
“Era el mejor de los tiempos.
Era el peor de los tiempos”
(“Charles Dickens – Historia de dos ciudades”)
El periodo de entreguerras alemán del siglo XX es tan fascinante como inquietante y convulso. La República de Weimar (“Weimarer Republik”) surgida tras el armisticio que puso fin a la Primera Guerra Mundial, fue el terreno donde se desarrollaron grandes intelectos que revitalizaron diversos campos de la ciencia y la cultura. También fue el periodo en el que se ahogó a una nación derrotada, Alemania, con la imposición de unas cargas excesivas que compensaran a los vencedores de la guerra. Hecho que sirvió de simiente para que el odio germinara hasta tomar el control de la nación. Un odio que buscó chivos expiatorios en el diferente, con desastrosas y homicidas consecuencias apoyadas en el miedo racista, la negación de la diferencia y, en última instancia, materializándose en un delirio bélico expansionista que se manifestó en la tragedia que fue la Segunda Guerra Mundial en Europa.

Todo aquello nace en la llamada República de Weimar, en el periodo comprendido entre 1918 y 1933. Acabado el Imperio, se abría una nueva etapa en la que el lema de la nación sería “Unidad, Justicia y Libertad”. Una época de contrastes, donde las artes y ciencias crecieron a un nivel comparable a lo que fueron la Atenas de Pericles o la Florencia de los Médici, También un periodo en el que la coyuntura económica nacional fue de las más duras de la historia del siglo XX alemán: altas tasas de inflación y desempleo que se acentuaron cuando llegaron al viejo continente las consecuencias del crack del 29 estadounidense.
“Era el siglo de la locura
Y era el siglo de la razón
Era la edad de la fe
Y de la incredulidad
Era la época de la luz y las tinieblas”
Quedando en entredicho los ideales ilustrados y derrumbado el viejo orden, comenzó una época de incertidumbre, tan fascinante como aterradora: La encrucijada entre el mundo de ayer y el del mañana. Llena de luz, pero también de tinieblas. Esos quince años fueron, como “La montaña mágica” (“Der Zauberberg”) de Thomas Mann, una vida. La de una nación que fue capaz de alumbrar lo mejor (en la ciencia y arte) y lo peor (en la política). Un periodo que, sin duda, merece ser debidamente estudiado y también contado, por todo lo que se puede extraer de él. Y eso es lo que han hecho Txuss Martín, Pau Pedragosa y Rafael Morata con “Weimar. Tiempos inciertos”, recién editado en castellano y catalán por Norma Editorial.

Sin duda, este tebeo es un proyecto ambicioso, pues condensar todo lo que supone el complejo periodo de entreguerras alemán no es tarea sencilla. Hilvanar en un mismo trabajo cuestiones filosóficas, artísticas, científicas, antropológicas, sociales, culturales y políticas se intuye una labor titánica. Esos son los mimbres con los que se construye este tebeo, que sorprende por lo bien cohesionados están en este relato solvente y de una pieza, que atrapa desde sus primeras páginas.
Para ello, Martín y Pedragosa se sirven del protagonista del relato, Hans Neumann, para recorrer esos año, a modo de novela de aprendizaje. Hans es un hombre totalmente “nuevo” (es lo que significa el apellido del personaje), pues padece amnesia tras su participación en la Primera Guerra Mundial y que será testigo de varios de los momentos de mayor lucidez de la época, como los debates entre forma y función de la Bauhaus, la dicotomía entre el pensamiento racional y el sentimiento del mito y la épica, o el salto teórico que supusieron los primeros pasos de la mecánica cuántica. Mientras tanto, el país se va hundiendo en la crisis económica y la deriva política que conduce al desastre, hasta acabar, a modo de metáfora catártica, en una hoguera donde las artes y ciencias más innovadoras se queman a modo de un Ragnarok intelectual. Donde el huevo de la serpiente eclosiona para expandir su veneno…
“Era el siglo de todo el bien y de todo el mal
Era la primavera de la esperanza
Y era el invierno de la desesperación
Íbamos directos al cielo
Y de la cabeza hacia el infierno
Eran tiempos de silencio y de fragor”

Esos son los “tiempos inciertos” que narra este cómic. Catorce años que supusieron la encrucijada entre el mundo de ayer y el mundo de hoy. En un recorrido perfectamente disfrutable por cualquier tipo de lector. Sin duda, quien posea conocimientos previos del contexto histórico y cultural de la época podrá advertir varios de los subniveles y símbolos que se encuentran en estas viñetas. Incluso con los evidentes paralelismos que remiten a la actualidad de los últimos años.
Quizá lo más destacable sea que, siendo tan ambiciosa y compleja la propuesta, el tebeo funciona perfectamente para quien carezca de un bagaje previo, dada la sólida construcción de la trama y la presentación de todos los elementos contextuales donde discurre. Bien cohesionado por la narrativa gráfica que despliega Rafael Morata en las viñetas, logrando que todos los niveles de lectura funcionen de forma orgánica en el conjunto del cómic.

Nacido en origen como un proyecto que acompañaría a la exposición que han comisariado los autores para la Fundación La Caixa, el tebeo ha adquirido vida propia por los resultados obtenidos. Sólidamente construido en las 232 páginas que lo componen, “Weimar Tiempos Inciertos” ofrece algo más que entretener con su lectura. Supone un certero acercamiento a una de las época más creativas y convulsas de la Europa del siglo XX, construida tanto con elementos históricos como ficticios y metaficcionales. Bien maridados todos ellos, para devenir en un cómic de esos que, en ocasiones, exige al lector, para después premiarlo con creces con lo que ofrece. Para degustarlo de forma pausada y reflexionar sobre lo expuesto. Puede que a muchos les sirva este relato como primer paso para ahondar en muchas de las cuestiones, referencias, elementos y conceptos que se tratan en sus páginas. Para ello hay un acertado dosier a modo de apéndice. En todo caso, esta es una lectura solvente que se sostiene por sí misma. De las que deja huella por lo que aporta y estimula.
