La Tierra sobrevivirá a la huella del hombre. Existía con anterioridad y continuará cuando nos extingamos. Por mucho que el ser humano ensucie, esquilme y condicione el medio ambiente, el planeta seguirá ahí. No así la humanidad, pues con cada acción que contamina lo único que hacemos es dañar más nuestro hábitat. Deteriorar, en definitiva, las condiciones necesarias para que podamos vivir. Porque nuestra huella contaminante tiene consecuencias, fundamentalmente para nosotros mismos.

Sirva de ejemplo Chernóbil, famosa por el accidente nuclear que a finales de los ochenta tuvo en vilo a toda Europa, trayendo consecuencias contundentes en la zona. Una zona que ahora parece fantasma, deshabitada, por los niveles de radiación que todavía quedan en el lugar. Una zona a la que, “maravillas” de la estupidez humana, muchos se empeñan en explorar a pesar de la evidente prohibición a adentrarse en el lugar. De ese punto parte el último cómic de Fidel Martínez: “Hijos del Fuego”, recién editado por Norma.
En el conoceremos a un grupo de “stalkers”, exploradores furtivos que se adentraran en la zona próxima a Chernóbil. Pero lo que encontraran no solo será las calles fantasma de localidades abandonadas. Algo primigenio aparecerá. Algo más antiguo quizá que el hombre, que también sufrió las consecuencias de la soberbia humana. Algo que se cobra la deuda que contrajo la humanidad con cada ser humano que encuentra….

Fidel Martínez (“Fuga de la muerte”, “Sarajevo Pain” o “Arconte”) compone así una fábula ecologista con lo terrorífico y fantástico como elementos para desarrollarla. Una fábula en la que las consecuencias de nuestros actos subyacen en la trama. Hecho que queda metafóricamente personificado en la amenaza que se enfrentan los exploradores.
Con un dibujo ágil y perfectamente secuenciado en unas páginas que fluyen, Fidel Martínez construye este efectivo thriller. De una pieza, totalmente aditivo por su desarrollo ejemplar. Uno en el que el terror se combina con el sentimiento de culpa ante unos hechos traumáticos (el accidente nuclear) y donde no hay espacio para la redención. En todo caso, asumir el desastre cometido.

A lo largo de las efectivas 160 páginas en blanco y negro que lo componen, el tebeo crece entre la acción y la reflexión. La acción y angustia de enfrentarse al peligro. Y la reflexión implícita de que el origen de esa amenaza no somos más que los seres humanos, por nuestra imprudencia y soberbia. Sin duda, la buena ciencia ficción es aquella capaz de, además de entretener, hace preguntas y metáforas sobre la realidad donde se crea. Y en ese lugar se sitúa “Hijos del fuego”
