargo, en Babel, su ascenso parece tan absurdo y vano como la torre misma. La ciudad laberíntica, conquistada por el Gran Khan y sus ejércitos, se convierte en un reflejo de sus propias dudas y contradicciones. Torrezno es tanto el salvador esperado como un forastero atrapado en una guerra que no entiende del todo. Al igual que la torre, su viaje no tiene fin ni propósito claro, recordándonos que la búsqueda de sentido puede ser tan trágica como cómica.
Uno de los mayores logros de este comic es su capacidad para jugar con la historia y la mitología, reinventándolas con una frescura y descaro que solo Valenzuela puede lograr. La torre de Babel, en su versión, no es solo un símbolo bíblico de la arrogancia humana, sino un reflejo de las ambiciones políticas y culturales que siguen construyendo imperios sobre cimientos de arena. Con referencias explícitas a muchos textos clásicos; también pasando por la cultura pop, desde «Star Wars» a ecos del cómic underground, junto a anécdotas de parroquianos de bar. Esta mezcla magistral de alta y baja cultura convierte a este volumen en una obra tan profunda como divertida, una parodia que atraviesa, con un guiño cómplice, milenios de mitos y leyendas.

Gráficamente, este cómic mantiene el pulido estilo en blanco y negro de anteriores volúmenes, pero introduce una atmósfera más oscura y dramática para reflejar la monumentalidad y el laberinto de la ciudad-torre. Las viñetas de Valenzuela tienen una calidad casi arquitectónica, una precisión que contrasta con la fluidez de sus guiones. Los paisajes urbanos parecen aplastar a sus habitantes, creando una sensación de asfixia y pequeñez ante la inmensidad de Babel. El dinamismo de su trazo grotesco encierra una poesía visual que atrapa al lector en un ciclo de ascenso y caída. Como la torre misma, la composición gráfica de Valenzuela parece desafiar las leyes de la lógica y la gravedad, evocando un universo que se dobla sobre sí mismo. Las viñetas no solo cuentan una historia; son laberintos que invitan a perderse.
En este tebeo, Santiago Valenzuela se ríe en la cara de la simplicidad y nos entrega un relato tan enrevesado como interesante. La torre crece hacia el cielo mientras el vacío en su interior parece competir en profundidad con las conversaciones de ascensor. La ciudad no es solo una maravilla arquitectónica, sino también una metáfora bastante obvia de nuestra fragmentación cultural, donde nadie entiende a nadie y todos gritan a la vez. Pero que no te engañe tanta crítica filosófica y política. Esto son «Las Aventuras del Capitán Torrezno«, y aquí se viene a disfrutar del caos. En estas 264 páginas se combina la épica fantástica con situaciones tan absurdas que parece que los Monty Python hayan pasado a dar un par de ideas. Y entre tanta estrategia militar loca, diálogos surrealistas y personajes que parecen haber escapado de una taberna de rol, es fácil olvidar que estás leyendo una de las sátiras más inteligentes y mordaces del cómic español contemporáneo. Así que, ¿es este dómic una epopeya fantástica o una crítica a la incomunicación en la era digital? Probablemente ambas cosas. Pero lo importante es que es un viaje alucinante y retorcido que hay que leer. Porque, al final, cuando todo se derrumba, solo queda reírse. Y para eso, Valenzuela es un maestro.
