
Su piel ha dejado de ser color heliotropo, pero su encanto perdura. Heliotrope, la adolescente que vive en París con su abuela, se va enfrentar a una nueva y curiosa aventura. Una que compone el segundo volumen de su serie: “El palacio de los ladrones” (“Héliotrope 2 – Le Palais des voleurs”) de Joann Sfar, Benjamin Chaud e Isabelle Rabarot, editado en castellano por Nuevo Nueve.
Siguiendo la estela de “Los ladrones de magia”, lo que espera en este volumen es la mezcla de ternura, absurdo y magia donde se mueven los parámetros de esta creación. Para la ocasión, Sfar ha preparado un guion ágil, con toques naif y donde la magia es el pretexto para que la aventura comience. Una en la que la casa en la que viven será protagonista, pues esta es la mansión de la familia que alberga los objetos mágicos que la abuela “recolecta”. Es pues el momento de protegerla para Heliotrope…

Bajo esa premisa, Sfarr (“La Mazmorra”, “El gato del rabino” o “El París de los Dragones”) diseña una trama divertida, bajo un poético halo de fantasía. Donde viejos conocidos de su célebre universo de “Vampir” (como josamicina) harán su aparición. Al frente, una adolescente, Heliotrope, con ese punto entre lo ingenioso y la ingenuidad que da razón de ser a la cabecera. Por el magnetismo que desprende y, también, por el catalizador que supone, aglutinando en sus páginas varios elementos que, aunque dispares, fluyen de forma natural por la trama.
Benjamin Chaud sigue haciendo crecer a Heliotrope en estas páginas pintadas por Isabelle Rabarot. Manteniendo ese estilo naif que ya es seña de la serie, y que conecta con el clásico “Vampir” de Sfar, Chaud dota a su vez de personalidad propia a estas viñetas. Donde el encanto está tan presente como la magia. Junto a un sutil humor que convive con lo sobrenatural, lo plasmado por Chaud cobra vida página a página.

Editado en castellano por Nuevo Nueve, con traducción de Inés Sánchez Mesonero, el volumen se presenta en un cuidado formato álbum europeo. Ya desde la portada “Heliotrope 2. El palacio de los ladrones” advierte de su encanto naif, tanto en su diseño como en el arte que se muestra. Un tebeo cuyo desarrollo es liviano, que fluye entre el absurdo, lo irreverente y lo fantástico. Uno de esos que dejará, tras su lectura, buen sabor de boca. Tenga la edad que tenga quien se acerque a estas páginas.
